El Gran Teatre del Liceu presenta, entre el 22 de noviembre y el 15 de diciembre de 2025, quince funciones de su querida producción de L’elisir d’amore de Gaetano Donizetti, dirigida por Mario Gas. Esta versión, revisada en 2005 y convertida ya en un clásico del Teatre, acentúa la alegría y la ternura de la ópera de Donizetti. Este año contará con tres repartos de primer nivel, con nombres destacados como Javier Camarena, Pretty Yende, Ambrogio Maestri o Serena Sáenz. La dirección musical irá a cargo del maestro venezolano Diego Matheuz.
L’elisir d’amore con dirección escénica de Mario Gas celebra 20 años en el Liceu
La producció de Mario Gas que ara torna al Liceu celebra 20 anys d’èxit al Teatre. Després d’haver passat pel Festival Grec i pel Festival de Peralada, aquesta versió trasllada l’acció a una petita ciutat de la Toscana del 1922 i potencia l’humor de Donizetti amb referències al cinema musical i a l’univers de Fellini. Gas construeix una festa escènica plena de nostàlgia i melancolia que avui dia continua connectant amb el públic.
Se trata de una producción con una trayectoria larga, de más de 40 años, que se ha mantenido viva porque encaja plenamente con el espíritu de la ópera, realza sus virtudes y su potencial cómico y permite que la historia fluya con naturalidad. Sin embargo, no es una propuesta sencilla: incorpora un comentario político sutil y sintetiza, de forma inteligente, una línea de continuidad de la comedia, desde el siglo XVIII hasta la época dorada del cine musical. Una manera de acercar L’elisir d’amore al público actual reforzando su conexión emocional con los recuerdos colectivos vinculados a las comedias clásicas.
El origen de esta puesta en escena se remonta a la Barcelona de principios de los años ochenta, cuando Mario Gas empezó a interesarse por la ópera y presentó varios montajes en el Festival Grec. L’elisir d’amore se estrenó allí en 1983 con gran éxito, pero parecía que la producción se cerraría tras acabar las funciones. El buen recuerdo, sin embargo, llevó al Festival de Peralada a recuperarla en 1993, coincidiendo con su décimo aniversario.
El Liceu la adoptó en la temporada 1997/1998, en plena etapa provisional en el Teatre Victòria tras el incendio de 1994. Pocos años después, el Teatre encargó a Gas una revisión que se estrenó en 2005: es esta versión la que sigue viva hoy, veinte años más tarde. En el Liceu, la ópera se ha representado cinco veces —contando la del Teatre Victòria— y cuatro desde la adaptación de 2004-2005. También pudo verse en las temporadas 2012-2013 (con Nicole Cabell, Aleksandra Kurzak, Javier Camarena y Rolando Villazón) y 2017-2018 (con Jessica Pratt, Pavol Brešlík, Paolo Bordogna y Roberto de Candia).
Argumento
L’elisir d’amore es una de las últimas grandes comedias del bel canto italiano, heredera directa de la ópera bufa que brilló en el siglo XVIII y que con Donizetti alcanza un nuevo momento de esplendor. La ópera Le philtre de Auber es su precedente francés, junto con una historia italiana del siglo XVIII. La ópera combina humor, romanticismo y una caracterización musical especialmente viva.
La historia trata de Nemorino, un campesino ingenuo y de buen corazón que está enamorado de Adina. Pero ella no le corresponde. Cuando un estafador llamado Dulcamara —que se hace pasar por doctor y vende remedios mágicos— llega al pueblo, Nemorino le pregunta si tiene el filtro de amor de la reina Isolda, que ha conocido gracias a una historia que a Adina le gusta. Este filtro, supuestamente, hará que cualquier persona se enamore de él. Dulcamara le vende vino barato haciéndole creer que tendrá un efecto mágico. Al principio, Nemorino duda, porque Adina accede a casarse con el sargento Belcore.
Pero cuando muere un tío suyo rico y le deja una herencia fabulosa —sin que él lo sepa—, todas las chicas del pueblo quieren casarse con él. Finalmente, Adina reconocerá su amor, y la pareja tendrá un final feliz. Es una trama sencilla, llena de equívocos y fórmulas de éxito para provocar la risa, pero también tiene un ángulo idealista —muy romántico, en definitiva— que atrajo al público y dio a la ópera un aire de modernidad.
Con personajes claramente definidos, situaciones cómicas que avanzan con naturalidad y algunas de las melodías más memorables de Donizetti, L’elisir d’amore mantiene intacta su frescura casi dos siglos después de su estreno.
Pasajes musicales imprescindibles de L’elisir d’amore
La ópera arranca con una presentación perfecta de sus protagonistas. Nemorino expone su amor ingenuo por Adina con la célebre “Quanto è bella, quanto è cara”, mientras ella responde con la refinada y agilísima “Della crudele Isotta”, donde evoca el mito de Isolda y deja entrever su idealismo amoroso. Este contraste inicial sitúa a los personajes y marca el tono belcantista de la obra, con líneas vocales llenas de elegancia y flexibilidad.
El primer acto también introduce una de las grandes creaciones cómicas de Donizetti: el doctor Dulcamara. Con “Udite, udite, o rustici!”, el famoso vendedor ambulante se presenta en un vertiginoso estilo silábico que exige una articulación fulgurante y recupera la esencia del bajo bufo del primer Ottocento. Su entrada llena la escena de energía, humor y ritmo, y sitúa al personaje como motor del enredo.
El momento de máxima intensidad llega en el segundo acto con la romanza más popular de la ópera, “Una furtiva lagrima”. Aquí, Nemorino cree descubrir una señal de amor en los ojos de Adina y lo expresa en una línea melódica de una sencillez y una belleza absolutas. El aria prepara el terreno para el dúo final entre los dos protagonistas, un clímax exigente y radiante que culmina la obra con un estallido de agilidad y emoción.
Grandes voces internacionales y nacionales en escena
L’elisir d’amore contará con un total de quince funciones concentradas en tres semanas, lo que implica contar con varios intérpretes para los personajes principales. Los roles de Nemorino y Adina, así como los secundarios pero fundamentales Belcore y Dulcamara, se repartirán entre hasta tres cantantes distintos, un elenco triple que combina estrellas consagradas y valores consolidados del talento local.
El papel de Nemorino, escrito para tenor ligero, será interpretado por el mexicano Javier Camarena, maestro absoluto en estos roles que requieren una técnica vocal ágil e inmaculada, así como por el norteamericano Michael Spyres y el neozelandés Filipe Manu, dos figuras consolidadas en el circuito lírico internacional.
El otro rol esencial, Adina, contará con tres grandes sopranos líricas: la sudafricana Pretty Yende, una de las principales voces mundiales del bel canto, alternará funciones con dos sopranos nacionales consolidadas. La barcelonesa Serena Sáenz debuta en el rol de Adina. En 2015 cantó en una adaptación en catalán de la ópera, El Màgic Elixir de Alberto García Demestres, en el Teatre de Sarrià, bajo la dirección de Joan Font. La valenciana Marina Monzó debuta en el Gran Teatre del Liceu con este emblemático rol.
El personaje de Dulcamara, el famoso vendedor ambulante, contará con tres intérpretes. Destaca especialmente Ambrogio Maestri, uno de los bajos más queridos por el público del Liceu, que ha vuelto en múltiples ocasiones al Teatre y que aporta al papel toda su comicidad, presencia escénica y dominio del bajo bufo. El reparto de Dulcamara se completa con Fabio Capitanucci y Simón Orfila, que alternarán funciones con el mismo rigor e ingenio.
El otro papel para barítono, el del sargento Belcore, recaerá en tres cantantes jóvenes como el inglés Huw Montague Rendall y dos brillantes talentos de la cantera catalana, Jan Antem y Carles Pachon. El quinto personaje de la ópera es Gianetta, que tiene una presencia escénica menor que los anteriores, y recaerá en dos sopranos jóvenes con gran proyección, Anna Farrés y Núria Vilà.
En L’elisir d’amore también tiene una gran importancia el coro —tanto en su función vocal como actoral, ya que multiplica el poder cómico de la producción de Mario Gas—, y todo este talento artístico estará dirigido por el maestro venezolano Diego Matheuz, que ha confirmado en los últimos años una carrera ascendente y hoy plenamente consolidada a escala internacional, y que ha liderado las principales orquestas del mundo en programas sinfónicos y de ópera. Matheuz ya ha dirigido en el Liceu —concretamente Donizetti en su vertiente cómica, Don Pasquale, en la temporada 2014/2015—.
El escultor Gonzalo Guzmán presenta El dolmen de Nemorino en el Gran Teatre del Liceu
El escultor Gonzalo Guzmán (Madrid, 1991) presenta en el Gran Teatre del Liceu la instalación El dolmen de Nemorino, una obra monumental de casi cinco metros de altura concebida especialmente para el Saló dels Miralls. La instalación se inaugurará el 22 de noviembre de 2025, coincidiendo con el estreno de L’elisir d’amore de Gaetano Donizetti.
La coincidencia no es casual. El origen de la obra está directamente ligado a la historia familiar del artista. Su padre, Joaquín, vino a Barcelona de joven para estudiar canto con el maestro Puig, con el sueño de convertirse en cantante de ópera profesional. Su mayor ilusión era cantar algún día en el escenario del Liceu. Sin embargo, mientras preparaba Una furtiva lagrima, el aria más emblemática de L’elisir d’amore, perdió la voz de manera repentina. Aquel episodio cambió el rumbo de su vida: no pudo continuar su carrera como tenor, pero mantuvo siempre un vínculo profundo con la música y el arte, una sensibilidad que transmitió a su hijo desde pequeño.
“Esta obra es una manera de cerrar un círculo: de devolver, en forma de escultura, una parte de aquella emoción que él me ha transmitido desde pequeño, y de hacer que, de algún modo, aquella voz vuelva a habitar el Liceu”, explica Guzmán.
La pieza se alza como un dolmen contemporáneo de acero inoxidable, asentado sobre una pequeña colina de tierra que dialoga con la arquitectura dorada y los espejos del salón. En su escala monumental y su sencillez primitiva, la obra refleja el propio proceso vital y creativo del artista: un diálogo constante entre aquello que desea hacer y aquello que la materia permite.
Guzmán concibe la escultura como un proceso de crecimiento personal, un ejercicio de confianza en el devenir de las cosas. “Permito que la escultura suceda —explica—. Es una manera de entender la vida: las cosas pasan porque solo pueden pasar de una manera, la que sucede. Una escultura solo puede existir tal como ha aparecido, con todos los accidentes y condiciones que han hecho posible su forma.”
Este mismo principio impregna la historia de su padre. El momento en que perdió la voz podría haber sido una ruptura, pero se transformó en aceptación y aprendizaje. A veces, al verle todavía practicar fragmentos de ópera, Guzmán reconoce en ese gesto una forma de vínculo: una continuidad emocional con aquella pasión que no desapareció, solo cambió de forma.
La verdadera importancia, para el artista, reside en cómo afrontamos lo que nos ocurre y en la mirada que proyectamos sobre ello. Como Nemorino, el protagonista de L’elisir d’amore de Donizetti, que en una lágrima descubre la esperanza que le impulsa a seguir adelante, El dolmen de Nemorino es una invitación a confiar en el proceso, a descubrir en cada transformación una forma de permanencia.