Ese embaucador prestidigitador que es Josep Colom sigue siendo un pianista indomable y de aires libertarios, ajeno a etiquetas, modas o mandamientos. A sus 78 años recién cumplidos ha conseguido hacer lo que le da la gana frente al teclado. El descaro, ingenio, depuración y emancipación creadora de este músico genuino es abrumador. Ahora su traviesa mirada se detiene en cuatro de las grandes Sonatas de Mozart (ns. 13, 14, 16 y 18). Lecturas que pueden provocar salpullidos entre los oyentes más estrictos, pues plantea la inclusión de unos Interludios (de su puño y letra) intercalados entre los movimientos de cada Sonata. Por lo que son lecturas sin pausa ni descanso, cosidas con un hilo invisible airosamente engalanado. En total 7 “entre actos” ensamblados con agudeza, pues nunca desentonan ni rechinan con la pieza ejecutada (incluso a veces uno necesita tener la partitura cerca para saber cuándo termina el salzburgués y arranca el barcelonés).

El brujo Colom disfruta como un niño grande con estas gloriosas partituras a las que condimenta con ornamentaciones, pinceladas, cabriolas y demás bromas musicales sobre solazadas improvisaciones de su propia cosecha. Un Mozart hipnótico y flexible, de bellísimo cantabile y límpidas texturas, poético y subjetivo, embadurnado de un fuerte aliento nostálgico (incluso beethoveniano, como en la KV 457) donde se toman amplias y loadas libertades con el texto.

Javier Extremera