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Ludwig Carrasco

“El director de orquesta no nace, se hace”

Junio 2021

Ludwig Carrasco fue nombrado Director Artístico y Titular de la Orquesta de Cámara de Bellas Artes (Ciudad de México) en septiembre de 2019, la orquesta más importante de su estilo en el país y una de las agrupaciones musicales más reconocidas de América Latina. Mexicano de nacimiento (Morelia, 1977) y español por elección, cuenta con una amplia carrera internacional que lo ha llevado a ofrecer conciertos en treinta países de Europa, Asia y América. Su más reciente grabación en el sello Urtext Digital Classics, con obras de Antonio Rosetti y Eduardo Alonso-Crespo, ha obtenido críticas favorables de medios especializados en los Estados Unidos. Conversamos con él sobre su experiencia y proyectos futuros.

A juzgar por el nombre, imagino que viene de una familia musical. ¿O acaso es su nombre artístico?

(Risas) Es algo que me preguntan a menudo, pero sí es mi verdadero nombre. Tuve la fortuna de crecer en una familia donde el arte estaba presente diariamente: mi madre es artista visual y a mi padre, médico de profesión, le encantaba la literatura y la música clásica. Ambos apoyaron siempre la curiosidad y vocación que teníamos los tres hijos, al grado que mis dos hermanas también son músicos profesionales, una violonchelista y otra organista.

Tuvo sus inicios y, posteriormente, una amplia carrera con el violín. ¿Cómo es que llegó a la dirección de orquesta?

De hecho, inicié mis estudios musicales con el piano, pero a los siete años descubrí el violín. Poco después empecé a tocar en grupos de cámara y en orquestas, y eso me permitió adentrarme en el repertorio estándar desde muy joven. Al terminar mis estudios en Estados Unidos y Europa, trabajé profesionalmente en varios países con distintas agrupaciones, pero sentía una necesidad de influir de manera más amplia y directa en las decisiones musicales y artísticas. Por suerte, a lo largo de ese camino como violinista, tuve la oportunidad de trabajar con algunos directores magníficos. Ver de primera mano cómo moldeaban el sonido, el fraseo, la arquitectura sonora y las emociones, fue lo que poco a poco me animó a dar ese salto hacia la dirección orquestal.

¿Quiénes fueron esos directores?

El primero de ellos, Kurt Masur; su forma de trabajar, implacable y detallista, me impactó profundamente. De Mariss Jansons me maravilló su técnica y la manera en que hacía brotar la música de nosotros sin ningún esfuerzo; no necesitaba hablar, sus manos construían todo. Pero quien marcó un antes y un después para mí fue Pierre Boulez. Pude observarlo y trabajar con él en la Academia del Festival de Lucerna durante tres años, y su manera de diseccionar, analizar y explicar, tanto la música como la técnica gestual del director, me abrió muchos horizontes. Allí pude ver claramente que el director de orquesta no nace, se hace.

Continuando esa última idea, ¿el director se hace en el podio?

Así es. La experiencia obtenida dirigiendo a músicos marca la diferencia, aunque hay que llevar a cabo de manera individual también un trabajo muy importante de estudio, investigación, análisis y reflexión. Pero un director en formación difícilmente tiene acceso a una orquesta de manera regular, y cuando sucede puede ser una experiencia muy frustrante para los integrantes de las orquestas profesionales, dado que la persona en el podio no está cualificada. Yo quería evitar eso a toda costa, ya que lo padecí a menudo cuando tocaba en orquesta, y por ello decidí cursar la carrera en universidades donde había amplias oportunidades de práctica de trabajo en el podio. Por ejemplo, durante mis estudios de doctorado en la Northwestern University (Chicago), dirigía entre 15 y 20 horas por semana. Esto fue invaluable en mi desarrollo como director.

¿Qué otras influencias o referencias ha tenido en la dirección?

Victor Yampolsky, gran exponente de la escuela rusa, así como los directores Neeme Järvi, Leonid Grin y Gennady Rozhdestvensky, con los que estudié en el Festival de Gstaad (Suiza). Del maestro Alberto Zedda aprendí mucho sobre el trabajo con cantantes durante un curso que impartió en el Teatro Real de Madrid.

¿Con qué repertorio sinfónico se identifica más?

Shostakovich es un compositor que me encanta; la expresividad y la fuerza de su música me emocionan una y otra vez. Pero hay muchos otros compositores que también me gusta dirigir, como Stravinsky y Tchaikovsky, o en general el repertorio austro-germánico: Wagner, Brahms, Schumann, Beethoven, Haydn… Dada mi formación previa en la música antigua, también me gusta mucho dirigir obras del barroco y del clásico temprano, incorporando los criterios históricos aunque se interpreten con instrumentos modernos. En general, intento ser flexible y mantener un equilibrio, abordar todo tipo de repertorio y estilos.

¿Y el español?

¡Por supuesto! He dirigido varias veces a Arriaga, Falla, Turina e incluso zarzuela. También a otros no tan interpretados como Julián Orbón y María Teresa Prieto. Además, estoy enfocado en la recuperación de siete obras orquestales de Salvador Bacarisse. En el pasado realicé la edición y reestreno de la integral de sus Cuartetos de cuerda, y me parece que es un autor importante que debemos revalorar.

¿Le interesa la ópera?

Mucho. De hecho, fue la especialización que realicé durante mi doctorado. Además de dirigir el repertorio tradicional, he tenido oportunidad de estrenar cuatro óperas contemporáneas de los compositores Georgina Derbez, Rogelio Sosa, Bobbie McKay y Gabriela Ortiz. La última ópera que dirigí, antes de la pandemia, fue El gran macabro de György Ligeti.

Un monstruo de obra…

(Risas) Sí, en el buen sentido, y sin duda el reto más grande de mi carrera hasta la fecha. Al parecer, fue la primera vez que se presentaba en América Latina en su versión orquestal completa.

Por lo visto, siente afinidad y le gusta la música contemporánea…

Sí. De hecho, mi debut en España fue dirigiendo al Ensamble Laboratorium de Suiza en unos estrenos dentro el Festival Internacional de Santander, con el Pierrot Lunaire de Schoenberg como complemento en el programa. Realmente me emociona hacer música que nadie ha escuchado antes, ¡ni siquiera el propio compositor! Y trabajar codo con codo con los autores es para mí muy enriquecedor. Dentro de unas semanas tendré la oportunidad de dirigir mi estreno número cien. En verdad estoy muy agradecido con todos aquellos compositores que han confiado en mí para dar vida a sus obras.

Estuvo cinco temporadas al frente de la Orquesta Filarmónica de Querétaro. ¿Es muy distinto el trabajo con su orquesta actual?

Siempre tengo como objetivo crear una identidad única y un sonido propio para cada agrupación. Además, creo que las orquestas ya no pueden actuar solo como “museos” y deben ser centros artísticos que propicien el desarrollo cultural de su entorno. Y sobre todo, tienen que estar en sintonía con los tiempos actuales y responder a las necesidades y reclamos de la sociedad.

¿En qué sentido?

Por ejemplo, en el repertorio. No significa quitar a Beethoven o a Mozart de los conciertos, sino más bien ampliar el abanico a música de otras culturas y países. Y por supuesto, dar a las compositoras el lugar que hace mucho tiempo se merecen. No se trata de feminismo ni de cuotas de género, sino de sentido común. Hay una cantidad enorme de obras estupendas que también merecen ser escuchadas.

A todo esto, ¿cómo es que recaló en España?

Llegué a Madrid gracias a una beca de la Fundación Carolina. Tenía pensado estar solo un año para estudiar, pero me enamoré del país: la cultura, las ciudades, la historia, los paisajes, la calidez de su gente… Todo me hizo sentir como en mi hogar, y antes de darme cuenta ya lo era.

A pesar de residir en Madrid, su carrera de director se ha desarrollado y consolidado más al otro lado del Atlántico. ¿Algún proyecto próximo en Europa?

Sí. Se están retomando proyectos en los países nórdicos, Alemania e Italia que tuvieron que ser pospuestos por la pandemia. Y espero que pronto podamos hacer el reestreno de las obras de Salvador Bacarisse en España, sería estupendo y justo que volviese a sonar en su propia casa.

por Ángel Martí 

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Foto: “Ver de primera mano cómo grandes directores moldeaban el sonido, el fraseo, la arquitectura sonora y las emociones, fue lo que poco a poco me animó a dar ese salto hacia la dirección orquestal”, afirma Ludwig Carrasco, director de orquesta.
Crédito: © Noah Shaye

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