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Críticas seleccionadas de conciertos y otras actividades musicales

 

Crítica / Sólo tres notas generaron cada pieza del programa - por José M. Morate Moyano

Valladolid - 06/12/2021

Dos fineses abrieron y cerraron el 5º Programa del Abono de Otoño de la Orquesta Sinfónica de Castilla y León en su sede vallisoletana, Kaija Saariaho (Helsinki, 1952) y Jean Sibelius (Hämeonlinna, 1865-Ainola, 1957), con el ruso Ígor Stravinski (Lomonósov, 1882-Essex House, 1971) en el centro; y en los tres casos, las obras elegidas nacieron a partir del juego prestado por tres notas iniciales como células generadoras de cada pieza: Ciel d'hiver (2013) en primicia para la orquesta; Sinfonía nº 2 en Re M., op. 43 (1901-02) y Concierto para Violín en Re M. (1931), respectivamente.

Como solista del Concierto, hizo su presentación Akiko Suwanai (Tokio, 1972) con su Stradivarius "Delfín", 1714 quien, tras su 2º Premio en el Concurso Reina Isabel de Bélgica 1989, fue la violinista más joven en ganar el Tchaikovski 1990.

Como Director debutó Jonathon Heyward (USA, 1992), ganador del de Besançon y actual Titular en la Filarmónica del Noroeste de Alemania.

Saariaho había compuesto en 2002 su pieza orquestal "Orión" en 3 movimientos con título cuando, en 2013 el Musique Nouvelle en Liberté le solicitó una obra estreno para su programación, eligiendo Ciel d'hiver, 2º movimiento de su "Orión", totalmente renovado en un ambiente aparentemente gélido que plantea el flautín con un motivo de 3 notas que varía y va pasando a violín, clarinete, oboe, trompeta con sordina, siempre sobre una fina textura orquestal que parece estática pero que no deja de evolucionar rica en color y polifonía, jugando con el de instrumentos como piano, celesta y arpa. La sensación de frío intimismo y lo acertado de la solista de flautín, complacieron plenamente al auditorio.

Stravinski escribió para el violinista S. Dushkin, alumno de Auer y Kreisler y por tanto más  que dotado técnicamente, su Concierto en Re M.; 1ª experiencia  con el instrumento y su innato afán por innovar sin desdeñar el rico pasado musical, le llevó a plantear el acorde Re4-Mi5-La6 al solista quien, tras rechazarlo por imposible, comprobó que no lo era tanto y enamorado de su sonido, animó al compositor a seguir por ahí. El autor tomó ese acorde como "pasaporte o contraseña" para su obra e inicia  con él cada uno de sus  4 movimientos con distintas  figuraciones. De estilo neoclásico, utiliza el barroco como cauce pero circulando por él mediante  ritmo, tríadas, disonancias, todo su  armamento contemporáneo y tratando al violín no como exhibidor de fuegos de artificio, sino como compañero de familias y conjunto orquestal. El sonido de Suwanai es perfecto para esa labor por su poder y nobleza; y su carácter también, por cuanto denota interesarse sólo por la música y servirla lo mejor posible; con esa disposición, Heyward encontró una fiel colaboradora y viceversa, pues ambos lograron momentos de verdadera belleza como el inicio de la Toccata, tan difícil de ajustar y donde el trompeta pudo mostrar su destreza, o el canto fluído en el Aria I con acertados vientos y metales, o la conmovedora melodía del violín en el Aria II y su buen diálogo con las flautas  o la acertada y justa rímica del Capriccio final con el violín sobre graciosos fagotes o en su dúo con la concertino, homenaje a Bach en su doble  Concierto BWV 1047. Heyward, aún con poca experiencia por su edad que le obliga a leer las partituras, posee  muy sólida técnica y capacidad de estudio y asimilación que le permiten marcar y anticipar todo y a todos con total seguridad, logró cerrar una excelente versión del difícil Concierto, que fue exitosa y apreciada por todos, vistas las obligadas salidas conseguidas.

Sibelius calificó de "confesión del alma" a su 2ª Sinfonía, que crece a partir de un motivo de tres notas ascendente por toda élla, como piezas de un rompecabezas sólo oído íntegro en el clímax. De nuevo la OSCyL estuvo fantástica, quizá con un sonido demasiado abierto, propiciado por el gesto rotundo y un punto rígido del  joven Heyward, sí sabedor de lo que busca musicalmente. Así obtuvo buen unísono de la cuerda y pizzicati exactos de contrabajos y cellos en I y II movimientos, todos tan detallados por el autor; siempre con nervio, hermoso canto de las maderas en el tema de la Muerte que toma Sibelius de su inconcluso poema "San Juan", con los fagotes destacados, en contraste con el tema del Christus que coronaron bien los metales. En el III, enérgico scherzo de cuerdas  en contraste con el lírico y muy bien ejecutado solo de oboe, al que se sumaron con acierto clarinete, flauta y trompas, para iniciar la trompeta lo que en el IV sería la exhibición de los metales, ¡qué bien la tuba! y todos con ese brillo especial que distingue a Sibelius y su querida Finlandia, tan solemne y triunfante. Aunque la versión competía con la del añorado López Cobos (con ese sonido tan ahormado), ésta tuvo mucha brillantez y vigor juvenil, bien medido y controlado, para repetida satisfacción expresada por toda la Sala.

José M. Morate Moyano

 

Akiko Suwanai, violín

Orquesta Sinfónica de Castilla y León / Jonathon Heyward

Obras: Saariaho, Stravinski, Sibelius.

Sala sinfónica "Jesús López Cobos" del CCMD de Valladolid.

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