Música clásica desde 1929

Raquel del Val
Octubre 2014 - Núm. 878

Raquel del Val

“No sólo de bajar teclas vive el pianista”

Alicantina de nacimiento, leonesa de adopción y burgalesa (con gran apego a los madriles) de corazón, Raquel del Val lleva toda su vida unida al piano. Su maestro Guillermo González ya se refería a ella como “los deditos engrasados”, que a lo largo de su carrera han deslumbrado tanto al público como a la crítica. Con firmeza, esta mujer humilde, sincera, pero de temperamento, ha sabido dirigir sus pasos hacia un claro objetivo: llegar a ser una verdadera intérprete, no una simple ejecutante. Y el éxito le ha acompañado. Del Val ha conseguido desarrollar todas las facetas artísticas relacionadas con el piano. Es concertista, profesora e investigadora que ha centrado buena parte de su trabajo en la recuperación del patrimonio musical español, desde mediados del siglo XIX hasta el ecuador del XX; y no sólo de los compositores de referencia, como Albéniz, Granados, Turina, sino también de otros autores menos conocidos por el gran público pero de extraordinario valor musical, como Pedro Blanco, Eduardo Ocón, Henri Herz, Joaquín Larregla, la saga familiar Moreno-Torroba y tantos otros. Y, además, se preocupa por estudiar aquellos músicos viajeros que, impresionados por la belleza de nuestro país, se impregnaron de nuestro rico universo sonoro, como Liszt, Chopin, Schumann, Moszkowski, Collet o Gottschalk. Nos recibió en un céntrico hotel madrileño junto a su marido José Antonio Morcillo, minucioso y experimentado copista, con quien desde hace unos años comparte su intensa labor de investigación musicológica. En la actualidad, trabajan mano a mano en una nueva edición crítica del Concierto para piano y orquesta n. 1, de Tchaikovsky, que la pianista tocará en una gira de conciertos por la provincia de Alicante. De todo ello nos habló en una distendida entrevista, en la que fuimos partícipes del gran sentido del humor del que hace gala Raquel del Val.

La música ha acompañado a Raquel del Val desde su más tierna infancia.

Me inicié a los 4 años con la guitarra, y aunque en mi familia no había antecedentes musicales, se dio la circunstancia de que mi padre siempre había tocado el piano de forma autodidacta, y mi madre (que de soltera vivía en Madrid enfrente de lo que entonces era el Conservatorio de Música, ahora Escuela Superior de Canto) siempre sintió pasión por la música, así que a los 6 años empecé con el piano, a los 8 entré en el Conservatorio de León y a los 13 años ya tenía el título de Profesor de Piano de Grado Medio. Lo normal era titularse más o menos a los 18 años, como ahora, así que para poder obtener el título oficial, trámites que estaban centralizados en Madrid, el director del Conservatorio de León (y mi primer maestro) José Castro Ovejero solicitó que un inspector certificara que podía tener la titulación a pesar de la poca edad. A los 14 años fui becada por la Doral Chennings School de Nueva York, donde ya me di cuenta del interés que tenía la música española fuera de España, en una época en la que se tocaba el repertorio más conocido: Goyescas, Iberia… Más tarde, aprovechando que mi abuela seguía viviendo en la capital, me planteé estudiar en el Conservatorio Superior de Música de Madrid con Guillermo González. Lo conocí en unos cursos que se celebraban en Segovia, a los que invitaban a importantes personalidades musicales de entonces.

¿Qué recuerdos tiene de aquella etapa de formación con Guillermo González?

Siempre le agradeceré, a parte de su trato cercano, que nos inculcara que no sólo fuéramos músicos. Nos enseñó a ser realistas y a darnos cuenta de que hacer música lleva mucho trabajo, mucha disciplina y nos aconsejó a todos que también estudiáramos otra carrera, nos dedicáramos o no profesionalmente a ella. A mí ya me lo habían inculcado en mi casa, pero que tu maestro también insista en que sigas en esa misma dirección de ampliar tus conocimientos y de conocer otros mundos y otras personas más allá de la música, es uno de los mejores consejos que se le pueden dar a un estudiante de música. Y si ese consejo se diera más a menudo y se llevara más a la práctica, creo que la música clásica sería de otra manera, más completa.

De todos modos guardo un magnífico recuerdo de todos mis maestros, desde Castro Ovejero en León, hasta Wieslaw Rekucki y Tsiala Tdservenaze en Asturias. Todavía recuerdo aquélla frase de Guillermo: “Ya sabéis, el sábado tenemos concurso de octavas”, (recuerda Raquel imitando el acento canario del maestro González). Creo que gracias a esas sesiones desmitifiqué las series de octavas y algún que otro reto técnico...

De hecho, sus estudios superiores de música los alternó con la licenciatura en Derecho. Fueron años de mucha disciplina…

La Facultad me aportó formación y mundo, y sobre todo saber rentabilizar el tiempo y la concentración. Hablando de disciplina, y volviendo atrás, Guillermo nos organizaba hasta las horas de recreo; por ejemplo, en los Cursos de Segovia, nos decía: “de tal a tal hora no se mueve uno de la banqueta del piano y luego el fin de semana nos vamos todos juntos a divertirnos”. El día de descanso nos íbamos a visitar monumentos y a empaparnos de arte y cultura, así nos hacía ver que en la formación de un pianista no sólo existe el piano y la música. Todos los conocimientos relacionados con otras disciplinas artísticas te ayudan a la hora de interpretar y relacionar distintos estilos, a contextualizar la música en la historia. Eso es lo que hecho en falta ahora con ciertos ejecutantes, y digo ejecutantes con toda idea, y me refiero a estos productos del marketing pianístico que invaden los escenarios. Con todos mis respetos, no sólo de bajar teclas vive el pianista, hay muchísimas más cosas alrededor de un hecho artístico. Lo difícil es encontrar artistas con ideas, que tengan algo nuevo que decir; un maestro completo no necesita usar artificios, sabe interpretar y trasmitir de forma natural, como si no costase esfuerzo alguno.

Su verdadera pasión por la música española, con Albéniz y otros entre sus compositores de cabecera, supongo que viene de esta etapa con Guillermo González…

Para mí el mejor intérprete de Iberia...de todos modos mi interés por nuestro patrimonio cultural se ha ido enriqueciendo con el paso del tiempo, al comprobar que, estilística y técnicamente, es uno de los estilos más completos, ya que abarca, en cuestión de programas de piano, desde el Barroco a la Vanguardia, y no sólo en lo que se refiere a la música española escrita por autores nacionales sino también al gran repertorio internacional. En relación al tema de los estilos, trato de inculcar a mis alumnos que no se puede interpretar la Partita n. 5 de Bach igual que la Barcarola de Chopin e igual que las Goyescas de Granados, que es lo que hacen muchos pianistas actuales. Es lo que imponen algunas escuelas, para las que lo primero, y único, es tocar en vez de interpretar. Por supuesto, la base es la técnica… Y no se trata de no fallar una nota, no somos máquinas, sino de ofrecer un trabajo artístico basado en una solidez intelectual contrastada. Daniel Barenboim puede fallar alguna vez una nota en directo (¡y para mí es Dios!), o cualquier pianista que se enfrenta a una interpretación ante el público en la que no podemos olvidar nunca el factor humano… La técnica sin interpretación no es nada y, al revés, tampoco.

Ha hecho referencia a las escuelas actuales. Analizando su trayectoria artística es de suponer que las escuelas norteamericanas están entre sus favoritas…

En Estados Unidos son disciplinados y muy prácticos, y esto último es más importante de lo que parece. Enseñan a estructurar el trabajo y sacar el máximo provecho del tiempo, a estar concentrado en mejorar la técnica y, sobre ese trabajo inicial, desarrollar la interpretación. Esta metodología la aplican a todos los campos artísticos y los resultados son extraordinarios. La clave, una técnica depurada que sirve de base a un profundo trabajo intelectual que permite comunicarte con el público a través de la música. Cuando en 2010 me invitaron en la Manhattan School of Music de Nueva York a impartir una masterclass sobre música española del siglo XIX y XX, seleccionaron a un grupo de alumnos brillantes de todas las edades. Había críos de 10 años que tocaban de maravilla, qué claridad de ideas para un niño tan pequeño. Pero, como es lógico, les faltaba profundidad. Por ejemplo, recuerdo que una niña de 13 años tocó el Tango de Albéniz, técnicamente casi perfecto, pero muy rígido. Mi labor era explicarle que esta pieza, llamada tango, es en realidad una habanera y que la mano izquierda imita el movimiento del mar, y que hay que condicionar la técnica para conseguir ese movimiento... Les costaba mucho, pero lo intentaban. Tampoco es algo que puedas asumir en el momento de la clase, sino a base de trabajarlo en casa ante el piano, después de reflexionar. Un detalle que me llamó la atención fue la implicación de los padres de los alumnos. La mayoría no eran músicos, pero tomaban notas de lo que allí estaba pasando, no con ánimo de fiscalización sino para poder compartirlo con sus hijos al volver a casa. De todos modos últimamente en España se está enseñando muy bien en ciertos ámbitos, en los que se une a la enseñanza propia ese aspecto intelectual del que hablaba antes, y prueba de ello es nuestra proyección fuera.

¿Dónde se encuentra más a gusto, sentada sola al piano en un recital, formando parte de un conjunto de cámara o cuando toca con una orquesta, a las órdenes de un director?

No sabría decirle… todo... Trabajar con una orquesta es impresionante, como estar “solo ante el peligro”, el solista se encuentra entre la orquesta y el público; y depende del grado de implicación que tengas con el director, con los músicos y con el público el que surja la magia… También me gusta mucho tocar sola en un recital, depende de ti el poder transmitirle al público lo que ha escrito el autor y hacérselo comprender. Toco en público desde los once años y sigo disfrutando. A veces, antes de salir a tocar estoy riéndome con el regidor; el ponerme trascendente en el camerino no es mi estilo… ¡Ja, ja, ja…! Él lo sabe (refiriéndose a su marido José Antonio Morcillo). Dar un concierto tiene que hacer ilusión pasen los años que pasen, hay que disfrutar, y si no es así, es mejor no hacerlo.

Y para hacer música de cámara...

Es muy importante tocar con un grupo profesional, en el que haya una conexión personal, como ocurrió en el grupo original que formé con Pilar Serrano y Jesús Yepes hace años. Va más allá de la música. Todos los roles de trabajo y el grado de implicación de todos los miembros tiene que ser la misma, que nadie dirija a nadie. Es difícil hacer música de cámara de calidad si se piensa que es simplemente ensayar; y como en el piano, también hace falta hablar mucho de música fuera del contexto instrumental. Hay que conocerse muy bien, por eso, la música de cámara es un mundo a parte. Es algo que aprendí hace muchos años de los que fueron mis profesores en el Conservatorio de Oviedo Wieslaw Rekucki y Tsiala Kvernadze y que luego he comprobado en la vida profesional.

Usted es una clara defensora de las grabaciones en directo, cosa que no resulta habitual entre los intérpretes.

Las grabaciones en directo reproducen el hecho artístico tal y como se ha producido, sin filtros. Esa es la música real. Con los avances en el campo del sonido, en un estudio puedes hacer de todo, incluso enmascarar tu verdadero yo. Mi afinidad a las grabaciones en directo viene de la infancia. Me regalaron una cinta de Murray Perahia, otro de los grandes, en la que tocaba en directo las Variaciones en do menor de Beethoven y el Carnaval de Viena de Schumann. Perahia es siempre una maravilla, es otro Dios del piano, y al oírlo era como sentir sus respiraciones, el grado de implicación con el público y la concentración del momento… En un estudio puedes cortar, volver sobre un pasaje, mientras que en directo no hay trampa ni cartón, hay que atreverse a decir “esta/este soy yo y esta es mi forma de interpretar, de entender la partitura”. Por eso me gusta colaborar con Radio Nacional de España, donde he sido invitada en varias ocasiones para tocar en directo en distintos programas monográficos, como el del Centenario de Albéniz, el programa “La gran noche del piano” o la última intervención en “Los Clásicos”. También, en relación a estas y otras intervenciones en radio, aparte del encanto de tocar en directo en esos estupendos estudios, he podido estrenar y reestrenar obras casi perdidas y contribuir a su difusión.

De hecho, su CD “Paisajes de España” tiene el valor añadido de haber sido grabado en directo.

Por todo lo que le acabo de comentar, para mí grabar un disco es como una tarjeta de presentación, puedes gustar o no, pero eres tú. Luego, claro, el master pasará por un estudio para depurar únicamente cosas inevitables en un directo, como las toses o los tradicionales ruiditos de envoltorio de caramelo (todo un clásico) etc; pero ese proceso de limpieza es lo único que no atenta contra la autenticidad de la interpretación.

Quizá esa curiosidad por investigar en el patrimonio musical español menos conocido está vinculado a su “biografía viajera”…

Hay mucha mezcla de estilos en este disco, quizá debido a eso. He nacido en Alicante, pero he vivido toda mi vida en León, donde trabajo. Y en Burgos tengo mis raíces familiares, mi casa familiar de verano. De todas formas, me siento a gusto en aquel lugar en el que pueda estar conociendo su cultura, gastronomía y tradiciones, algo que puedo hacer gracias a esta profesión. Volviendo al tema del repertorio, siempre he tratado de huir del academicismo extremo y de las etiquetas. La música española importante se extiende desde el Barroco hasta el momento actual, y tenemos músicos de nuestros días, que siguen componiendo para nosotros, en los más diversos estilos por lo que hay un enorme abanico para hacer versiones diferentes… Y aunque me he centrado bastante en los autores españoles, los grandes autores del repertorio internacional (Liszt, Schumann, Chopin…) no faltan en mis programas, dependiendo de los ciclos en los que participo. Como le decía antes, hay un filón infinito sumando los autores nacionales y los autores extranjeros que componen música española. Por ejemplo, de Chopin se habla de su estancia en Valdemossa, pero apenas se programa su Bolero; Schumann compuso El contrabandista, sobre un tema popular español, del que Liszt hizo otra versión... Cuando toqué estas y otras obras en programas de conmemoración, Listz en España, Chopin y Schumann en España, la gente se sorprendía de que Liszt hubiera vivido temporadas largas en nuestro país, en las que compuso las Folías de España, Jota aragonesa, y otras dificilísimas obras… Que no valoremos que estos autores hayan venido a nuestro país y les haya gustado tanto España como para quedarse a indagar en nuestro patrimonio musical, me parece kafkiano…

Y siempre se programan las mismas obras…

De Albéniz, La Iberia; de Granados, Goyescas (muchos las hemos tocado y son maravillosas); de Turina, las Mujeres españolas… Bien, pero hay otras muchas obras que son verdaderas joyas y no se programan en los auditorios ni tampoco se tienen en cuenta para los programas académicos de los conservatorios. Gracias a nuestra labor de investigación, el disco recupera obras de autores españoles conocidos que no suelen programarse como Radio Madrid, de Turina; pero también de otros menos conocidos como, Henri Collet, Pedro Blanco o Louis Gottschalk… A veces te topas con que los herederos de las obras del autor no te dan facilidades para que investigues o las propias bibliotecas tampoco te lo ponen fácil, aunque, afortunadamente, también se da el caso contrario en el que te dan todas las facilidades.

Sí porque gracias a “Paisajes de España” nació su relación de amistad con el compositor Moreno-Torroba Larregla.

Conocí a Moreno-Torroba Larregla el día que daba el concierto en el que se grababa “Paisajes de España”. Al enterarse que se iba a tocar la célebre Jota de Concierto Viva Navarra de su abuelo viajó para ver, según dijo, “quién tocaba esa obra de endiablada dificultad”; de hecho hay pocas versiones grabadas y menos en directo, algo en YouTube, dos de ellas de mis conciertos en Vitoria y Zamora*. Que alguien de su categoría, director de orquesta, compositor, componente de una saga de músicos españoles que ha viajado por todo el mundo, se desplace a León para conocerme y con toda la sencillez del mundo, te diga: “¿Qué vas a tocar la ‘imposible’ Viva Navarra de mi abuelo?”, es todo un honor. Es una obra completa, con sus partes líricas y también su lado virtuoso y brillante. A partir de ahí surgió una fructífera relación profesional y de amistad, que ha culminado con una serie proyectos en común, centrados en una compleja labor de investigación, con reestrenos de la saga familiar como Cuadro Goyesco de Moreno-Torroba padre y estrenos de Moreno-Torroba hijo como Esther y otras obras que me ha dedicado como Abril Andaluz, así como la revisión de varias obras de Larregla que solo se habían interpretado una vez por el propio autor. Hay otros compositores, con un estilo compositivo muy distinto de los que también he realizado estrenos, como Salvador Brotons de quien hicimos el estreno europeo del Requiem Trío en el Festival de Sitges, o el Concierto para piano y orquesta, Heliconio, dedicado a mí por el compositor Fernando López, estrenado en el Teatro Campoamor de Oviedo.

¿Cómo organiza sus trabajos de investigación?

Visitando archivos y bibliotecas, también, cómo no, investigando obras disponibles en la red, y con muchas horas de conversaciones con responsables de archivo, autores y herederos de los mismos. Después el trabajo se centra en hacer una revisión completa, las transcripciones, los arreglos y edición crítica. Hacer un arreglo no significa facilitar, en muchos casos al intentar que esa música sea más pianística precisamente se dificulta, para aprovechar todos los recursos técnicos y sonoros del piano. De los Souvenirs de Andalucía de Gottschalk hemos hecho unos cuantos arreglos diferentes para piano solo y ahora estoy con la revisión de la orquestación que acaba de escribir Moreno-Torroba con objeto de interpretarlos próximamente en su versión para orquesta y piano.

En la actualidad está trabajando en una nueva edición crítica del Concierto para piano y orquesta n. 1 de Tchaikovsky. ¿Cómo nació este interesante proyecto?

Fue a raíz del estreno en el Auditorio de Alicante del programa “Capricho español” en junio de 2013. Es un programa parecido a “Paisajes de España”, pero gira en torno a la forma musical Capricho, desde el punto de vista de distintos autores como Liszt, Chopin… pero también de Costa Nogueras, Chaminade, Nogués, Colomer, Moszkowski y otros. A raíz del éxito de ese concierto, el gerente del Auditorio de Alicante Joaquín Santo me presentó a los dos directores de la Orquesta de Jóvenes de la Provincia de Alicante (OJPA), Francisco Maestre, y Juan Miguel Antón que se ocupa de la cantera y de la sección de cuerda. Francisco Maestre me dijo: “quiero que seas tú quien toque el Primero de Tchaikovsky con nosotros”. Lo interpretaremos en una pequeña gira de varios conciertos por la provincia de Alicante. Además del Auditorio de Alicante, actuaremos en distintos auditorios de la provincia, en Elda, Castalla, La Nucía, Teulada, y más adelante en el Auditorio de León.

Nos puede indicar alguna variación concreta que haya hecho respecto a la partitura original.

Después de investigar múltiples versiones, traducir muchos textos, aprovechando la gira levantina, se decidió hacer una revisión íntegra, abordando temas como, la homogeneización de articulaciones de todas las familias instrumentales, además de un análisis de las sonoridades, dinámicas y agógicas, y revisión de los fraseos, adaptándolos a la realidad de la interpretación. Incluye también un pequeño índice de dificultades técnicas en pasajes concretos del piano y el modo de afrontarlos. Por último, se ha hecho un minucioso trabajo de maquetación, siguiendo estrictamente criterios musicales, de cara al estudio y a la interpretación en concierto. Incluso algún pasaje se ha dificultado, por ejemplo duplicando las octavas en el final endiablado del tercer tiempo. La revisión se ha realizado de modo total, en la partitura solista, cada particella y en el ejemplar del director.

Y siempre tocan los mismos…

En algunos círculos sí… y con esto no quiero decir que no sean magníficos artistas. Está el sector compuesto por los jóvenes que salen de la cantera de los concursos, y por ese hecho ya son concertistas; otro sector es el de los músicos que están apoyados por un padrino o lobby (siempre ha existido), y, por último, los que tienen detrás una firma, una marca o una multinacional, y que casi siempre, y a pesar de ser española, apuestan por un apellido extranjero. Un músico tiene que ser contratado (o no) por su currículum y por su calidad artística; y luego una vez que toque, gustará o no… Hay que dejar a un lado las modas impuestas por el mercado, en el que la música entra más por los ojos y el espectáculo, que por el fundamento sonoro. La publicidad para un artista es fundamental porque si no te conocen, no estás en el mercado. Pero la publicidad es como el buen vino, no te puedes emborrachar, publicitariamente hablando, y convertirte en un mero producto sin más. En este sentido, me siento una vez más afortunada porque quien ha contado conmigo ha sido porque ha valorado mi trabajo artístico. Lo que necesita la música clásica es precisamente huir de las etiquetas, del tipo que sean, la música es eso, música, y en un concierto debe haber trabajo bien hecho, comunicación, emoción y, sobre todo, naturalidad.

¿Qué otros proyectos tiene?

Tengo previsto volver a la Manhattan School of Music de Nueva York para continuar con las masterclass sobre música española ya que el profesor Adam Kent, me ha invitado de nuevo. Hemos hablado sobre la posibilidad de ampliar la franja de edad de los alumnos y el número de autores a estudiar. También tengo en cartera una serie de conciertos y otras grabaciones.

Y hay algún escenario dónde le gustaría tocar.

He tenido la suerte de tocar en escenarios de lo más variado, pero quizá, dada mi vinculación familiar con Madrid, y aunque he ofrecido recitales en distintas salas como la Fundación Juan March o en el fantástico ciclo Clásicos en Verano que dirige Consuelo Díez, tengo la espinita clavada de no haber actuado todavía en el Auditorio Nacional; además siempre es agradable reencontrarme con el público madrileño.

Por: Elena Trujillo Hervás

www.raqueldelval.com

* En YouTube podemos disfrutar de la grabación en directo de Viva Navarra, de Joaquín Larregla:

http://www.youtube.com/watch?v=Xmo3cc4ogGk

http://www.youtube.com/watch?v=aLpIxc_arRE

 

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