Este pianista francés de poco más de treinta años se ha atrevido con un programa monográfico Schubert, “el compositor más difícil de interpretar” (Claudio Arrau dixit) y ha salido más que airoso del empeño. Posee una técnica sólida, un sonido admirable y profundo sentido musical. Tras un Auf dem Wasser en el que no hace olvidar a Kissin, redondea una Fantasía Wanderer asombrosamente bien expuesta y construida, hasta el punto de que puede codearse con las mejores. En los dos lieder de Schubert/Liszt que siguen (Litanei, Der Müller und der Bach) se decanta (para entendernos) más hacia Schubert que hacia Liszt, profundizando en la honda expresividad de esas piezas, que suenan muy conmovedoras en sus manos. Incluso en las 12 Danzas alemanas (o Ländler) D 790 halla sentimiento, no sólo elegancia y gracia. Del Allegretto D 915 también destaca la hondura de su tan especial amargura: aparente contención, pero desgarro interior. Las 3 Klavierstücke (o Impromptus) D 946 las hace particularmente erizadas, agrias y sombrías: una interesante visión que se aleja del mayor clasicismo de Arrau, Brendel y otros pianistas. El programa contiene también el brevísimo Ländler D 366/12 y el Vals de Kupelwieser, arreglado por Richard Strauss en 1943. Un espléndido disco Schubert.

Ángel Carrascosa Almazán