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Crítica / Orfebres del sonido y el color - por Luis Mazorra

Madrid - 22/11/2021

La interiorización del fraseo y articulación formal que Alban Berg propone sobre la textura creada por su peculiar entramado dodecafónico en su célebre Concierto para violín (“A la memoria de un Ángel”), tuvo en Christian Tetzlaff al violín solista y en David Afkham al frente de la Orquesta Nacional de España, dos sensibles intérpretes en línea con el tenso lirismo que éste personifica.

Musicalidad en la que ambos levantaron esta magistral partitura con mágica flexibilidad de tempi no exenta de momentos de poderoso y abrupto dinamismo, como el valiente remate de su primer movimiento Andante-Allegretto y su continuación en el poderoso arranque del Allegro que le sigue.

O la cadencia a solo, plena de convicción y tensión en su ingenioso juego polifónico, cuerdas múltiples y pizzicatos incardinados en la expresividad musical que propone con una vibrante secuela orquestal... y sus momentos etéreos, también, como aquel que proporcionó una profunda y extática sección de clarinetes, con pinceladas de violín o violines, o los sutiles aportes de una cuidada percusión... entre otros muchos detalles. Todo un cuadro "colorista" en donde la sinestesia sonora y visual parecería algo natural.

El correlato del Largo en fa mayor tercer movimiento de la, también, Tercera sonata en do mayor para violín solo de Bach, ya en la propina con que Tetzlaff correspondió a la ovación del público, planteó una relación entre ambas "Bes" (Bach y Berg) razonable, justo remate al Concierto.

La Segunda sinfonía de Robert Schumann discurrió plena de reflejos, en aquella paleta de personalidades paradójicas propias de este autor romántico, en un primer movimiento especialmente dinámico. Antesala de una vibrante versión que lució un encomiable trabajo tímbrico, para una pieza que ha vivido a menudo, a la sombra de la Tercera.

El Scherzo pareció extender aquel impulso más allá si cabe, con exultante vivacidad y un transparente contrapunto cincelado desde el podio. Su final, espléndido, "en punta", te levantaba del asiento.

El destacado Adagio espressivo hizo gala de este calificativo en una versión que se volcaba en la citada expresividad romántica con intensos puntos culminantes, y limpieza en sus pasajes contrapuntísticos y de transición más relajados, siempre con una perfilada melodía cantabile.

El Allegro molto vivace volvió de principio, a aquella energía y virtuosa claridad de planos de la que Afkham hizo gala esta noche. Una labor, sin exagerar, de verdadero orfebre de la frase, de la continuidad sinfónica, la imitación y el contrapunto, de la articulación formal, y, sobre todo en esta pieza, del sonido y el timbre resultante. Estimulante de principio a fin.

Luis Mazorra Incera

 

Christian Tetzlaff, violín.

Orquesta Nacional de España / David Afkham.

Obras de Bach, Berg y Schumann.

OCNE. Auditorio Nacional de Música. Madrid.

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