Música clásica desde 1929

Por una ilusión

Una visión objetiva sobre RITMO en sus 90 años
Por Fernando Rodríguez Polo
Director de RITMO
(Publicado en la revista RITMO de Noviembre 2018 - num. 923 - Especial 90 Años)

El capitán del barco “rítmico” destaca en su artículo: “RITMO, en cada una de sus etapas, diversas y muy reconocibles, ha estado en línea con la evolución de la sociedad española y se ha ido adaptando a los tiempos que le ha tocado vivir”. Por otra parte, sin soltar el timón de la actualidad, reconoce que “la editorial se ha posicionado, una vez más, en este nuevo entorno multimedia, con su habitual visión de futuro e ilusión en la continuidad del proyecto”.

La revista RITMO debe su nacimiento a la ilusión de mi abuelo, Fernando Rodríguez del Río, por dotar a la música española de un medio de comunicación independiente. Dicha ilusión se convirtió en realidad en noviembre del año 1929, fecha en la que vio la luz el primer número de RITMO, por lo que ahora entramos en el año 90 de la historia de la revista. El proyecto nació con muy pocos medios económicos y en años políticos un tanto difíciles para el inicio de cualquier empresa. Pese a todo, la revista salió con gran fuerza y dinamismo, gracias a la colaboración e implicación personal de músicos destacados, de intelectuales, de gentes de la cultura y de políticos sensibles a la música de aquellos momentos. Todo queda reflejado con detalle en el artículo “Observaciones (críticas) para un 90 cumpleaños” de nuestro amigo y “cronista oficial” de la historia de esta revista, Pedro González Mira, que se publica más adelante en las páginas de este pequeño dosier conmemorativo.

Noventa años y, para asombro de algunos y gozo de muchos, RITMO continúa editándose. La explicación a esta longevidad la podríamos encontrar en el mantenimiento de la ilusión por el proyecto de tantas y tantas personas que, a lo largo de estos años, han seguido creyendo en la necesidad y continuidad del medio de comunicación. También hay que anotar que la revista, en cada una de sus etapas, pues ha tenido diversas y muy reconocibles, todas ellas en línea con la evolución de la sociedad española, se ha ido adaptando a los tiempos que le ha tocado vivir, manteniendo siempre una posición muy reivindicativa en favor del sector profesional de los músicos. En paralelo ha desarrollado una gran labor divulgadora (durante décadas en solitario) de la música que se creaba en el conjunto del país, con atención a lo que sucedía en el resto del mundo. Por otro lado, convendría anotar que RITMO ha participado activamente en el nacimiento y desarrollo de una fecunda y numerosa base de nuevos amantes de la música clásica en España, de la que ahora todos disfrutamos.

Dado que el trabajo de Pedro González Mira, anteriormente citado, recorre la historia de RITMO hasta más o menos mi entrada en la revista, voy centrar este artículo conmemorativo entre las fechas de inicio de mi actividad en la publicación hasta nuestros días.

Me gustaría recordar en primer lugar a las personas que me han ayudado de manera destacada, a lo largo de estos años, en el mantenimiento de la ilusión y continuidad de nuestra revista, sin olvidar a mi abuelo, fundador de RITMO, y a mi padre, Antonio Rodríguez Moreno, que fueron las dos columnas que han sustentado todo el proyecto desde sus inicios. Luego, también intentaré  explicar al lector mi visión actual sobre la posición de RITMO en el nuevo escenario que vivimos, con Internet de protagonista, y los proyectos e ideas que estamos desarrollando de cara al futuro, que nos permitirán dar nuevas ilusiones y continuidad a nuestro trabajo.

Me infiltré muy joven en las distintas tareas editoriales de la revista, pues RITMO estaba “en casa” y, al igual que el fundador tuvo el apoyo de su hijo Antonio, yo también tuve la ilusión de poner mi granito de arena en el proyecto familiar. Añorando aquellos tiempos de juventud, me vienen a la memoria las largas charlas vespertinas con el abuelo, en su domicilio de la calle Francisco Silvela de Madrid, sede de la redacción, donde recalaba a menudo a la salida del cole, allá por los años 60, en donde me comentaba las ideas e ilusiones para “su revista” y detalles de sus aventuras y anécdotas musicales. Quería, por ejemplo, impulsar desde RITMO un colegio profesional para los músicos, una residencia para cuando estos fuesen ancianos; me contaba su época como agente de Andrés Segovia y de otros grandes artistas de la época; sus aventuras y desventuras como promotor de conciertos, llevándole alguno de ellos a la ruina económica más de una vez...

Recuerdo también que, casi al final de su vida, comenzó a estudiar obsesivamente el alemán, pues quería ampliar sus contactos profesionales en dicho país… Así era mi abuelo, un hombre infatigable lleno de ilusiones y de proyectos, pero siempre con “su revista” bajo el brazo. Con esa habitual visión de futuro que le caracterizaba, cuando yo ya tenía 18 años, me presentó a una joven promesa de la crítica musical, que en ese tiempo iniciaba su camino, se llamaba José Luis Pérez de Arteaga, que luego me acompañó en muchas de mis andaduras editoriales y discográficas, sin olvidar las gastronómicas, hasta su muerte el pasado año.

De mi padre en RITMO, director de la revista desde 1976 a 2010, recuerdo su tesón en el trabajo, su disciplina en la planificación y realización de cada número. Todavía le estoy viendo cuando pegaba en casa las galeradas de la imprenta sobre folios en blanco para hacer la premaqueta de cada página, de cada sección, o corrigiendo hasta altas horas de la noche los originales y las pruebas de los colaboradores, con la inestimable ayuda de su amigo y corrector de estilo Matías García Peláez, un viejo linotipista jubilado de la marina que no pasaba una en los textos de dichos colaboradores. Le recuerdo también en las tardes de domingo recortando las páginas informativas de música, de los principales diarios a los que estaba suscrito, y de los programas y anuncios de conciertos que recibía, para crear sus resúmenes de prensa, su archivo personal de datos (entonces no había ni ordenadores ni Internet).

Además de su actividad netamente técnica en la edición de RITMO, mi padre también fue un excelente periodista musical, con colaboraciones para otros medios en sus inicios, escribiendo la mayor parte de las secciones informativas de “su revista”. Le encantaba planificar secciones y cuadernillos especiales, en donde siempre buscaba el apoyo editorial y económico de instituciones y personas con la necesaria influencia. Era persona habitual en todas las presentaciones y actos musicales, a los que se le invitaba y sus múltiples ocupaciones le permitían asistir, siendo una figura muy querida y respetada en el sector. A diferencia de mi abuelo, tuvo un mayor rigor en el mantenimiento de una equilibrada cuenta de resultados para la editorial, evitando desastres económicos como los que le tocó vivir en su niñez, tarea en la que yo siempre que pude le eché una mano.

A nivel personal, y dentro de su habitual prudencia, mantuvo fuentes de ingresos ajenas a la editorial, como agente de conciertos, como miembro de la Sociedad General de Autores y como profesor de gramática, entre otros, lo que le libró de algunas situaciones comprometidas a final de mes. La editorial nunca fue un negocio boyante, pues vivía y vive con multitud de altibajos económicos, necesitando los propietarios de otras fuentes alternativas de ingresos, en sintonía con el pluriempleo tan habitual entre las gentes del mundo de la música y del arte en general. En todo caso, también quiero anotar que mi padre, al igual que mi abuelo, recibieron la muerte con “las botas puestas”, pues estuvieron al pie de “su revista” hasta el último momento.

Un gran colaborador de la casa, y amigo personal, ha sido y es Angel Carrascosa Almazán que, junto con Pérez de Arteaga, me introdujo en el mundo de las grabaciones discográficas, aportando a RITMO, desde su entrada y hasta nuestros días, una nueva visión editorial que marcó un punto de inflexión en la historia de la revista. Seguro que muchos lectores recordarán los catálogos generales de discos que hacíamos Ángel y yo, a imagen y semejanza del inglés Gramophone (años 1976 al 84) y que se llamaba Polcar (una combinación de nuestros apellidos), catálogos que fueron todo un éxito en las tiendas de discos, para la industria discográfica y para los aficionados españoles de la época. Carrascosa ha estado y está presente en RITMO desde hace más de 40 años, siendo no solamente nuestro experto en discos, sino también un colega fiel y excelente consejero, sobre todo en tiempos de mudanza. Ahora Ángel, ya jubilado de sus múltiples tareas profesionales, siempre en el sector musical, se ha trasladado a vivir a su Andalucía natal, cerca del mar. Allí, en un oasis envidiable para su música, sus discos, sus textos, sus pensamientos, sus tertulias discográficas y su nueva vida, estoy seguro que seguirá colaborando y apoyando la revista, “su revista”.

Hablando de discos y remontándome a los inicios del mundo de la fonografía en RITMO, tengo que recordar necesariamente al profesor Pedro Machado de Castro con el que, yo entonces muy jovencito, tuve poco trato pero si el suficiente para asimilar y reconocer el excelente trabajo que realizó para RITMO en aquellos años. Pedro Machado creó en la revista la primera sección de crítica discográfica propiamente dicha, con un magnífico equipo de jóvenes colaboradores, reclutados de los cursos de apreciación e iniciación musical que impartió en Madrid durante muchos años, así como de sus contactos con las casas discográficas de entonces, el conservatorio y otros círculos como Juventudes Musicales. Recuerdo las reuniones en su casa, donde vivía y nos atendía junto a su madre, cerca del estadio Santiago Bernabeu, reuniones en las que se revisaban las novedades discográficas que se recibían cada mes, planificándose las secciones de crítica de cada número. Por esas reuniones pasaron muchos de los críticos musicales que, ahora “maduritos”,  siguen brillando en nuestra prensa musical. Pedro Machado, al ser un gran profesional del sector discográfico de aquella época, pues trabajó varios años como editor en Alemania para la Teldec (Telefunken-Decca) cuando llegó a Europa desde su Cuba natal, consiguió introducir RITMO, con la suficiente altura y consideración, en los círculos artísticos y comerciales de las compañías discográficas, tanto nacionales como internacionales de la época.

En este repaso de las personas clave de mi época en la editorial, no me quiero olvidar de nuestro querido Ángel-Fernando Mayo Antoñanzas que, en sus etapas primero de colaborador y luego de subdirector (años 70/80), dio a RITMO algunos de sus números más brillantes y extensos. Ángel Mayo entró con mano de hierro en la redacción, forjo una lista de colaboradores de primera fila, lo mejor de los jóvenes críticos del momento, y el resultado de su trabajo fueron unos años de enorme crecimiento de la revista. Bajo su batuta se editaron excelentes números, de muy cuidada presentación y con más páginas que nunca (números que fueron todo un quebradero de cabeza para su financiación). Ángel se “peleaba” continuamente con mi padre y conmigo defendiendo la necesidad de más y más páginas, independientemente del resultado económico, pues anteponía siempre la excelencia editorial a la rentabilidad.

En otro orden de cosas, recuerdo con cariño y agradecimiento su apoyo en mis primeras importaciones discográficas del mercado europeo, en mi otra actividad empresarial del momento, cuando presentábamos en España las grabaciones históricas de la Fonit Cetra italiana, en aquellos años en formato de LP, pues era un entusiasta convencido de las bondades de los discos grabados en vivo de la época. Estas grabaciones ofrecieron a los aficionados españoles una primera ventana al libre mercado europeo del disco. Recuerdo la complejidad de dichas importaciones, siempre amparadas entonces por el Tratado de Roma y supeditadas a cupos, licencias, aranceles, impuesto de lujo… (circunstancias muy diferentes a las actuales). Por cierto, recuerdo también con cariño las charlas y consejos que me dio Ángel Mayo, a título personal, sobre el matrimonio, pocas semanas antes de casarme con mi esposa Isabel, así como sobre el enfoque que debería dar a mi vida profesional en esos importantes momentos… Ángel Mayo quería estar presente en casi todo, siendo muy amigo de sus amigos, además de una persona de gran generosidad, altos valores, rectitud en sus formas y fuertes convicciones.

Allá por el año 1981, cuando ya andaba montando mi vida familiar y estaba enrolado en el mundo del disco, siempre con un ojo en la editorial familiar, tuve claro que los nuevos tiempos y mis distintas ocupaciones internacionales marcaban la necesidad de dotar a la revista de una estructura profesional, además de la habitual de los colaboradores, y así se lo aconsejé a mi padre que, como casi siempre, aceptó la propuesta, contratándose a Amelia Díe Goyanes como redactora jefe. Amelia era periodista de carrera y en cinco años creó una estructura más o menos profesional en la redacción, poniendo los cimientos para la nueva época de RITMO que marcaron los años ochenta. Por consejo de Ángel Carrascosa y para sustituir a Amelia, que manifestó su deseo de abrirse a nuevos sectores, conocí a Pedro González Mira, con el que ya había tenido algún contacto previo, pues era profesor en un colegio donde yo había llevado el método de enseñanza musical Kodály, método con el que Pedro quedó entusiasmado.

Recuerdo que inicialmente tuvimos abundantes y largas charlas sobre RITMO, sobre lo que debería ser una revista de música, sobre sociedad y política (sobre esto seguimos ahora charlando habitualmente) y el resultado de esos contactos fue su contratación como nuevo redactor jefe de la revista en el mes de febrero de 1987, puesto en el que ha estado hasta su jubilación en octubre de 2012. Pedro González Mira colaboró estrechamente con mi padre hasta su fallecimiento en 2010, siendo siempre su mano derecha, pese a las lógicas discrepancias entre personas de épocas y mentalidades tan distintas. Al equipo profesional de Pedro, se incorporó tres años más tarde, cuando la economía de la revista lo permitió, una segunda figura profesional, la periodista Elena Trujillo, posibilitando que Pedro se centrarse en la planificación mensual de la revista, en los artículos de fondo y los discos, dejando la parte informativa, las relaciones públicas y la secretaría de redacción a Elena.

El tándem funcionó perfectamente hasta la jubilación de Pedro, siendo una de las épocas más saludables económicamente para la editorial, pues vivió el “boom” del disco (LP-CD-DVD), el gran mercado de los equipos HI-FI domésticos y la expansión de las instituciones musicales en España (orquestas, auditorios, festivales, ciclos, cursos, concursos, etc.). El magnífico trabajo de Elena Trujillo fue imprescindible para el desarrollo periodístico y comercial de la revista durante esos más de 25 años de continua expansión de la vida cultural y comercial de la música en España.

Para sustituir a Pedro González Mira, se precisaba un perfil similar al de éste, dados los buenos resultados obtenidos, de tal forma que siguiera desarrollando el contacto nacional e internacional con los colaboradores, los músicos, las instituciones y los discos. Además tenía que aportar una nueva visión para el proyecto editorial, en los nuevos tiempos de Internet y de las redes sociales, pues el modelo tradicional ya empezaba a hacer aguas en los últimos años de Pedro. La tarea no era fácil y Elena Trujillo sola no podía asumir todo el trabajo y responsabilidad. Como siempre en tiempos de mudanza, recurrí a mi fiel amigo y consejero Ángel Carrascosa, que nuevamente me presento a un posible candidato, un joven de Jaén, colaborador de la revista desde hacía años como crítico y vinculado profesionalmente al mundo del piano y de la crítica musical; me presentó entonces a Gonzalo Pérez Chamorro. En esta ocasión, y como la sustitución de Pedro se programó con bastante antelación, el jefe de redacción estuvo formando a su nuevo pupilo durante casi dos años, con lo que se garantizaba un cambio “controlado” para este puesto clave de la revista.

A partir de 2012, con la entrada de Gonzalo en RITMO, la editorial debía hacer frente necesariamente a los nuevos retos que el mundo digital ponía en el horizonte. Ya en 2009, anticipándonos a los hechos, como ha sido habitual en nuestra historia, creamos un portal Web para la música clásica con la marca ForumClasico, bajo mi tutela y la de Elena Trujillo; un portal con multitud de informaciones y servicios musicales online que, desde el principio, tuvo y sigue teniendo un gran éxito de visitas. Por su parte, Gonzalo se encargó de crear y desarrollar nuestras redes sociales que, en la actualidad, gozan de gran difusión con miles de seguidores. En estos años de convivencia con Internet, la revista ha mantenido y mantiene su edición en papel, habiendo realizado varios cambios en maqueta, cabecera y contenidos, centrándose estos en tres bloques: opinión, crítica y actualidad, cada uno de ellos con sus colaboradores especialistas. En paralelo con la edición impresa producimos otra en formato digital, dando servicio a la nueva demanda del mercado. Con todo ello, podemos afirmar que la editorial se ha posicionado, una vez más, en este nuevo entorno multimedia, con su habitual visión de futuro e ilusión en la continuidad del proyecto.

Coincidiendo con los últimos años de Pedro al frente de la redacción, RITMO tuvo que asumir la grave crisis económica que desde 2008 comenzó a afectar al país, así como el serio revés que supuso para las publicaciones culturales que el Ministerio de Cultura retirase, justo en esos difíciles años, las suscripciones a las bibliotecas públicas que mantenía con las principales revistas culturales, asestando con ello un duro golpe en la cuenta de resultados de todas ellas, RITMO incluida, poniendo en serio peligro su supervivencia. Ante la continuada situación de crisis económica, en 2014 la editorial precisó refundarse empresarialmente, hizo un reajuste profesional y Gonzalo Pérez Chamorro pasó a la figura de editor, manteniendo yo la dirección, situación que perdura hasta la fecha.

En el inicio de nuestro año 90, me gustaría hacer algunas reflexiones sobre la revista de cara al futuro. Evidentemente, he de reconocer que nos encontramos con un futuro bastante delicado para las revistas en su edición impresa, pues los nuevos lectores están mucho más cerca de la información vía Internet que de la que se ofrece sobre el papel. Por otra parte, también soy consciente que la difusión de la información ya es globalizada y no se realiza por una única vía o soporte, como así había sido hasta ahora. En estos momentos, las propias entidades y personas, generadoras de la actividad musical, tienen sus medios de comunicación e información propios desde la red. Los críticos, los periodistas, los compositores y los intérpretes utilizan para la promoción y difusión de sus creaciones e informaciones Internet directamente y, además, con sus propias herramientas públicas (redes sociales, blogs, páginas web…). La industria discográfica, lejos ya de los soportes físicos (CD-DVD-BR), llega también de manera directa al consumidor final vía sus plataformas de distribución internacional online, bien en streaming o en descargas, utilizando sus propios elementos de promoción e información directa con sus páginas web, redes sociales y servicios de newsletters. Ante esta situación generalizada de eliminación de intermediarios en el consumo de música y de sus informaciones y noticias, hay que volver a buscar, a replantear, el papel actual de una revista de música clásica, así como la de otros actores, y de sus distintas posibilidades de subsistencia, dentro del nuevo escenario comercial y multimedia en el que ya vivimos.

Nos encontramos en un nuevo mudo, que ha sufrido una auténtica revolución, casi un “tsunami”, en sus mercados culturales y en los sistemas de promoción y difusión de sus productos. Las revistas en sus formatos tradicionales, que no son más que elemento de información, promoción, orientación y análisis crítico para el lector, podríamos decir que han dejado de tener sentido en el momento actual. Por ello, RITMO necesita buscar nuevos caminos para su desarrollo, un nuevo espacio en su misión informativa, de consulta y de crítica; un espacio desde el que pueda seguir manteniendo la ilusión por crear un servicio útil para la música y para sus lectores. La revista debe ofrecer una más efectiva selección, clasificación y presentación de la muy abundante información que actualmente nos llega de manera global, repartiéndola entre sus distintos soportes en función de la inmediatez, oportunidad y valoración de cada texto, de cada imagen. Debemos dar servicio a una nueva audiencia que se encuentra, en muchas ocasiones, perdida y desorientada, cuando no manipulada, desde la inmensa base de datos y servicios de información que es Internet; un torrente de información y datos, repartidos en cientos de enlaces, supeditado a los algoritmos de los buscadores dominantes, ofreciéndose casi siempre de manera gratuita o, mejor dicho, sin un pago directo, a cambio de nuestros datos y gustos personales teóricos, que luego son utilizados por terceros para procesar anticipadamente la información que demandamos de la red.

Hay que tener claro que ahora el futuro de las publicaciones periódicas ya no se puede basar exclusivamente en las ediciones en papel. También es cierto que apostar al cien por cien en estos momentos en los servicios web tampoco es una opción. Debemos encontrar un camino intermedio que, manteniendo las necesidades del concepto tradicional de la revista impresa, afronte con solvencia los nuevos retos digitales en la red. En esta línea, RITMO continuará con la revista en papel, centrándose cada vez más en los artículos de fondo, con peso y firmas solventes, entrevistas, críticas y reportajes seleccionados a nivel nacional e internacional, así como en secciones fijas especializadas de contenido propio y exclusivo para este soporte.

También intentaremos mejorar, con arreglo a nuestras posibilidades, pues no tenemos o no hemos sabido tener grandes patrocinadores que nos protejan económicamente, los contenidos, el diseño, la maqueta y la imagen gráfica, para seguir adaptándonos, con la mayor ilusión y eficacia posible, a las tendencias y necesidades actuales de una revista impresa.

En cuanto a nuestro desarrollo en Internet, llevaremos a la plataforma Web las noticias del día a día, la información general, la crítica discográfica online con enlaces y servicios directos a la red, los artículos de promoción, la difusión de la propia revista en papel y de algunos de sus contenidos concretos. También incorporaremos a la Web los nuevos servicios digitales que el mercado internacional nos está proponiendo. Todas estas novedades se realizarán desde una nueva potente plataforma Web en Internet, apoyada por nuestras exitosas redes sociales y servicios de newsletters. Para ello, hemos desarrollado (en fase de pruebas) un nuevo portal bajo el dominio RITMO.ES (presente en nuestra cabecera desde el pasado número 900 de la revista), que esperamos inaugurar oficialmente en breve. RITMO.ES será un nuevo espacio multimedia en Internet, al servicio de la música clásica, con clara vocación internacional en sus propuestas y que nos ayudará a definir y seguir explorando nuestros caminos de futuro, renovando por ello nuestra ilusión en el proyecto.

El desarrollo de todas estas acciones e ilusiones precisa, nuevamente, como así ha sido a lo largo de estos 90 años de historia, del apoyo generoso de los lectores, seguidores y amigos de RITMO, pues sin ellos nada de esto sería posible ni tendría sentido. Gracias a todos por ayudarnos a mantener la ilusión y la continuidad de este proyecto que se llama RITMO y que ya podemos afirmar que pertenece, por derecho propio, al patrimonio musical de todos.