Música clásica desde 1929

Edgar Martín
Diciembre 2015 - Núm. 891

Edgar Martín

Sin barreras y sin miedo a la música clásica

La mañana soleada del veranillo de San Martín que tuvimos en noviembre invita a charlar con Edgar Martín en su salón, del que presume porque recibe sol y silencio del entorno. Cada frase de este joven director va enfatizada por la ilusión con la que la expresa. Artífice y director del proyecto con Camerata Musicalis, orquesta con la que desarrolla “¿Por qué es especial?”, en el que una obra es analizada y explicada, “haciéndolo bien, si no, no se hace”, el músico ha dado en la clave para llegar a otros tipos de públicos, algo que obsesiona hoy en día a programadores y gestores músico-culturales. Pero habla del respeto hacia sus músicos, con los que consensa las obras sobre las que van a diseccionar las charlas, en las que Edgar, mucho mejor comunicador de lo que a esta revista modestamente le advirtió, engatusa al público, que no parpadea durante las dos partes del concierto, la hablada, con numerosos ejemplos musicales en vivo, y la puramente musical con la interpretación completa de la obra que se ha explicado previamente. Con Edgar, el músico se convierte en público y el público se convierte en músico.

¿A quién tenemos delante? ¿Quién es Edgar Martín?

Cómo sospechaba que me iba a hacer esa pregunta como punto de partida, he pedido “ayuda” a ciertos amigos para que pudieran definirme, ya que considero que ellos podrían aportar una visión más objetiva que la mía para contestar a su pregunta. De este modo podría comenzar diciendo que Edgar Martín, es decir, yo, soy una persona entregada a la música que vive para dársela a los demás. Y no solo al público, porque también persigo hacer entender la música a los músicos que tocan conmigo, para que vivan una experiencia única. Un músico me dijo una vez “haces la música tuya y, a través del gesto claro que tienes, llegas al músico; dependiendo de la obra que tengas, te sabes poner al nivel de cada uno, para explicarles con las palabras que ellos van a entender, lo que necesitan para comprender la obra”. No todos los músicos tienen el mismo nivel, hace falta dirigirse a ellos de forma distinta, que es algo que sabía hacer Abbado, como me comentó un amigo que había tocado con él… Lo curioso es que el resultado, tras explicarle la obra a un músico bueno y a otros menos buenos, a ambos de manera distinta, es que la calidad y el resultado final pueden ser muy similares.

¿Qué diferencia hay entre explicar la obra a un músico o al público, actividad habitual en sus conciertos? ¿Hay mucha diferencia entre el escenario y el patio de butacas?

No hay tanta diferencia entre explicar la música al público o a un músico. Esto es lo que ocurre en “¿Por qué es especial?” (ver también RITMO de febrero de 2015), proyecto que llevamos desarrollando en el que en la primera parte explicas la sinfonía y en la segunda se interpreta íntegramente. Todos aprenden, hasta músicos profesionales que están entre el público y que no podríamos catalogar como unos u otros, porque son músicos y son público. Por ejemplo, ahora que estamos con la Sinfonía Heroica, en el cuarto movimiento (tararea la marcha), no saben o no se lo habían explicado, que eso es la llamada a la batalla, un ritmo húngaro. Pero, mientras, en los bajos, sigue el tema en sol menor (“Sol, Re, Re, Sol” tararea), el Re está como dominante en la melodía de los violines. Cuando esto lo presento a los músicos, les digo que el tema está aquí, y que por otra parte hay una melodía complementaria. Cuando lo presento al público, les digo que el tema en sol menor es la conciencia, que sujeta el tema de la batalla y calma en cierto modo el espíritu beligerante que puede desembocar en un caos. Y es eso mismo, hay un héroe, hay una batalla y hay una conciencia. Al final de qué se trata, se trata de romper barreras, de no tener miedo a la música clásica, que creo que ahora es una necesidad más que en ningún otro momento.

Camerata Musicalis está ayudando a romper esas barreras…

Con la orquesta Camerata Musicalis estamos inmersos en una nueva gira por la Comunidad de Madrid. Es curioso, la idea surgió en Barcelona, mientras acababa mi carrera, justo tras la muerte de mi tío. Mi idea fue ir a Pedrezuela a ofrecer un concierto en su memoria, al principio un concierto normal y corriente, pero lo hice de un modo más programático, viendo los estados de la vida y donde nos encontramos, un poco como Beethoven hace con la Heroica, que es la vida del héroe, la muerte del héroe, resurrección del héroe y triunfo del héroe. De este modo, en aquel concierto programé una obra alegre, dado el carácter de mi tío; el Adagio de Barber y obras esperanzadoras principalmente, para que, en el momento de pasarlo mal, no perdamos la esperanza. En aquel instante percibí que de ese modo la gente escuchaba de manera diferente. Posteriormente me desplacé a Madrid, comencé a rodar con la orquesta, diciendo “cuatro cositas” antes de los conciertos. Y de 50 a 100 personas, comenzamos a llenar la basílica de San Miguel, en la que caben más de 600 personas. La basílica y su rector, D. Javier Láinez, nos apoyaron mucho y ya vimos que teníamos nuestros seguidores fieles que “iban al concierto porque el director es muy majete y te explica muy bien las cosas”, decían… Con colas al final del concierto para darme las gracias. “¿Por qué es especial?” es el resultado de esos primeros conciertos.

“¿Por qué es especial?” ayuda a explicar un lenguaje que es abstracto…

Claro. En esta época en la que estamos saturados e idiotizados ante tanta información, las cosas más sencillas no somos capaces de verlas. En algún momento me he planteado dejar de hablar, pero esta es nuestra seña de identidad en Camerata Musicalis y el porqué de que nos siga tanta gente. Me he planteado la siguiente cuestión: el año pasado hicimos el proyecto de “¿Por qué es especial?” con la Novena de Dvorak. Yo sé que no voy a dar la mejor versión, sé que muchas orquestas la pueden y la han tocado mejor que nosotros, pero, ¿alguna la va a explicar como nosotros? No puedo tener los mejores músicos de Madrid, porque no retribuimos el trabajo; no tenemos subvenciones y nadie nos apoya económicamente. Por tanto, tengo lo que tengo, y soy consciente. Pero, ¿el público que asiste está esperando escuchar la mejor versión de la Heroica, de la Sinfonía del Nuevo Mundo o de la Júpiter? Creo que no, creo que lo que quieren es que estas músicas les lleguen. Y gracias a mi, les llega. De este modo hablé con la orquesta y les propuse reducir nuestro repertorio de los primeros conciertos y adaptarlo a este formato, haciendo algo “de verdad”. Si a la gente le guste que hable, no vamos a dar cuatro cositas de una obra, cuatro de otra y luego las músicas, se hace excesivamente largo. Vamos a hacerlo sobre una sola obra, primera parte se explica, segunda parte se toca. Los programas no deben de ser muy largos, nos topamos en la actualidad con un público impaciente. De hecho, la Heroica es ya demasiado larga para algunos públicos… Conclusión, en “¿Por qué es especial?” escogemos una sola obra, la tocamos de este modo mejor que si fueran varias, y la explicamos, sin prisa, en la que yo tenga mi media hora para acercar el lenguaje culto al pueblo. En lugar de hablar del tema A y tema B, hablamos del “tema del indio” y “tema del espiritual”, caso de la Sinfonía del Nuevo Mundo. Y no queda ahí la cosa, por ejemplo, la reexposición de una obra se les explica en términos como estos: “Y después de visitar la India, África, Francia o Sudamérica, ¿dónde vamos que estemos mejor que en ningún otro sitio? En casa”. Esta es la reexposición de una obra, regresar al lugar de referencia y más cómodo. De este modo, la gente escucha y lo entiende.

Rompe barreras…

Y hay otra cosa muy importante, la gente se ríe. ¿Cuál es la razón que a uno le impida reírse en un concierto de música clásica? La música es vida y, como en la vida, en la música hay que reírse.

¿Cuáles es su criterio para seleccionar obras?

Toda música puede mostrar algo, pero para dar a conocer el proyecto es muy importante el crecimiento interno de la orquesta. Me debo a ellos, de este modo cogemos obras que enriquezcan y mejoran la orquesta. Si una música puede “vender” mucho pero mis músicos se van a aburrir interpretándola, no, no nos interesa. Si crecemos como orquesta, nuestro proyecto será más consistente y el público disfrutará más. Estuvimos viendo diferentes posibilidades, junto con los jefes de cuerda de la orquesta, y finalmente hemos elegido, como próximo proyecto, la Júpiter de Mozart, que es ideal en todos sus aspectos. Abogo por dar música nueva, sinfonías menos conocidas, pero para eso primero hay que mostrar también las conocidas. Una de las cosas de este proyecto, no es solo tocar como obra única la obra central, durante la primera parte incluimos otras que están relacionadas. En el caso de la Heroica, tocamos Prometeo de Liszt, muy vinculado por su temática, tocamos la Pequeña Serenata Nocturna de Mozart, que me sirve para explicar qué es un acorde (tararea el Mi-Sol-Mi-Si-Mi inicial de la Heroica), variando esta secuencia de notas, surgen los famosos primeros compases de la obra de Mozart. Y así con diferentes ejemplos que hacen recurrentes otras obras, además de la sinfonía principal. Esto hace que el oyente prolongue nuestro trabajo buscando en casa esas músicas, gracias a que hoy con Internet acceder a ellas es más fácil.

¿Y su mejor experiencia?

No sabría… Pero si puedo decirle que quizá sean los silencios. Una de las cosas más importantes de la música es el silencio. Hemos de saber vivir en el silencio y apreciarlo como un bien escaso hoy en día. Es como el punto culminante de la Heroica, donde el silencio en el momento más poderoso tiene su función, que, al explicarlo, percibo el mismo silencio en el público. Este es un público que analiza la música desde un plano fundamentalmente emocional, sin prestar excesivo detalle y atención a la pura ejecución instrumental de la obra, algo que, en una sala como el Auditorio Nacional, es normal encontrar. Mi público se deja llevar, disfruta. Es un público que escucha y que está deseoso de recibir música, creándole expectativas en un silencio. Mis músicos también lo perciben. Y llegar a la gente con la música es lo más grande que me ha pasado.

Esto es muy bonito y durante “¿Por qué es especial?” todo el mundo está disfrutando, pero, sea sincero, ¿cuántas horas de estudio hay para dar forma a cada proyecto?

Aunque lo parezca, no hay nada improvisado durante las partes habladas, hay una guía completa y un guión general para que todo esté absolutamente controlado. Para que se haga una idea, vengo durmiendo no más de cinco horas al día… Además de mi trabajo como profesor de música, por las tardes, por las mañanas he de estudiar, prepararme y atender los compromisos que tiene este proyecto, llamadas telefónicas, gestiones, contactar con músicos... O sea, muchas horas.

¿Algún modelo pedagógico?

Todos y ninguno. Mi maestro Jordi Mora ha sido quien me ha enseñado música, por otro lado me gusta mucho Leonard Bernstein como comunicador. Su manera de desarrollar los conciertos pedagógicos es un referente. En España es necesario comunicar la cultura, la música. Cuando estudio una partitura es ella misma la que me remite a otra música, abriendo vías y posibilidades de relacionar unas músicas con otras, que luego comunicaré y explicaré durante el concierto. Un detalle sí es importante, si se habla en los conciertos, hay que hacerlo bien. Esto lo comentaba hace unas semanas con Víctor Pliego. Es algo que está de moda, “los conciertos pedagógicos están en auge, es una moda”, ahora, no todo vale.

Explíqueme eso de “que está de moda”…

Primero, a mí, mis conciertos, no me gusta ni llamarlos “didácticos” ni “pedagógicos”. El concierto pedagógico está de moda y parece que todo vale y también pensamos que la pedagogía es solo para niños entre 12 y 17 años. ¿Qué ocurre con todos los que desean escuchar y saber música de 30 a 50 años? ¿Una persona de 35 años no puede cambiar el futuro de la cultura de este país? No me gusta encasillarme como director pedagógico..., pero ahora mismo siento que hay una necesidad de explicar la música y eso es lo que yo hago desde una fuerte inclinación de generosidad y solidaridad…

Cuénteme de su faceta solidaria...

Tuve la oportunidad de trabajar con colectivos muy desfavorecidos para unas ONG en Camboya y República Dominicana. En Camboya estuve en un campamento que trataba que los niños no trabajaran esa semana, ya que ellos, por las durísimas condiciones familiares, debían de llevar a casa el kilo de arroz que habían obtenido por un esfuerzo brutal durante la semana. El campamento les daba esa comida a cambio de estar con ellos aprendiendo a pintar o aprendiendo música, entre otras actividades. Todo lo que les sacara de la calle. Estuve allí cinco semanas, unas daba música, otras baloncesto, etc. Pero les propuse estar las cinco semanas dando música. Se imagina poner un CD con la Quinta de Beethoven y ver como se quedaban absortos al escucharla, con los ojos como platos… Era impresionante. Una vez que conseguí comprar un violín en Camboya, toqué para ellos, y la sorpresa fue que descubrieron que la música surgía de la vibración. Que era palpable. Cuando les toqué la Primavera de Vivaldi, una chica de quince años con los ojos cerrados me contestó que había sentido “que una vida mejor es posible gracias a la música”. Esto, además de emocionarme, despertó mi inquietud por llegar más allá. Le comuniqué a la dirección del campamento la posibilidad de hacer un coro, enseñando la misma canción a todos los niños, ya que tenía una media de cien chicos diarios repartidos en diez clases. Traducimos al camboyano la idea del texto del Himno a la alegría de la Novena de Beethoven, para que tuviera el mismo sentido, y una vez hecho comenzamos a trabajar. Uno de los momentos más bonitos de mi vida fue el ensayo general antes del concierto, donde los junté a todos en una cancha de baloncesto. Teníamos altavoces en las cuatro esquinas de la pista. Les dije que la canción que habíamos estado cantando era una especie de himno universal, que se cantaba de otra forma y en otro idioma en Europa y el resto del mundo. Quise que lo escucharan y, aunque no entendieran el texto, les informé que era el mismo, que trataba sobre la lucha por la paz, la lucha por la igualdad. Cuando puse la música y comenzó a sonar el crescendo antes del Himno de la alegría, la gran mayoría de los niños me miraban llorando, dándome las gracias con su mirada. Una vez que cantaron juntos, aunque imagínese, 600 niños sin alguna formación musical cantando el Himno a la alegría en camboyano no sonó muy bien, pero transmitieron esperanza de que podría haber para ellos un mundo mejor. Inolvidable, una experiencia de una fuerza tremenda.

¿Y en República Dominicana?

Fui con la plataforma REDOMI, allí dirigí orquestas y ofrecí un curso de dirección a directores muy jóvenes. La conclusión a la que llegué, es que por el simple hecho de subirte a un podio y tener a una orquesta a tu mando, te puedes creer muchas cosas que no eres… Uno de los chicos que dirigía comenzaba a hablarles a los músicos de una manera muy despectiva, ya que él creía que dirigir era mandar. Fue bonita la tarea de educar y de poner a cada uno en su sitio, todos venían de la orquesta, debían de mantener empatía, habían tocado juntos. Ser director no es mandar, ser director es formar un equipo. “Y si crees que eres más que ellos, coge el violín y hazlo sonar: hazlo sonar como le suena a él, o la flauta, o el clarinete. Y si no eres capaz de hacerlo sonar mejor, trata al músico con respeto”. Cuando la orquesta y los chicos de la orquesta escucharon esto, cuando comprendieron que la vía para hacer música es la comunicación y la interacción, fue el momento de mayor riqueza de aquellas clases. Ellos tenían muchas inquietudes de hacer cosas, pero pocas posibilidades… Tuvieron claro entonces que un director era un líder, pero no un jefe. Gracias a esta labor, un músico de República Dominicana está ahora en España, toca la trompeta conmigo en la orquesta. De hecho, han vuelto a llamarme para consultarme como mejorar este proyecto, que no es fácil mantenerlo por los escasos recursos disponibles.

No todo el mundo entiende la figura del director como usted…

Estamos en un proceso de cambio en cómo la sociedad entiende la profesión del director de orquesta. Me guío por mis creencias y mis experiencias, que funcionan. La humildad me demuestra que hay que tener claros tus principios y tus ideas musicales, siempre bajo la humildad de ser corroboradas y/o ampliadas por un externo que puede mejorar tu conocimiento. El director no es la única fuente, pero sí debe imponer su criterio si está seguro de él, es en cierto modo una dictadura bajo una democracia. Ir con claridad con tus ideas musicales también es ser humilde, lo que no es humilde es ir sin llevar preparada la obra; y se da el caso…

Le conocemos desde el punto de vista personal, pero ¿cómo es el músico Edgar Martín?

Yo estudio una obra hasta que la hago mía, cuando dirijo yo no soy Edgar Martín, yo soy esa obra. Trato de encontrar la unidad en la obra, todas las relaciones internas que en ella existen. Al final, la música es el equilibrio entre tensión y distensión. Mozart no escribía una nota hasta que no veía el final en el principio y el principio en el final. Personalmente, no me sé una obra hasta que no la entiendo del todo, en su unidad, y hasta ese momento no hago música. Los músicos hablan de la pasión que le pongo, pero es que no hay otro modo, pero también soy objetivo y controlo mis emociones. Cuando trabajo la obra no tengo mis secciones donde dirija con mayor pasión, si la obra ya la he hecho mía, es pasión desde la primera a la última nota, no me reservo a partes concretas.

¿Qué música no puede faltar en su vida?

Bach. Y Beethoven. Bach ha sido el más grande, después de Él, Beethoven. En Bach el sentido de unidad es muy fuerte. Estudiando un Coral, que puede ser una música más simple, pero en diez compases ha ofrecido todo, todo absolutamente perfecto, produce paz y serenidad.

¿Qué espera de su profesión en los próximos años?

Espero que todo el trabajo que estoy haciendo de sus frutos. Espero recibir la oportunidad que merezco y van a comprobar que detrás de mí hay algo, algo muy potente que la gente se está perdiendo, que soy un director que sabe hablar a sus músicos, que sabe llegar a través de la música y que lo único que no hace es mover la batuta y poner la mano. Espero que la figura del director cambie, y espero recibir oportunidades de orquestas de renombre en este país, formo parte de la generación que debe tomar el relevo. Lucho a diario por ello. Espero que la o las personas encargadas de darme una oportunidad sepan valorar mi esfuerzo y mi talento, que es algo que no se ve en una demostración en diez minutos, eso es para hacer florituras. El director debe ser como un psicoanalista, si ejerce un gesto como tic habitual, si aprende ese gesto, no es de la misma utilidad con dos orquestas distintas, por ejemplo la Filarmónica de Málaga y la Nacional de España. Debe de aplicar su movimiento eficaz a la orquesta que tiene delante. No es lo que quieras expresar musicalmente, es que las personas que tienes delante tienen que hacer sonar sus instrumentos según el gesto que tú hagas. Concluyendo, creo que tengo esa empatía con los músicos, sé dónde está la personalidad de la orquesta que tengo delante. Sabe, la Filarmónica de Berlín afirmaba que solo con ver como caminaba del camerino al podio, sabían si el director era bueno o malo. Asusta…

Usted irá volando, así no le verán caminar… Ha sido un placer. Gracias

http://www.edgarmj.com/index.html

http://cameratamusicalis.com/

Por Gonzalo Pérez Chamorro

 

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