Música clásica desde 1929

 

Críticas seleccionadas de conciertos y otras actividades musicales

 

Crítica / Pogorelich, doble personalidad - por Juan Berberana

Madrid - 21/10/2024

Ivo Pogorelich visita el Ciclo de Grandes Intérpretes cada tres o cuatro años. Tiempo suficiente para que los oyentes borremos, en cierta medida, de nuestra memoria los recuerdos y sensaciones de su anterior actuación. Pese a ello, al final de cada concierto, se repite la impresión de que algunas de las interpretaciones del serbio resultan difíciles de asimilar por parte de la audiencia.

La personalidad de nuestro pianista (musical e incluso extra musicalmente) está construida con la superposición de muchas capas de vivencias que, con el paso de los años, devienen en un músico único, brillante y de innegable atractivo mediático. Capaz de lo mejor, aunque también capaz de lo más “extraño”. Esa dualidad convierte cada concierto en un enigma antes de su salida a escena. Este 2024 no ha sido excepción. Un programa excelentemente construido, donde en la primera parte (Chopin y Schumann) nos encontramos con la versión más espectacular del serbio. Mientras que en la segunda (Sibelius y Schubert) fue el Pogorelich más complejo el que vino a visitarnos.

Arrancó el programa con Chopin. Pero con un Chopin perfectamente elegido y adaptado a su espíritu. El Preludio opus 45, donde su labor de disección se ve más que justificada. Una interpretación de una melancolía sobrecogedora, pese a la presencia de un raro zumbido en la sala, en gran parte de su ejecución (sic). Lo mejor de la velada fueron los Estudios Sinfónicos, opus 13 de Schumann, que procedió a interpretar precedidos de las Cinco variaciones póstumas. No hay consenso en como insertar dichas variaciones dentro de un programa (intercaladas o de manera independiente).

La ortodoxia y brillantez de Pogorelich fue, en cualquier caso, absoluta. Con el acento preciso en cada uno de los doce estudios. Con un uso del pedal (una de sus fortalezas) que le permitió conseguir efectos de progresión realmente bellos. Por supuesto qué en la Estudio final (realmente espectacular), pero también en los Allegros vibrantes de los Estudios V y X. Han pasado más de 40 años desde que grabó esta obra para Deutsche Grammophone y su entendimiento sigue siendo espectacular.

Todo hacía presagiar una de las grandes veladas del serbio. Sin embargo, con su ejecución del Vals Triste de Sibelius, volvimos a las complejidades del pianista que trata de encontrar, o eso nos parece, más cosas detrás de la partitura de lo que la mayoría de la profesión consigue. La pieza de Sibelius se transformó en un “vals lento”, donde se perdía algo del origen danzable de la obra. Donde los silencios (aunque sabiamente coloreados por su talentoso uso del pedal) se tienden a eternizar en la parte final.

Algo parecido ocurrió con los Seis Momentos Musicales D.780 de Schubert. Si bien es cierto que en algunos casos ese proceso de lenta disección se prestaba más. Ofreciendo resultados conmovedores en el num.2 Moderato o en el num.6 Allegretto, aunque resultado más extraño, a buena parte de los presentes, la parsimonia del célebre Allegro del num.3.

En el fondo, nada nuevo. Pogorelich sigue siendo un artista único. Que no aprecia especialmente la sintonía con el público (es capaz de terminar la ejecución de una obra y dedicar un buen tiempo a reordenar el taco de partituras, antes de darse cuenta de que el público le aclama y merece ser correspondido con un saludo) y que antepone su personalidad musical a cualquier otro parámetro. De una honestidad innegable.

Próxima parada, el violinista Maxim Vengerov junto a la Schubert Filharmonia. Un pequeño receso del ciclo, entre el mundo de los pianistas.

 Juan Berberana

 

Ivo Pogorelich, piano

Obras de Chopin, Schumann, Sibelius y Schubert

Ciclo Grandes Intérpretes (Fundación Scherzo)

Auditorio Nacional, Madrid

 

Foto © Bernard Martinez / Sony Music Entertainment

108
Anterior Crítica / Dido y Eneas en la Ópera Real de Versailles - por Agustín Blanco Bazán
Siguiente Crítica / Tradición: claridad técnica y carácter - por Luis Mazorra Incera