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Críticas seleccionadas de conciertos y otras actividades musicales

 

Crítica / Obsesiones beethovenianas de Birgit Kolar - por Ramón García Balado

Santiago de Compostela - 07/12/2022

Birgit Kolar, con escuela en la Musik Universität Wien se formó con Rainer Küchl y Jela Spitkova, para ampliar en Lucerna con Wolfgang  Schneiderhan. Pasó en 1992 por el Conservatorio Int. Yehudi Menuhin, y entre las agrupaciones que destacaría en su trayectoria, destaca la Symphonieorchester des Bayerischen Rundfunk, siendo también dinamizadora del Seraphin Quartett Wien, y concertino de la O. Brucker Linz , la Wien S.O. o la Rundfunk München O.

Dispone de un Carlo Bergonzi Cremona de 1723, en cesión de confianza. De sus años de estudio vendría precisamente esa obsesión  beethoveniana  y en especial con el concierto escuchado, lo que le traería más de un reproche por esa osadía de adolescente.  

Béla Bartók abrió programa con el Divertimento para cuerdas obra en sus tres tiempos: Allegro non troppo, Molto adagio y Allegro assai, un encargo ambicioso de Paul Sacher, siempre decidido a dar a conocer obras suyas en Basilea y que será dedicatario de esta obra. Sacher había fundado la O.C. de Basilea y esta pieza, se completaría en el breve espacio de seis días, en Saanen, a mediados de 1939, mientras apuraba un período de reposo.

El período de guerra, le impedirá acudir al estreno, dejando para el recuerdo el precedente del ofrecido con la Música para cuerda, percusión y celesta o la Sonata para dos pianos, con el sexto de los cuartetos de cuerda, encargos del propio Sacher. En definitiva, será la última obra que estrene en Europa. Bartok admitía sentirse como un músico de otra época y este divertimento, en cuanto obra dedicada, parece recordar a viejos maestros, en la idea de los parámetros barrocos, en una visible oscilación entre el Concerto grosso o de un Concertino. Muestra claramente referencias temáticas o las alternancias ripieno-concertino, elementos propios de aquellas referencias. La forma y el transcurso del conjunto en sus tiempos, no renuncia en el concepto creativo del autor a estructuras procedentes de origen folklórico, tomadas del colo balcánico o del hora rumano. Crispaciones rítmicas en tratamientos transversales.

Rubén Gimeno marcó su preferencia por esta obra en cuanto a su aportación de concepto, y que ya había probado en sesiones de temporada por lo que su resultado sería una precisa lectura del discurso bartokiano.

Beethoven con el Concierto para violín en Re M. Op. 61, el concierto de los conciertos para el insigne J. Joachim, y compuesto en el año 1803, en un momento tenso tras el estreno infeliz de la ópera Fidelio. El mentado admirador Joseph Joachim, enfent prodige, entonces, lo presentó en Londres, bajo la dirección de Mendelssohn, consolidando la fortuna de la obra, y curiosamente, la posteridad dejará una transcripción para piano, casi un calco excesivo, que tendría como editor a Clementi.

Birgit Kolar impregnó al concierto de virtuosismos técnicos sobrecogedores, con dominios de gran expresividad rayana en lo apoteósico en el desarrollo de las cadencias de Fritz Kreisler. Un Beethoven que  transfigura en su planteamiento las tensiones expresivas, todavía poco indagadas, en el culmen de la tradición clásica a través de su legado.  El Allegro ma non troppo,  encumbrado a la inmortalidad a consecuencia de la melodía que lo impulsa, enaltecido por las cuatro notas del timbal, emulando el latido del pulso. Los dos primeros temas que  evolucionan en el espacio de una suavidad, que delimita las pretensiones de relajada ternura, remarcado el protagonismo del violín que se manifiesta a través del pertinente Re M., dando paso al Larghetto, perfilado por una ostentosa sutileza de líneas, tomadas vagamente del movimiento anterior.

Una distante romanza, a caballo de seis variaciones, otorgaba al violín el dominio de introducir un a modo de refrain, especie de rondó, como tercer tiempo, pura amabilidad de temple popular, un entusiasmo que acaba con un tutti, de ritmo portentoso, gracias al acelerón propulsado por el violín, que arrastra consigo al resto de la orquesta, a partir de la entrada de las trompas, seguidas de fagotes, tras una breve candenza, en la que el violín, ensancha perspectivas sonoras para conceder una conclusión de pura apoteosis final. Sería Lenz quien sentenciase con respeto al Larghetto, que ese tiempo respiraba la suave poesía de las Geórgicas de Virgilio, la dulce felicidad campestre. Faltan pues palabras más adecuadas para describir este cuadro que formosam resonare doces Amarylida Sylvas. En resumen, un concierto destinado a sobrepasar las elegancias clásicas de Mendelssohn y los vagabundeos líricos de Spohr.

Ramón García Balado    

 

Birgit Kolar

Real Filharmonía de Galicia / Rubén Gimeno

Obras de Béla Bartók y L.v. Beethoven

Auditorio de Galicia, Santiago de Compostela

Círculo das Artes, Lugo

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