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José Manuel Montero

El arte del canto

marzo 2014

Habitual en las salas operísticas nacionales, así como en las más importantes del panorama musical internacional, el tenor José Manuel Montero se encuentra en uno de los momentos más dulces de su carrera. Medir con firmeza y cautela cada uno de sus pasos artísticos, así como la admirable versatilidad de su voz, son algunas de las claves de su éxito. No en vano, en los últimos doce meses se ha enfrentado a personajes y repertorios tan distintos como Die schöne Magelone de Brahms, El Príncipe Encantador en Cendrillon de P. Viardot; Erik en Der fliegender Holländer, Don José en Carmen, Guido en Eine florentinische Tragödie, Lumir en Sárka, obras de Beethoven, Mozart, recitales con piano, arpa… Y el próximo 4 de abril vuelve al Teatro de la Zarzuela con Black el payaso, de Sorozábal. De todo ello nos habla a continuación.

Su voz se adapta perfectamente a todo tipo de repertorio, desde la ópera, la zarzuela, el oratorio, la canción…

Hago que se adapte, que no es lo mismo (risas). Cada repertorio conlleva unas exigencias técnicas y estilísticas propias, y eso supone trabajo, trabajo y trabajo, pero es enormemente enriquecedor. Interpretar repertorios tan distintos te lleva a descubrir todas las potencialidades y recursos de la voz. Si además tienes alma de explorador…

Usted ha desarrollado una sólida carrera operística, con actuaciones en algunos significativos teatros y festivales del panorama internacional, como la Bayerischen Staatsoper, la Staatsoper de Hannover, el Teatro de Wuppertal o el Festival de Radio France & Montpellier, en los que ha tenido oportunidad de afrontar más de 40 papeles de muy distinto carácter (Tamino, Rodolfo, McDuff, Tom Rakewell, Hans, Don José, Erik…). ¿Cuáles destacaría y por qué? ¿Qué criterios ha seguido a la hora de decidir los personajes que iba a abordar en cada momento, según ha ido evolucionando su voz?

Yo me hice sobre el escenario cantando, aparte de otros muchos, los personajes de Tamino y Rodolfo. Durante muchas temporadas he cantado un Mozart y un Puccini a la vez, y eso te obliga a estar siempre “despierto” y a mantener la voz flexible. Un hito fue abordar Erik, en Der fliegender Holländer, pero me enseñó que para cantar Wagner no hay que quedarse mudo (risas). Los criterios a la hora de elegir los papeles han sido siempre dos: cantar lo que le vaya bien a la voz, no lo que a uno le gustaría cantar, y huir de la “especialización” (no eres un tenor mozartiano, ni verdiano, ni pucciniano… ¡eres un intérprete que da vida a diversos personajes!). A veces supone un handicap, porque la gente no sabe dónde colocarte, pero eso me ha dado una libertad enorme para abordar estilos muy diversos. Me muevo muy a gusto en todos esos roles que no son del “primerísimo repertorio”, y que exigen un buen conocimiento de idiomas y una sólida formación musical, a la par que probadas dotes interpretativas… y que a menudo se hacen con voces de carácter, porque las voces más líricas no se adentran en esas “aguas procelosas”… No he sido nunca un “tenor de do”, pero con una voz bonita y flexible, un punto de arrojo y una buena técnica se pueden hacer muchas cosas. ¡Solo hay que trabajar y estudiar muchas horas! (risas).

¿Qué papeles va a abordar próximamente?

En junio cantaré Narraboth en Salome, de R. Strauss, en el Festival de Mérida, papel que ya había interpretado hace tiempo, pero que abordaré casi como algo nuevo, después de las experiencias de estos años. En noviembre vuelvo a cantar Erik, en Estrasburgo y diversos escenarios alemanes, por cuarta temporada consecutiva, y después vienen dos roles nuevos en los que mi voz se encuentra muy a gusto en este momento: Max, en Der Freischütz, y Canio en I Pagliacci, en sendas giras por Austria y Alemania.

En cuanto a sus múltiples grabaciones, nos gustaría destacar la del ciclo Winterreise, de Schubert, con el que ha obtenido inmejorables críticas. ¿Cómo se fraguó este proyecto y qué aspectos destacaría de esta grabación?

El Lied ha sido siempre otra de mis pasiones. Es una de las mejores escuelas para la voz. Evidentemente requiere de un conocimiento profundo del alemán y del estilo, pero eso después de veinte años en aquella tierra, ya no es problema… (risas). Aquel Winterreise nació como el inicio de una serie dedicada a los ciclos más emblemáticos que tengo en repertorio (Dichterliebe, Liederkreis Op. 39, Des Knabes Wunderhorn, Die schöne Magelone, entre otros), en colaboración con el Festival de Música de Toledo, pero el proyecto se lo llevó la crisis. La grabación la hicimos con una toma de sonido muy natural, y ¡sin rever! Totalmente contracorriente. En España pasó inadvertida, pero fuera ha recibido una crítica estupenda. Yo reivindico una interpretación más romántica del Lied, al margen de muchos de los amaneramientos que gozan de tanto predicamento… Siempre me gusta contar que un gran crítico dijo que Wunderlich era un poco “rural” interpretando el Lied, en fin… ¡Hay que oír sus Dichterliebe!

La música de nuestros autores ocupa también un lugar muy importante en su carrera, como demuestran sus grabaciones dedicadas a Santiago Lanchares y Gonzalo de Olavide.

No solo ellos, he interpretado obras de Consuelo Díez, de Manuel Millán, de Luis Parodi, y he grabado hace unos meses Zuk zer dezu, de Félix Ibarrondo, con quien volveré a colaborar en noviembre. Me interesa siempre mucho la gente que escribe para la voz porque es el instrumento más versátil, y además es fascinante trabajar mano a mano con el compositor ¡vivo! (risas).

Por Elena Trujillo Hervás

www.josemanuelmontero.com

Foto: José Manuel Montero.
Acred.: Michael Siebert.


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