Entre otras joyas de su divertido anecdotario, Teresa Berganza contó alguna vez que en un atasco de tráfico camino del teatro madrileño donde tenía que cantar, no dudó en bajar la ventanilla del vehículo y decir al agente en un derroche de modestia: “¡déjeme pasar, que soy Montserrat Caballé!”. Asumiendo que a aquel empleado municipal le resultaría más familiar el nombre de la gran soprano catalana que el suyo.
Por esa razón, Teresa habría disculpado, incluso le hubiese provocado una risa, la monumental metedura de pata del miembro del Ayuntamiento que ayer (jueves 16 de marzo) el día en que habría cumplido 90 años la que durante toda su vida paseó por el mundo como bandera el nombre de su ciudad natal, acudió en nombre del alcalde de Madrid a la inauguración del espacio que conforma la entrada del Teatro de la Zarzuela, bautizado ahora Plazuela Teresa Berganza.
El aludido funcionario, a la hora de justificar su presencia allí, echó mano una vez más de las cuartillas que se habrán repetido una y otra vez, variando cada una de ellas el nombre del homenajeado. En esta ocasión, a la persona encargada de actualizar el corta-pega se le olvidó cambiarlo, adjudicándosele el homenaje a Lina Morgan, ante la estupefacción de los asistentes, seguidores de la mezzosoprano que nos dejó en mayo del pasado año.
No hubo ni un trágame tierra por parte del orador; ni siquiera una disculpa ante la tremenda metedura de pata. Hasta el punto que los allí presentes llegaron a pensar que el acto se cerraría con el Gracias por venir, sello de identidad de “la Morgan”, también diosa en su terreno, en vez la Canción de Paloma del Barberillo de Lavapiés, resumen vital de Berganza, que magistralmente interpretó la mezzo Carol García, con el apoyo al piano del siempre impecable Ramón Grau.
por Juan Antonio Llorente
Foto: El espacio que conforma la entrada del Teatro de la Zarzuela, bautizado ahora Plazuela Teresa Berganza.