Música clásica desde 1929

Raúl Miguel Rodríguez
Febrero 2018 - Núm. 915

Raúl Miguel Rodríguez

“La diferencia de estilos es solo cuestión de fonética”

 

Invitado habitual en orquestas al otro lado del Atlántico, el maestro Raúl Miguel Rodríguez acaba de debutar con la Orquesta de Extremadura en un programa ecléctico y multidisciplinar, fruto de su interés por los distintos géneros y los estilos musicales más diversos. Discípulo de George Pehlivanian, su musicalidad y la claridad de su gesto han sido distinguidos desde sus inicios como director, ganando el segundo premio en el London Classical Soloists International Conducting Competition. Actualmente tiene compromisos cerrados hasta el 2019, que incluyen orquestas de México, Estonia o Guatemala, donde tiene previsto dirigir la Quinta Sinfonía de Mahler el próximo mes de agosto, o Costa Rica, con estrenos de obras de compositores como Marvin Camacho. Además está al frente de un proyecto pedagógico con la Orquesta Madrid Sinfónica de la Fundación Música Maestro.

Desde sus orígenes como trompetista con colaboraciones con la Deutsche Oper Berlin o con la Orquesta Nacional de España, bajo la batuta de directores como Zubin Mehta o Daniel Barenboim, hasta su etapa actual, le pedimos al maestro que nos narre sus experiencias en estos años de peregrinaje alrededor del mundo de la dirección orquestal. 

Usted es trompetista profesional y muy reconocido, como le ha ocurrido a Andris Nelsons... ¿Cómo y por qué decide dedicarse a la dirección de orquesta?

Está claro que todo director debe dominar un instrumento. En mi caso, mi instrumento es la trompeta. Gracias a él he tenido la oportunidad de interpretar a los grandes compositores y colaborar con grandes orquestas. He tocado en la Orquesta Nacional de España, la Filarmónica Arturo Toscanini, la Mahler Chamber Orchestra, la Staatskapelle de Berlín, o la Deutsche Oper Berlin, y he sido dirigido por maestros como Daniel Barenboim, Zubin Mehta, Christian Thielemann, Marc Minkowski y Rafael Frühbeck de Burgos entre otros. Todo ello es un bagaje fundamental en mi carrera. Y respondiendo a su pregunta de por qué me quiero dedicar a la dirección o por qué me dedico, desde siempre la música ha sido mi pasión, y más incluso la dirección orquestal. Ya desde muy pequeño, ponían música en casa y me decían que podía pasarme todo el tiempo dirigiendo. Como suele ocurrir, mi padre era un buen músico aficionado y en mi casa se vivía la música. Siempre me he fijado en los directores y, por dentro, algo me decía que realmente era lo que quería hacer. Posteriormente llegó el Concurso Internacional de Londres (London Classical Soloists Conducting Competition), donde obtuve el II Premio. Alabaron la calidad de mi gesto y mi musicalidad, dos cosas importantes que siempre han destacado en todas las orquestas con las que he trabajado. Creo que pueden ser razones más que suficientes para llevar a cabo esta maravillosa carrera. 

Le gusta el jazz y la clásica, ¿cómo se pueden compaginar estilos musicales tan distintos? ¿Se puede estar tocando con Paquito D’Rivera y a la semana siguiente ensayar con la Deutsche Oper Berlin? ¿No le resulta complicado concentrarse?

La MÚSICA es siempre MÚSICA (con mayúsculas), para mí la diferencia entre estilos es una cuestión fonética, gramatical y literaria: igual que en el lenguaje hablado. Gracias a esta visión he tenido la suerte de poder trabajar con grandes músicos, de muchos estilos diferentes y aprender de todos ellos por igual. Por ejemplo, mi colaboración con Paquito D’Rivera fue como trompetista en la Historia del soldado de Stravinsky, de cuyo proyecto se grabó un CD que está premiado con un Grammy Latino al mejor disco de música clásica en el año 2003. La semana siguiente tenía que estar interpretando música barroca con trompeta natural y después ensayando con la Deutsche Oper Berlin, invitado por uno de mis maestros, Martín Baeza-Rubio, quien fuera Primer Trompeta Solista durante casi 15 años de dicha orquesta y hoy en día dedicado también a la dirección de orquesta como director artístico de la Berlin Opera Chamber Orchestra. Diferentes experiencias, como ve, pero todas enriquecedoras. 

¿Qué le aporta cultivar géneros musicales tan distantes?

Creo que un director de orquesta debe ser un músico versátil, que debe poder dirigir cualquier estilo musical con propiedad. La posibilidad de aprender de todos estos estilos, aporta perspectivas que permiten observar una obra musical concreta desde el punto de vista adecuado. Yo he intentado aprender muy honestamente a interpretar toda clase de estilos musicales, dirigir un día El Mesías, y a la semana siguiente, un compositor romántico, o estrenar obras de compositores del siglo XXI.  

Creo que fue Chick Corea quien dijo eso de “la música clásica es mi mujer y el jazz mi amante”…

Bueno, en mi caso no podríamos hablar de amante como tal, es una convivencia diaria tanto con la clásica como con el resto de estilos musicales. La música, en esencia, forma parte indisoluble de mi vida. 

Recientemente ha estado dirigiendo a la Orquesta de Extremadura en un programa cuanto menos ecléctico y diferente. ¿Cómo resultó la experiencia?

Sí, ha sido una oportunidad magnífica. El título del proyecto es “Bestiario del Circo”, y está basado y adaptado sobre textos del libro de poemas del gran actor cómico y poeta Pepe Viyuela. Es un espectáculo heterogéneo que une música, poesía, circo, y en gran medida teatro. Parte del éxito de este proyecto es que los cuatro aspectos están organizados de una manera sublime, por el gran compositor, arreglista y productor César Guerrero. 

¿Se siente atraído por este tipo de programas que fusionan artes o estilos distintos?

Sí, dada mi formación me siento cómodo en los proyectos “abiertos”, de fusión, sobre todo con diferentes disciplinas (como en este caso). Es muy similar a los géneros líricos (ópera, zarzuela…) y es una actividad que espero poder desarrollar en un futuro cercano. 

En Sudamérica es usted un director distinguido, ¿cree que el público tiene los mismos gustos a uno y otro lado del Atlántico?

Me siento muy identificado con los países latinoamericanos, en mi carrera como trompetista he trabajado con muchos músicos latinos, y siempre me han tratado de forma extraordinaria. Ahora, como director me estoy encontrando, con músicos de mucho talento y con enormes ganas de aprender. En este momento Latinoamérica está en pleno desarrollo musical, y cada día tienen más y mejores medios. En la actualidad se están organizando grandes festivales y clases magistrales de grandes intérpretes europeos que están aportando mucho a todo este proceso. 

El próximo mes de agosto tiene previsto dirigir la Quinta Sinfonía de Mahler en Guatemala. Tengo entendido que no es un repertorio muy habitual por allí. ¿Siente emoción o responsabilidad?

Es cierto, si bien no podemos afirmar que sea la primera vez que se interprete esta Sinfonía en Guatemala, no es menos cierto que la última vez que se hizo puede que fuera hace cuarenta años, no puedo decirle con exactitud, pero será una cifra parecida, con lo cual sin duda el público será distinto. Sinceramente, siento ambas cosas a partes iguales, tanto emoción como responsabilidad. Este año será la tercera vez que vaya como director invitado y eso sin duda es una gran emoción. Con Guatemala encajamos desde el primer momento y me ilusiona mucho volver y aportar mi granito de arena, además la ilusión lo puede todo y el sentido de responsabilidad será ampliamente superado por el gozo ante una música tan sublime. Como añadido tendremos la suerte de contar en este mismo concierto con mi amigo y compañero, el trompetista Manuel Blanco, quien interpretará el Concierto para trompeta en mi bemol de Haydn, y también participará en el montaje de Mahler; estoy convencido de que será un éxito. 

Ese Adagietto nos remite a canales venecianos y a la vieja Europa, pero no a la jungla tropical… ¿Cree que es fácil transmitir esas sensaciones?

La música es un lenguaje universal, ¡claro que se pueden transmitir todo tipo de sensaciones! Lo único que podemos cambiar son matices de la interpretación. Es como hablar sobre la diferencia que hay entre cómo suena Mahler en Alemania, en Austria, en España o Inglaterra; o la diferencia que hay en cómo diferentes directores sacan distintas versiones con las mismas orquestas.  

George Pehlivanian, que fue su mentor, su II Premio en el Concurso Internacional de Dirección de Orquesta de Londres… El trompetista que sigue siendo dejó paso al director que ahora es, pero ¿la trompeta le sigue tentando?

Cuando era estudiante en el Superior en Madrid, acudía a menudo a las actuaciones de la Orquesta Nacional de España, donde mi profesor, José Ortí, era el trompeta solista. Luego empecé a colaborar con ellos y siempre que dirigía el maestro Pehlivanian me asombraba su control técnico, su elegancia y su gesto. Con las manos decía tantas cosas como requería la música, en pocas palabras, me fascinaba su manera de dirigir. Decidí que quería aprender con él y desde el primer momento sentí que conectamos muy bien. Sus enseñanzas son magníficas para poder realizar la música que sientes y tener en tu cabeza el control de tus gestos para poder transmitir lo primero a la orquesta. Él valora mucho mi trabajo. La trompeta sigue estando en mi vida, pero en este momento tendrá que esperar. 

¿Su conocimiento del instrumento le está abriendo muchas puertas de cara a proyectos específicos de trompeta y orquesta?

Me considero una persona afortunada. Siempre me han valorado y considerado muy bien en todas las orquestas con las que he trabajado. He tenido la oportunidad de dirigir a trompetistas o músicos de metal de la talla de Reinhold Friedrich, James Ackley, Rubén Simeo o el mismo Manuel Blanco y, gracias a esa consideración, siempre han confiado en mí para distintos proyectos. 

Háblenos de sus próximos proyectos…

El 2018 ha empezado bastante bien, además de la producción del “Bestiario del circo” con la Orquesta de Extremadura, ahora en febrero dirijo un programa barroco con la Orquesta Sinfónica de Tenerife. Además tengo compromisos cerrados hasta 2019 en distintos festivales y con diferentes orquestas, en Estonia, México, Guatemala, como ya he mencionado, y Costa Rica, donde volveré de nuevo a realizar otro estreno del gran compositor Marvin Camacho. También estoy desarrollando un proyecto de corte más pedagógico que me tiene ilusionado, con la ORMAD (Orquesta Madrid Sinfónica, de la Fundación Música Maestro). 

¿Música con palabras o sin palabras?

Tengo muy buena relación con la ópera. En Alemania, con la Deutsche Oper Berlin, he tocado óperas de Wagner, Verdi, Puccini… También he trabajado como asistente del maestro García Calvo, haciendo la Salomé de Richard Strauss con la Simfònica de les Illes Balears. Me reafirmo, MÚSICA, sin más calificativos. 

Nos lo imaginamos estudiando mucho Mahler, entre otras cosas, ¿qué música visualiza en un futuro breve?

Como actividad profesional me gusta ver la música que tengo que defender inmediatamente como algo único, ya que considero mi capacidad de concentración como algo valioso, y más valioso aún mi tiempo. En cada momento la obra que más me gusta es la que tengo que interpretar próximamente. Esta mentalidad me hace disfrutar de cada momento y cada partitura de manera excepcional. 

¿Y a qué música se siente tentado a llegar, tarde o temprano?

Sigo insistiendo, la MÚSICA es MÚSICA y toda ella es atractiva y un medio imprescindible e increíble de crecimiento y disfrute. La música es imprescindible en mi vida. Como decía Nietzsche, “sine musica nulla vita”. 

Gracias maestro, ha sido un placer. 

https://www.raulmiguelrodriguez.com/ 

Por Carolina Bellver

Foto: El director Raúl Miguel Rodríguez
Crédito: © Iciar Ybarra

 

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