Celebrar mil números de RITMO no es solo alcanzar una cifra redonda: es testimonio de una trayectoria construida con perseverancia, ilusión y un compromiso inalterable con nuestros lectores. Por ello, esta revista ha invitado a varias personalidades culturales y musicales de este país, para que “aprovechando que RITMO llega al número 1000...”, viertan sus confesiones en unas páginas especiales (publicadas en la edición impresa-PDF de Ritmo 1000 de diciembre 2025). Gracias a ellos por este gesto de generosidad. Mejor dicho, 1000 gracias.
Damos la palabra a DAVID AFKHAM, director titular y artístico de la Orquesta y Coro Nacionales de España
AGRADECIDO DE POR VIDA
por David Afkham *
Aprovechando que RITMO cumple su número 1000 y que esta temporada supone mi culminación como director en la Orquesta y Coro Nacionales de España (OCNE), me permito un momento de pausa y de mirada hacia atrás. No es fácil condensar casi una década de vida, de música y de emociones en unas líneas. Pero hay algo en el aire, quizá esa mezcla de melancolía y gratitud que acompaña siempre a las despedidas, que me invita a compartir lo que ha significado para mí esta etapa en Madrid que ya forma parte inseparable de mi identidad artística y personal.
Cuando llegué a la OCNE, lo hice con la curiosidad y el respeto de quien se incorpora a una nueva etapa profesional y humana. España no me era desconocida, pero hasta entonces la había observado más desde fuera que desde dentro. En la Orquesta y Coro Nacionales de España encontré un conjunto con identidad propia, lleno de talento, compromiso y una energía contagiosa. Desde el principio percibí una voluntad clara de crecimiento, de abrir caminos, y eso fue para mí una fuente constante de motivación.
Pronto sentí que algo especial se producía en ese encuentro. La OCNE es una orquesta y coro con historia, con un carácter propio, pero también con una apertura admirable. Esa capacidad de adaptarse, de escuchar, de arriesgarse, fue lo que nos permitió crecer juntos. Hemos afrontado juntos partituras descomunales, desde Mahler hasta Bruckner, de Strauss a Shostakovich, y también hemos abierto puertas al repertorio contemporáneo, a los compositores españoles que merecen ser escuchados con la misma pasión con que se interpreta a los grandes clásicos.
La OCNE ha sido el marco ideal para esta etapa. Es una institución con una energía especial que se percibe en su ritmo cotidiano. Esa vitalidad también se refleja en la manera de hacer música: en la manera de ensayar, de escuchar y de compartir.
He aprendido mucho de los músicos y del público. Nuestro público (y el español en general) es especialmente franco y cálido. No se entrega por compromiso, sino cuando algo le conmueve de verdad. Para un director, esa reacción sincera es de las mayores recompensas: saber que lo que ocurre en el escenario llega y crea una conexión real.
España también me enseñó una relación distinta con el tiempo y con la vida. En Alemania, de donde provengo, el orden y la planificación son casi una segunda naturaleza. Aquí aprendí que la flexibilidad puede ser igualmente poderosa. En la música, eso se traduce en libertad: en dejar espacio a la respiración, en permitir que una frase encuentre su propio pulso. Ese equilibrio entre rigor y naturalidad, entre estructura y emoción, ha sido una de las lecciones más valiosas de mi etapa aquí.
A lo largo de estos años, también he tenido la oportunidad de conocer mejor el país. Los viajes con la Orquesta y Coro a diferentes ciudades me mostraron una España diversa, rica en acentos, en paisajes y en maneras de entender la cultura. Cada lugar tiene su carácter, pero en todos encontré una profunda conexión con la música, una escucha atenta y respetuosa.
Los años de la pandemia fueron, sin duda, un desafío para todos. Dirigir frente a una sala casi vacía fue una de las experiencias más extrañas y, a la vez, más reveladoras de mi carrera. En aquel silencio se comprendía el verdadero valor del público, la importancia de la comunidad que se crea alrededor de la música. Cuando por fin volvimos a tocar con la sala llena, el aplauso inicial fue algo más que una muestra de entusiasmo: fue un acto de reencuentro. Ese momento me recordó por qué esta profesión sigue teniendo sentido.
Ahora que se acerca el final de mi etapa en la OCNE, miro atrás con una profunda gratitud. A los músicos, por su compromiso, su entrega y su disposición constante a buscar juntos la excelencia. Hemos vivido momentos intensos, hemos debatido, explorado, crecido. Todo eso deja huella. Me llevo el orgullo de haber sido parte de una orquesta con una identidad tan sólida y, al mismo tiempo, tan abierta al cambio.
También me siento agradecido a este país, que me acogió con generosidad desde el primer día. Aquí he aprendido mucho más que música. He aprendido otra forma de mirar el mundo, de convivir, de disfrutar. España deja en mí una marca profunda, humana y artística.
Termina una etapa, pero no un vínculo. La música tiene esa capacidad de trascender los lugares y los tiempos. Estoy seguro de que todo lo vivido aquí seguirá presente en cada proyecto que emprenda.
Y sé que, durante todo este tiempo, los lectores de RITMO nos han acompañado. Por eso quiero felicitarlos por su número 1000. Mantener viva una publicación musical durante tantos años es una hazaña admirable. Enhorabuena por vuestro compromiso con la cultura, la reflexión y la difusión del arte.
* David Afkham es director titular y artístico de la Orquesta y Coro Nacionales de España
Foto © Gisela Schenker