Cada nuevo trabajo de Jordi Savall ya no persigue tan solo el deleite musical sino la producción de un sólido instrumento pedagógico cimentado en una profunda concepción humanista, filantrópica y cultural. Esta reciente propuesta vuelve a rebasar los límites de la Música Antigua para fundirse con las Músicas del Mundo. Partiendo de la apasionante, aunque cruda historia de la Península Balcánica, el director catalán presenta un variado ramillete de danzas y estilos procedentes de tradiciones como la sefardí, la kurda, la griega o la romaní. Los músicos invitados, nacidos en diferentes países de la zona, suponen un gran atractivo por su capacidad de improvisación y virtuosismo. El buen funcionamiento del conjunto instrumental es muy fiel al planteamiento que Savall defiende vehementemente y qué desea legar al mundo: la universalidad del lenguaje musical está por encima de religiones, fronteras o culturas y tiene la capacidad suprema de hermanar a los seres humanos. La grabación posee una excelente toma de sonido. De lectura obligada son las doctas notas adjuntas a un libreto muy bien presentado, pero es necesario admitir que las verdaderas responsables de su grosor son las traducciones en trece idiomas distintos.

D.A.