Música clásica desde 1929

Enrique García Asensio
Abril 2013 - Núm. 862

Enrique García Asensio

Maestro de la dirección

Enrique García Asensio es un hombre de trato afable, cuyo gesto se transforma cuando habla de la dirección de orquesta, su profesión desde hace más de cincuenta años. Sus comienzos fueron brillantes al convertirse en asistente de Sergiu Celibidache. Y continuó fomentando su fama al ganar la plaza del Real Conservatorio Superior de Música de Madrid, siendo el primer Catedrático de Dirección de Orquesta en España. Eso no fue suficiente, su amor por la música abarcaba tanto la educación como el contacto directo con la orquesta, fue director de la Orquesta Sinfónica de Radio Televisión Española en dos ocasiones y director de la Banda Sinfónica Municipal de Madrid, entre otras. Ha dirigido a Plácido Domingo, José Carreras, Teresa Berganza o Andrés Segovia…, y su futuro es un repleto calendario donde señala las clases magistrales que impartirá de punta a punta del globo. La palabra que le define y a la que da sentido completo es Maestro, así le llaman sus alumnos y los que trabajan con él. Para comprenderlo, basta acercarse a su figura a través de esta entrevista concedida a RITMO. 

Maestro, usted proviene de una familia de músicos, ¿le ha influido en su formación y en su profesión?

Naturalmente. Mi padre fue violinista, mi abuelo era abogado y tenía la carrera de piano y violín. Nunca ejerció la abogacía, se dedicó a la música y fue director de una banda en Requena durante un tiempo. Mi bisabuelo era compositor y pianista, y parece ser que también dirigió algo (aunque esto no está confirmado). Mi padre quiso que tuviera una preparación muy completa, por si un día quería presentarme a una cátedra en el Conservatorio, aunque pensaba que yo siempre sería violinista. Él no se había presentado a la cátedra del Conservatorio, porque habiendo estudiado armonía, sólo hizo el primer curso obligatorio para obtener el título de violín. Cuando yo no gané el Premio de Violín “Pablo Sarasate” del Conservatorio de Madrid, cambié el arco por la batuta. El hecho de que yo hubiera estudiado composición, contrapunto, fuga…, me ayudó mucho para poder empezar los estudios de Dirección de Orquesta.

¿Pensó en algún momento dedicarse a otra cosa que no fuera la música?

Jamás. No concibo mi vida fuera de la Música.

¿Cómo disfruta usted de la música?

Disfruto haciéndola y estudiándola.

Tras haber estudiado con los mejores profesores y dedicar muchos años a la educación, ¿cómo definiría a un maestro?

Hay personas que dirigen muy bien o tocan perfectamente un instrumento, pero no sirven para enseñar. El maestro tiene que ser una persona que tenga los conocimientos, el gusto por trasmitirlos a otros y, además, las condiciones para hacerlo entendible y útil. Cuando escucho a alguien decir: “esto lo conozco, pero no sé cómo explicártelo…”, siempre pienso: “mal asunto…”. El profesor de cualquier materia, aparte de lo mencionado, debe pensar que el suyo es un trabajo en el que existe una obligación moral. Si alguien ha sido tan privilegiado (como yo en este caso, que he conocido a personas con estas cualidades), debe hacer lo mismo con los demás. Nadie es eterno, la persona que me enseñó a mí ya no vive, por eso me veo en la obligación de transmitir mis conocimientos. Debo hacerlo.

¿Qué recomienda a los alumnos de música?

Mucha paciencia y perseverancia. Fui la primera persona en ocupar el puesto de Catedrático de Dirección de Orquesta en España, pero nunca pude estudiar dirección en mi país. Rafael Frühbeck de Burgos me recomendó que fuera con los mismos profesores con los que él había estudiado en Alemania y así lo hice. Todos mis colegas tuvieron que formarse fuera porque en España no se podía, oficialmente, obtener el título de Dirección de Orquesta. Aprobé la oposición y el 17 de enero de 1970 tomé posesión de mi cátedra. Desde entonces, muchos directores han pasado por mis manos.

Sus alumnos, ¿qué le agradecen?

Todo, están muy agradecidos, la prueba es que vuelven a estudiar conmigo para hacer cursos de una semana o diez días. La música es como la medicina, una carrera que no se acaba nunca, siempre está evolucionando y hay algo nuevo que aprender. Aunque he enseñado lo mismo a todos, unos tienen más condiciones que otros, tal vez más suerte. Algunos están haciendo una carrera muy brillante. Ellos están satisfechos y yo también estoy encantado, porque me gusta enseñar. Tuve la suerte de que mi maestro Sergiu Celibidache, aunque tuvo muchos alumnos, fuese yo su asistente desde los Cursos de Siena. Como técnicamente estaba muy bien dotado, el maestro me hacía trabajar con el resto para que pudieran aprovechar las clases al máximo. Además, siempre me demostró un afecto especial. Cuando la Fundación Celibidache (“Sergiu Celibidache Stiftung”), programa festivales en honor al maestro, siempre cuenta conmigo, como ocurrió el año pasado en el Festival “Celibidache 100” de Bucarest, para la celebración del centenario de su nacimiento. Dirigí a la Orquesta Filarmónica George Enescu, tocando la obra Celibidachiana de Antón García Abril. Y, puesto que soy el alumno de Celibidache que se ha dedicado a la pedagogía, también impartí Clases Magistrales.

¿Qué opina de la educación musical en España?

Mejora, pero aún hay mucho por hacer. Estuve siete años de profesor de Dirección de Orquesta en Musikene (Escuela Superior de Música del País Vasco) y salieron alumnos estupendos, pero en estos años se ha deteriorado mucho por culpa de las cuestiones económicas. Anteriormente, como ya he explicado, estuve en el Real Conservatorio Superior de Música de Madrid hasta que tuve que elegir entre la orquesta, o la educación… Me hubiera gustado mucho seguir enseñando, pero tuve que dejarlo por la Ley de Incompatibilidades. El que a mí no me dejasen hacer las dos cosas no creó un puesto de trabajo más, porque la persona más capacitada para dar clases de dirección de orquesta es la que está en activo.

¿Hay algún país a imitar en este sentido?

Muchos, No conozco a fondo la cuestión de la enseñanza en todos los países, pero sí conozco la de Alemania, que es donde he estudiado, o la de Inglaterra, a través de mi hermano, que fue profesor del Royal College of Music. La música es una profesión muy complicada, muy larga y difícil, y más con los planes de estudio que hay en España. El bachillerato artístico era un acierto, y creo que se están planteando eliminarlo, al menos en parte. Hay muchas asignaturas que se estudian en el Bachillerato que no son útiles para los músicos y, al contrario, otras que serían muy interesantes, no se estudian. Además, el piano o el violín son instrumentos que no se pueden empezar a estudiar a los 17 años, ya no es lo mismo, los huesos están más duros.

Usted, que participó en el programa El mundo de la música de TVE, ¿puede explicar qué papel juegan los medios de comunicación en la educación?

Tienen una gran responsabilidad. Por eso no se entiende a los medios públicos, que no están ahí para hacer negocio ni deberían entrar en los rating de las televisiones. Recuerdo que en Puerto Rico estaba el canal cultural, donde emitían conciertos, programas de literatura, pintura y documentales, no lo hacían por ganar dinero, sino para formar culturalmente a la gente. Por poca audiencia que tengan las televisiones, siempre será una audiencia tremenda, imposible de alcanzar en el aula de una universidad.

¿Se esperaba que un programa dedicado a la música clásica tuviera tanta acogida?

A mí me llamó José María Morales y me propuso hacer un programa dedicado al director de orquesta. Les gustó mucho lo que hice y me ofrecieron hacer trece programas más para enseñar música a los niños. Después de dos programas, me di cuenta de que no se puede aprender música en diez minutos a través de un programa de televisión. El niño que perdía el programa una semana ya no podía seguir las explicaciones. Empecé a darle vueltas a la idea y se me ocurrió que los niños vinieran a “jugar” con la orquesta y que dirigieran los que sabían algo de música. Los músicos tocaban según dirigían los niños. El éxito estaba en que los músicos fueran realmente dirigidos por él. Cada vez dedicábamos el programa a un autor sobre el que se les hacían preguntas: la época, la obra… y, mientras tanto, yo iba regalando batutas. En las cuatro temporadas que estuve haciendo ese programa, de 1976 a 1980, la batuta se convirtió en el juguete más deseado por los niños españoles. Eso me hizo muy popular, incluso los taxistas de Madrid me llegaban a reconocer por la voz.

Usted, que se ha formado con los mejores profesores, ¿pudo asimilar todo lo que Celibidache le enseñó?

Ojalá hubiera podido asimilarlo todo, como mucho me quedé a la mitad. Y, desde luego, he intentado hacer todo lo que él me dijo. La técnica sí la aprendí mejor que nadie.

¿La técnica es lo que más le interesó?

No. Lo que sucede es que los conocimientos musicales pueden ser muy grandes y muy profundos, pero sin la técnica no son suficientes para hacer sonar mi instrumento, la orquesta. La orquesta es el mayor conjunto de imperfecciones que se puede dar en música, porque cada instrumento en sí es imperfecto. Pero además, es el único instrumento en el que yo, que soy el que voy a tocar la orquesta, no tengo contacto físico con él, mientras que con todos los demás instrumentos sí se tiene contacto físico. Es decir, estamos en manos de otras personas, y eso es lo que hace que sea tan complicado el hecho de tocar un instrumento llamado orquesta, o uno llamado banda, o uno llamado coro.

¿Cuáles son las habilidades que necesita un director de orquesta?

Precisamente para eso hace falta una gran preparación musical. Conocer todo lo que se pueda sobre la MÚSICA, con mayúsculas. Y además de ese conocimiento, hace falta tener una serie de condiciones naturales que no se pueden enseñar. Enseño lo mismo a muchas personas, pero ninguna lo aprende o lo aprovecha igual. El que tiene esas condiciones naturales es el que saca mejor provecho. Eso solamente lo da Dios.

¿Qué condiciones son esas?

Ser expresivo y extrovertido. Yo fui muy tímido de niño, pero como provengo de familia de actores y actrices, tengo ciertas dosis de actor. Siempre he defendido, y así me lo enseñaron, que el director tiene que ser un poco actor. No se puede poner la misma cara para dirigir la “Patética” de Tchaikovsky que el Preludio de La Revoltosa, como no se pone la misma cara cuando actúas en un teatro haciendo una obra dramática o cómica.

¿Es necesaria alguna cualidad más?

Psicología. Cuando voy a dirigir una orquesta que no conozco y que no he visto nunca, los primeros veinte minutos estoy mirando las caras de los músicos, después puedo decir a quién le caigo bien o mal, a quién le importa poco lo que diga y quién está allí colaborando con gran interés. Y así veo cómo tengo que pedirles las cosas para obtener lo que quiero de ellos. Creo que pocas veces me he equivocado en este punto de vista. Pero tener el don de mirar a la cara a la gente y saber qué piensa, humanamente hablando, no musicalmente, no se puede enseñar. Son dos cosas distintas: se presupone que el señor que está tocando el clarinete lo hace muy bien, pero soy yo quien tengo que captar si él, frente a mí, es positivo o negativo. Si como director pido las cosas a todos los músicos por igual, en unos casos me irá bien y en otros no. En una orquesta donde hay hasta 100 personas es muy fácil encontrar de todo, aunque hay orquestas en las que la disciplina es impresionante, como las orquestas de Japón. La Yomiuri Nippon Symphony Orchestra es una orquesta pagada por el departamento cultural del periódico Yomiuri Shimbun, que también fue dirigida por Celibidache. He ido varias veces y siempre he observado su disciplina, el silencio, el interés, cómo te atienden y la capacidad de imitar que tienen.

Según su opinión, ¿qué directores reúnen esas cualidades?

Karajan tenía todo eso que le he dicho y más. Así como Lorin Maazel, Zubin Mehta y muchos otros. Lo que no quiere decir es que, desde el punto de vista musical, me guste todo lo que hagan. Hay cosas que yo realizaría de otra manera. Pero admiración, toda.

Respecto a su trabajo, ¿dónde reside su originalidad como director?

Esto que voy a contestar no es mío, pero ha sucedido realmente. Tampoco soy el primero al que le ha pasado, ya les ocurrió a personas con las que he aprendido y trabajado. Hay gente que se ha acercado a mí y me ha dicho: “es usted muy original, cuando dirige las obras suenan de otra manera”. A lo que yo he contestado: “hago lo que está en la partitura”.

Tras años dirigiendo, ¿cómo mantiene la emoción ante su trabajo?

No me supone ningún esfuerzo. Las cosas se hacen bien o no se hacen. El día que sienta que no puedo realizar mi trabajo con la emoción necesaria, lo dejaré. Hoy día, con menos esfuerzo consigo mejores resultados que hace cincuenta años. Y lógicamente, hay que añadir los conocimientos y la experiencia. Tengo grabaciones mías con la Orquesta Sinfónica de RTVE, de los años 1966-1967, 1980, 2001 y 2010, donde se pueden ver las diferencias en mí y en la orquesta, que también evoluciona. Cuando comencé a dirigirla en 1966 tenía muy buenos elementos, pero todavía no era un equipo empastado, veinte años después ya era otra cuestión.

¿Hay una evolución en la Orquesta Sinfónica de RTVE, dependiendo de los directores que ha tenido?

No necesariamente. A lo largo de su historia pueden haber existido directores mejores o peores que el anterior, pero en cambio, las orquestas siempre van evolucionando, porque van adquiriendo mayor repertorio, tienen más experiencia… En cuanto a los directores, se aprende de todos. Eso es lo mejor, que las orquestas puedan obtener conocimientos de los directores que tengan.

¿Qué características tiene una buena orquesta?

Cuantas mejores individualidades tenga una orquesta, mejor. Es como un equipo de fútbol: si los once jugadores son líderes no forman un buen equipo, en cambio hay otros que no tienen tantas figuras pero están más compenetrados; estos últimos consiguen más éxitos. En la orquesta sucede lo mismo, hacen falta buenas individualidades. El director necesita la aportación individual de los músicos, de lo que humana y artísticamente ofrecen, sobre todo del papel individual de los solistas, un clarinete, una flauta, una trompa… A veces te puedes llevar sorpresas muy agradables. Cuando tienes la idealización de una música en la cabeza, piensas cómo te gustaría que la tocaran y llega un señor que lo hace mejor de lo que te habías imaginado. A mí me ha pasado. Yo llamo la “orquesta sinfónica celestial”, a la que tenemos los directores en la cabeza. Una orquesta sinfónica que no desafina nunca, toca todo en su sitio, perfectamente equilibrado… Es la idealización que cada uno tiene de la partitura. Las partituras son unos grafismos carentes de vida que podemos leer y concebir, pero que no funcionan hasta que no se tocan y se les da vida.

¿En España tenemos alguna de esas orquestas?

Como la que yo tengo en la cabeza no existe, ni dentro ni fuera de España, ya que esa es la perfección según mi criterio (cada uno tiene el suyo). En España hay un porcentaje muy elevado de buenas orquestas en comparación con la totalidad del número.

¿Hay algún país que destaque especialmente por sus orquestas?

Como país, en conjunto, no. Pero hay orquestas muy buenas en diferentes países que he tenido la suerte de dirigir. En Alemania hay muchas orquestas amateurs que suenan muy bien aunque no son profesionales. O en EE.UU., donde se clasifican en tres categorías, A, B o C, según los presupuestos que manejan al año (en Alemania también ocurre esto: hay muchos teatros de ópera, pero no todos tienen la posibilidad de realizar las mismas producciones).

¿Hay diferencias entre dirigir una banda y una orquesta?

Muchas. Una banda es mucho más complicada, porque tiene mayor diversidad de instrumentos. La banda, hablemos de una como la Banda Sinfónica Municipal de Madrid, que es una buena banda, tiene violonchelos y contrabajos, pero carece de violines y violas. De hecho, los violines tienen su misión encomendada a los clarinetes y las violas a los saxos altos. El grupo de metal es mucho más variado que el de una orquesta sinfónica (no quiere decir que en una obra determinada pueda haber también un bombardino o un fiscorno). En las bandas hay bombardino, fiscorno, varios tipos de clarinetes que normalmente no hay en una orquesta (como el clarinete alto). Pero están en una cantidad completamente distinta. Cuando estás trabajando una obra escrita originalmente para banda, el sistema es igual que cuando está escrita originalmente para orquesta; el problema aparece cuando tocas con la banda una obra escrita para orquesta. Es mucho más difícil sacar una Sinfonía de Tchaikovsky o de Beethoven con la banda que con la orquesta, porque no está escrito para ella. Esta circunstancia viene de la historia, sobre todo en España, donde había muy pocas orquestas. Aquí había regiones, como Valencia, Galicia, País Vasco o Cataluña, en las que existía una afición tremenda a hacer música (como músico, como partícipe de ese instrumento llamado banda). Lo mismo ocurre en Holanda, Bélgica y en Europa en general. Cuando la radio casi no existía o estaba en sus comienzos (hay bandas en Valencia que tienen 150 años) no había tantas orquestas, por lo que las obras se adaptaban para que la gente del pueblo escuchara a Beethoven y a Tchaikovsky. La función social de las bandas ha cambiado totalmente, antes eran como una necesidad para poder escuchar algo, pero actualmente ese ya no es el motivo. Hoy día, con las ventajas de Internet, donde puedes escuchar a la orquesta que elijas en YouTube o en Spotify, dirigidas por Karajan, Celibidache o por quien sea, la función de la banda es distinta. Entonces, hacer música era una manera de cubrir los espacios de ocio. En estos días, que una banda siga existiendo es motivo de admiración, que haya jóvenes que todavía se molesten en aprender un instrumento y se vayan a ensayar los viernes o los sábados, en vez de irse por ahí con sus amigos, es digno de mención. En la actualidad hay muchos compositores que se dedican a crear para banda y también hay grandes editoriales, principalmente en Holanda, EE.UU y España, donde se pueden comprar obras originales.

¿Se está viviendo un renovado interés por la banda?

No en general, pero digamos que hay gente a la que le sigue gustando formar parte de una banda. En Bélgica y Holanda hay una gran afición a las bandas, y existe el mismo sistema de formación que en España. En otros sitios es diferente, como en EE.UU., donde hay unas distintas, las “brass band”, y algunas otras similares. Por ejemplo, en Galicia sí se está viviendo un resurgir, cada vez hay más bandas estupendas. He podido constatarlo, ya que he estado dirigiendo y formando parte del jurado en concursos, como en el Certamen Gallego de Bandas de Música en Santiago de Compostela.

Usted ha dirigido para concierto, zarzuela y ópera, ¿es igual de agradecido para un director?

Me gusta todo, pero no, no es lo mismo. En la ópera, depende de quién está en el escenario. Cuando tienes nombres famosos actuando, es una gran responsabilidad, y si todo sale muy bien, te llevas tu parte del éxito. Es distinto estar en el foso a estar en el escenario, porque los cantantes son los protagonistas y al director se le ve poco. En la zarzuela ocurre lo mismo. He actuado numerosas veces con Caballé, Kraus, Berganza o Domingo, pero es muy diferente estar en el foso durante una representación de ópera o zarzuela a estar en el escenario dirigiendo un concierto. Todo lo que sea hacer música me encanta.

¿Puede recordar para RITMO alguno de los buenos momentos dirigiendo la banda y la orquesta?

Con la banda hice un concierto el día 2 de junio de 2009 para celebrar los 100 años del primer concierto de la Banda Sinfónica Municipal de Madrid con el maestro Villa en el Teatro Español. Se montó un escenario, en el Parque del Retiro de Madrid, al lado del estanque. Tocamos la Música para los reales fuegos artificiales de Haendel, con fuegos y música. Fue muy emotivo, ya que fue una fecha única. Con la Orquesta Sinfónica de RTVE ha habido varios, pero el último que me pidieron dirigir fue con motivo de los 75 años de Radio Nacional de España. Eso fue el 1 de junio de 2012, con su Majestad la Reina presente en el concierto. También estuve en la presentación de la Orquesta Sinfónica de RTVE en el Royal Albert Hall de Londres, organizado por Manuel Fraga Iribarne, que era el embajador de España en el Reino Unido y el creador de la orquesta cuando era Ministro de Información y Turismo. Fue un concierto memorable, hasta se nos acabaron las propinas. También dirigí a la RTVE la primera vez que tocó en el Carnegie Hall de Nueva York, la primera vez que tocó en el Kennedy Center de Washington… En fin, han sido muchísimos.

Recientemente ha muerto el director de origen alemán Wolfgang Sawallisch, integrante de esta generación de directores que ha dado nombres tan importantes y en la que también se incluye usted, ¿la dirección de orquesta tiene continuidad en la juventud?

Sawallisch era alumno de Igor Markevitch, lo conocí en Munich. Y sí, tiene continuidad, porque hay directores jóvenes, alumnos míos incluso, que vienen pegando fuerte y ahora están en el candelero.

Hablando de actualidad, ¿qué le ha parecido la medida tomada por el gobierno respecto a la subida del IVA en la cultura?

Está haciendo mucho daño. Hay proyectos que se podrían hacer pero que no se llevan a cabo porque son inalcanzables económicamente. No sé si recaudarán más o menos, quizás recauden un poco más, pero hay muchísimas cosas que se han dejado de hacer por culpa de esta medida. Si hubieran subido al 10% o al 12% sería más llevadero, pero subir del 8% al 21%, no hay quien lo resista.

Usted ha pertenecido a la Sociedad de Artistas Intérpretes o Ejecutantes de España (AIE), ¿puede tomarse alguna medida desde esta institución respecto a esta subida del IVA?

Desgraciadamente, no. Estuve 20 años en AIE como miembro del Consejo de Administración, de ellos 12 como Secretario General, después lo dejé. AIE es una sociedad de gestión que se dedica a distribuir los derechos de comunicación pública y de copia privada y no puede influir en las decisiones del gobierno sobre el IVA. Ahora, AIE recauda muchísimo menos, porque se ha cambiado todo lo relacionado con el canon. El canon era la salvación de los músicos. Por ejemplo, si yo he hecho un disco con la RTVE, y las emisoras de radio hacen uso de mi trabajo, retransmitiéndolo, eso es comunicación pública. Si usted está en su casa y oye por la radio un disco mío con Teresa Berganza y lo graba, eso es copia privada. Como no se puede controlar lo que los usuarios van a grabar, se puso un canon bastante exiguo, al aparato grabador o reproductor que se compraba. Esta era la ayuda para compensar el trabajo de los artistas. En AIE se creó lo que se llama “ archivo histórico ” y que es para ayudar a las personas que han estado toda su vida grabando y que ya no se dedican a ello, o se han jubilado, pero eso se ha reducido de una manera drástica. Si usted hace una obra, los derechos que genera hay que cobrarlos. El gobierno lo sabe perfectamente, es la propiedad intelectual.

¿Qué sienten ustedes frente a esto?

Impotencia. Cuando el gobierno toma una determinación así, habrá sopesado los pros y los contras. Pero se puede equivocar. Rectificar es de sabios, y si viera que no le ha dado los resultados deseados, debería cambiar. Cada vez son más las cosas que hay que pagar y con estas medidas te impide poder colaborar en la reactivación de la economía.

¿Ha influido esta medida en la cantidad de público que va a los conciertos?

Si digo la verdad, no lo he notado. Lo que sí he notado es que hay tipos de conciertos a los que va más gente que otros, pero lo curioso es que los conciertos más caros están llenos casi siempre. En mis 16 años con la Banda Sinfónica Municipal de Madrid conseguí llevarlos al Teatro Monumental a hacer los conciertos de los ciclos de otoño e invierno. Ahora, por culpa de la crisis, ya no están en el Monumental. Yo llenaba este teatro cada martes, con la Banda, a las 7 de la tarde. Ahora el Ayuntamiento no puede pagar el alquiler del Monumental y RTVE ha perdido un medio de ingreso. La crisis económica se está ensañando con las orquestas y con la Música en general.

Pese a la crisis usted sigue teniendo proyectos. Para despedirnos, ¿puede hablarnos de ellos?

Además de los conciertos, proyecto dar clases magistrales en algunas universidades de EE.UU., ya que ahora tengo más tiempo para dedicarme a la enseñanza. Además, la Fundación Celibidache tiene proyectado hacer seis clases magistrales en España, Alemania, Rumania y luego en Japón y China, y me han pedido que sea yo quien las imparta. Estamos pendientes de la colaboración del gobierno rumano con la Fundación, y también del resto de gobiernos, que se solucionen las cuestiones de tipo económico (porque el presupuesto de las orquestas ya está hecho). Uno de los cursos se hará a finales de julio y principios de agosto, otro en noviembre. Hay varios proyectos, me llena de satisfacción ver que cuando en la Fundación Celibidache se habla de la enseñanza de la técnica y conocimientos, que tenía el maestro, se acuerden de mí.

Muchas gracias Maestro. Esperamos que sus alumnos aprendan tanto como usted nos ha enseñado.

Por: Esther Martín

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