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Festival Perelada de Pascua

Esplendor y recogimiento

Mayo 2024

Pese a contar tan solo con dos años de vida, el “Festival Pereleda edició Pasqua”, el hermano menor del que transcurre durante el estío, también organizado por la Fundació Castell de Peralada con Isabel Suqué a la cabeza, se está labrando un meritorio camino entre los grandes eventos musicales que acontecen en plena Semana Santa. En espera de ese ansiado y renovado espacio escénico al aire libre, este certamen de tintes tan especiales y únicos, programado, gestionado y mimado de manera ejemplar, sirve como poderoso reclamo para acercarse hasta una privilegiada tierra que invita al viajero y al oyente a disfrutar del Empordà gerundense con los cinco sentidos, pues a la oferta de ocio, deporte, naturaleza, playa, juego, gastronomía, enoturismo, riqueza patrimonial y museística, se le ha ensamblado una certera programación musical, donde (por razones obvias) prevalece la temática sacra concentrada en tres copiosos días que invitan a la reflexión y al recogimiento. Un Festival confeccionado con vistosas e inteligentes telas, ideal para aquellos que quieran regalarse durante unos días un seductor retiro espiritual y sonoro al calor de la gran música, un sabroso brunyol o una copa de buen cava.

Una segunda edición conformada por cinco espléndidos conciertos, con la admirable Iglesia del Carmen como monumental escenario, durante las tres intensas jornadas de Festival. A Xavier Sabata (activo importante del certamen) parece que le ha cogido cariño a que le seccionen la cabeza en tiempos de Pascua. Si ya el pasado año la perdió a manos de la Judith de Alessandro Scarlatti (La Giuditta), el turno esta vez fue para la Erodiade del San Giovanni Battista de Stradella, Oratorio poco transitado y que fue apropiadamente resucitado en la jornada inaugural. Una partitura embrionaria de tintes melodramáticos y elementos operísticos en pañales (recitar cantando).

Sabata estuvo soberbio como ajusticiado profeta (voz oscura y angulosa, magníficamente ornamentada) muy bien acompañado por el conjunto Vespres D’Arnadí bajo la sensible y atenta dirección de Dani Espasa. El veterano contratenor logró parar el tiempo con su lánguido “Io per me non cangerei”, un derroche de emoción y estilo. Estupenda también la soprano Giulia Semenzato dando vida al mito de Salomé, que estuvo irreprochable, sobre todo en su difícil aria final.

Programa doble para el Viernes Santo. Por la tarde el Stabat Mater de Pergolesi en la proscrita transcripción de Bach (¡qué riqueza de bajo continuo!). Las jóvenes Maëlys Robinne y Lara Morger pusieron voz con solvencia al sufrimiento de María durante la crucifixión de su hijo. De la escueta formación orquestal de los Bachcelona Consort destacó, por su resonancia y musicalidad, el poderoso violonchelo de un inspirado Guillermo Turina. Todo un acierto recuperar esta suculenta versión.

Y ya casi a medianoche, el estreno de la obra de encargo del propio Festival, Tenebrae Responsoria del joven y talentoso Joan Magrané, que con su Oficio nos acercó musical y funestamente hasta la muerte de Jesucristo. Una obra de ricas armonías, con una habilísima utilización de los metales, repleta de atmosferas oscuras y desasosegantes que van de Ligeti a Gorecki, muy bien apuntalada por la GIO Symphonia bajo la conducción de Francesc Praty y por las dos voces solistas, la de la vigorosa soprano María Hinojosa y la del violonchelo de Pau Codina en el grave, que compartieron protagonismo con el tenebrario, un ciclópeo candelabro triangular con quince velas que se van extinguiendo litúrgicamente conforme van discurriendo los oficios, lo que al elemento musical se le unió también un hipnótico componente escénico. Muy elogiable el acordarse de nuestros compositores y darles cobijo entre la programación. Ojalá estos estrenos se conviertan en una tradición del Festival.

Para el último día, el pianista Javier Perianes sustituyó a un indispuesto Yunchan Lim, último vencedor del Concurso Van Cliburn. El programa tenía una marcada raíz sonora impresionista y patria, pues como aperitivo antes de unas impresionantes Goyescas, se turnaron Debussy, Albéniz y Falla (salvaje y apoteósica Fantasía Bætica) proponiendo el onubense un Granados innovador, de irrespirable tensión armónica, muy sensorial y con músculo, técnicamente apabullante, audaz y atmosférico, de prodigioso sentido rítmico, seductor colorido y asombrosos contrastes. Inolvidable la proverbial balada El amor y la muerte (de fuerte aliento wagneriano) donde su abisal adagio fue sin duda una de las cumbres artísticas de esta edición.

Para la clausura brincamos hasta el Barroco francés de la mano de los Charpentier (Stabat Mater), Clérambault (Motetes) y François Couperin, del que pudimos escuchar su fenomenal Leçons de ténèbres junto a una comprimida Orquesta de la Ópera Real de Versalles, de resplandeciente presencia femenina y a su brillante Coro titular, donde relució la sutil y refinada presencia de la soprano Gwendoline Blondeel, poniendo el áureo colofón a este admirable Festival Perelada de Pascua, que en tan solo dos añitos se ha hecho ya un aventajado sitio en la primera fila musical de Semana Santa.

por Javier Extremera

www.festivalperalada.com/es

Foto: El Oratorio San Giovanni Battista de Stradella inauguró la II edición de Pascua del Festival Perelada.
Crédito: © Toti Ferrer

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