Música clásica desde 1929

Discos recomendados de Ritmo

En esta sección encontrará los 10 discos que la revista RITMO recomienda cada mes, clasificados por meses y por su orden de recomendación del 1 al 10. Se archivan los recomendados desde junio 2011, para ver anteriores ir a "Ritmo Histórico".
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Ritmo JULIO-AGOSTO 2016 - Núm. 898

PUCCINI: Turandot.

Guleghina, Agulló, Berti. Coro de la Generalitat Valenciana. Orquesta de la Comunitat Valenciana / Zubin Mehta. Director de escena: Chen Kaige.
CMajor, 700308 (DVD)



La crítica

El bacilo de la ficción

Los testamentos de Jacques Offenbach y Giacomo Puccini se hermanan curiosa y oportunamente en las dos versiones ofrecidas por la Festspielhaus de Bregenz (21 y 23 de julio de 2015) y el Palau de les Arts valenciano (mayo de 2008), compartiendo la coincidencia de presentar Les contes de Hoffmann y Turandot con un punto de vista común, que escarba en el significado íntimo que esconden unas obras a las que se ha reprochado su tendencia a dispersarse en un afán de abarcar asuntos y ambientes más allá de los que el rigor de un relato lineal parecía dispuesto a permitir.

Tanto Stefan Herheim como Chen Kaige exacerban sobre el escenario la capacidad de la ficción tanto para despertar esperanzas y expectativas en las criaturas humanas como la insidia con que esa misma ficción se encarga de torturar a los sujetos que encandila. Ficción que actúa, en las obras de ambos compositores crepusculares, repartida en focos distintos, e incluso opuestos. La princesa china Turandot propone unos acertijos (ejemplo de ficción poética), como tributo a la memoria de su antepasada en la estirpe (ficción histórica), que actúan de acicate en los candidatos que quieren demostrar su inteligencia y alcanzar a la bella gélida como trofeo, añadiendo así la ficción del relato masculino a la ficción de la mujer, vestal de sí misma. El escritor romántico alemán Ernest Theodor Wilhelm Hoffmann (1766-1822), convertido en protagonista de una ópera, se dispersa y multiplica en unos cuentos concebidos según un anhelo común, el encuentro de una mujer a quien amar. Las ficciones del literato son observadas desde la mirada diabólica de un Mefistófeles de varias caras (Lindorf, Luther, Coppelius, Miracle y Dappertto), siempre empeñado en anunciar un fracaso, en contraste con la intervención amistosa de su secretario Nicklausse, que actúa también como Musa y Voz de Ultratumba.

Una ficción tan compleja y complicada, que se extiende en una miríada de aristas, recovecos y prolongaciones, requiere una plasmación teatral entregada a tumba abierta a subrayar su carácter de representación. Así, los cuentos del angustiado literato adquieren una realidad plástica en un escenario ocupado por una gran escalinata, que recuerda en su enfática ampulosidad a la utilizada por las primitivas películas musicales de Hollywood; allí, todas las figuras implicadas en la ficción no tienen empacho en transformarse una y otra vez en un travestismo frenético que difumina caracteres y peripecias, como si las historias no se narraran sino que se sometieran a una peculiar operación de autopsia. Por eso, las figuras femeninas se alternan y Olimpia es también Giuletta (Kerstin Avemo), igual que Antonia coincide asimismo con Giuletta (Mandy Fredrich); del mismo modo que Hoffmann debe soportar la angustia de enfrentarse a un doble ridículo, el compositor Offenbach comparece sin ser invitado, y la función entera respira una atmósfera de pesadilla.

Algo ardua de ver por el tenebrismo ya habitual en los teatros de ópera y por una realización televisiva algo imprecisa, se trata sin duda de una versión rigurosa del título huidizo; huidizo por el despiste que suele provocar su tratamiento de la ficción. La imaginería china desplegada por Chen Kaige responde a un criterio similar de representación, con escalera central, bella y luminosa en un clasicismo que demuestra, igualmente, que aquí lo esencial es la ficción observada como un bacilo.

Tensa y desgarrada la dirección de Johannes Debus, elegante y sabia la de Zubin Mehta en un título de su especialidad, al servicio de un reparto donde destacan las voces femeninas. Avemo y Fredrich, en sus dobles papeles de mujeres inasibles, cada una a su modo, y Rachel Frenkel como el chico bueno y la llamada de la inspiración, se enseñorean de sus papeles con prestancia y poderío. Así como Guleghina en su princesa matronil y Volgaridou en la trémula delicadeza de la pobrecilla Liú, a quien la ficción le ha adjudicado el papel de abnegada irredenta.

Es bien sabido que conviene sortear la tentación de acudir a figuras del pasado como modelo de lo que el presente ofrece, pero en este caso, apreciando la entrega de los tenores Daniel Johansson (Hoffmann) y Mario Berti (Calaf), es difícil que en el oído no brote el recuerdo de Alfredo Kraus y Francisco Araiza, en el primer caso, y el de Pavorotti o Domingo, en el segundo.

Álvaro del Amo    

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