Música clásica desde 1929

#Lecturasdeverano #LasMusas / Élisabeth Jacquet de la Guerre - por Marianna Prjevalskaya

13/08/2025

Como #lecturasdeverano proseguimos publicando en abierto la sección #LasMusas, hasta ahora solo en papel, donde las mujeres escriben sobre mujeres, una tribuna libre mensual donde rescatar la figura de compositoras, cantantes, instrumentistas, profesoras, musicólogas, directoras, etc. En esta ocasión publicamos la realizada para la revista de mayo de 2024 por Marianna Prjevalskaya.

 

Élisabeth Jacquet de la Guerre: un brillante talento

por Marianna Prjevalskaya *

Es posible que el nombre Élisabeth Jacquet de la Guerre no suene familiar a muchos amantes de la música clásica. Y no es de extrañar, ya que, desgraciadamente, la historia de la música intencionadamente o no ha dejado a muchas magníficas compositoras en el olvido, que esta sección mensualmente trata de “rescatar”. Dedicarse a la composición y publicación musical, estableciendo sólidos lazos profesionales con la corte más importante de Europa, evidencia un reto excepcional para una mujer de aquella época. Considerada durante su vida como una compositora e intérprete prodigiosa, Élisabeth cautivaba el público con su bella voz, acompañándose a sí misma al clave y ejecutando improvisaciones de lo más brillantes e ingeniosas, demostrando a la vez un rico y sensible lenguaje armónico en sus obras, todo un conjunto de virtudes que le proporcionaron una reputación internacional única en su tiempo.

La historia de esta compositora empieza por su descendencia de una familia de músicos respetados: cantantes, instrumentalistas y constructores de instrumentos. Aunque no hay suficiente información sobre su madre, se sabe que su padre, Claude Jacquet, era constructor de instrumentos de tecla y un reconocido organista que trabajaba en París, posiblemente siendo él su primer profesor de música. Continuar la tradición musical familiar era algo típico de la época, como lo han demostrado otras familias reconocidas a lo largo de los siglos, como los Blanchet y Ruckers o Couperin y Bach. Pero también era una costumbre que las mujeres que pertenecían al círculo aristocrático o burgués aprendieran y disfrutaran tocando instrumentos como la guitarra, laúd, clave u órgano. Saber improvisar e interpretar piezas para los invitados no sólo se consideraba de buena educación y buen gusto, sino que también era una posibilidad para detener las miradas de los posibles pretendientes amorosos.

Pero a diferencia de muchas mujeres aficionadas a la música, el caso de Élisabeth era muy diferente. Algunos datos históricos nos hablan de su aparición como intérprete en la corte francesa a los 5 años. Después de este primer contacto, recibió la invitación personal del rey Luis XIV para instalarse en Versalles por cuatro años y continuar su educación musical, participando en actividades musicales de la corte y actuando para el público aristocrático. El ambiente cultural de Versalles proporcionó un terreno artístico ideal para el desarrollo del talento de la joven, y el apoyo y el patrocinio del rey era de por vida, no cesando incluso cuando la compositora contrajo matrimonio con el organista y compositor Marin de La Guerre y se instaló en París.

Un mérito inusual para una mujer fue la de publicar su primer libro Les pièces de clavessin a los 22 años. El volumen también lleva una dedicación al rey, expresando el agradecimiento por la fe y el apoyo ofrecido. Otro de los retos más significativos fue ser la primera mujer en componer una ópera, Céphale et Procris, y ponerla en escena en la Académie Royale de Musique, una institución de las más importantes para el drama lírico, fundada por el rey y bajo control absoluto de Jean-Baptiste Lully.

A lo largo de su vida, Élisabeth se vio atraída por distintos géneros musicales: escribió cantatas, trio sonatas y sonatas para violín y bajo continuo, y aparte de la mencionada ópera y varios volúmenes de suites para clave, se sabe que también compuso la opera-ballet Les jeux à l’honneur de la victoire, cuya partitura está perdida, igual que sus obras dramáticas tempranas y el Te Deum. Lo más probable es que lo que se conserva hoy en día sea solo una parte de su creación.

Y aunque tanto los rasgos vocales como instrumentales se filtran en todas sus obras, es en las Suites para clave donde se siente más cómoda y creativa a la hora de expresar su personalidad. Estilística y estructuralmente, esta música refleja las características de los laudistas franceses, como, por ejemplo, los preludios sin medida con las que comienzan las tres de las Suites del Primer Libro. La Cuarta Suite, en cambio, presenta una combinación de tocade medida y preludio libre. Todas estas Suites presentan danzas convencionales como allemandes, courantes, sarabandes, gigues y menuete, pero entre las atípicas, se puede destacar el Cannaris o La Flamande de la Suite en re menor del Segundo Libro, que pone de manifiesto una influencia operística. Con texturas polifónicas, pero transparentes y con simplicidad melódica, las Suites encantan por buen gusto, un lenguaje armónico lleno de súbitos cambios de modo mayor y menor y una ornamentación densa, como es de esperar del estilo francés.

Estas Suites seguramente fueron interpretadas por la autora en los conciertos que organizaba en su casa junto a obras de otros compositores que pertenecían a su repertorio y sus esplendidas improvisaciones. Como apasionada amante de conciertos de salón, Élisabeth invitaba a los aficionados musicales parisinos para darles a conocer obras recientemente escritas, promoviendo así la publicación y circulación entre profesionales y amateurs.

Aunque su vida se vio afectada por grandes pérdidas de las personas más queridas (en solo unos años perdió a sus padres, a su único hijo y a su marido), sorprendentemente nunca se aisló de la sociedad y siguió ofreciendo clases de clave en su casa, actuando en conciertos privados y públicos, mientras el apoyo de la corte continuó hasta su muerte en 1729. Pero incluso con este reconocimiento, la carrera de Élisabeth no fue libre de obstáculos. Como muchas otras mujeres de su época, no pudo recibir educación universitaria, ni tampoco un puesto fijo en la corte. Las oportunidades para las mujeres en los siglos XVII y XVIII estaban todavía muy limitadas y sólo nos queda imaginar cómo se desarrollaría su vida artística, esperando que algún día salgan a la luz más obras que Élisabeth Jacquet de la Guerre dejó para la posteridad. 

* Dr. Marianna Prjevalskaya 

Pianista concertista, Visiting Assistant Professor of Piano - East Tennessee State University.

www.prjevalskaya.com

 

Foto: Élisabeth Jacquet de la Guerre retratada por François de Troy.

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