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Crítica / Modélico Ritorno d’Ulisse en el Teatro Real - por Francisco Villalba

Madrid - 09/12/2023

Pasadas las turbulencias del estreno de un Rigoletto pretencioso y torpe, el Teatro Real vuelve a regalarnos una versión semi-representada de esa maravilla que es Il ritorno d’Ulisse, de Monteverdi, que ya tuvimos la suerte de disfrutar en Madrid el pasado 12 de Marzo en el Auditorio Nacional en excelente versión de Europa Galante a las órdenes de Fabio Biondi con Mark Padmore en el papel de Ulisse.

Monteverdi es uno de los contados gigantes de la música y sus creaciones supremas para la escena, L’Orfeo, Il ritorno d’Ulisse y L’incoronazione di Poppea, son tres obras insuperables e insuperadas. De las tres, mi favorita es Il ritorno, una maravilla que cada vez que la escucho me asombra, me enriquece y me emociona. Por eso, que el Teatro Real la haya traído de nuevo a su escenario, aunque semi-escenificada, es algo de agradecer. Y me pregunto por qué gastarse fortunas en representaciones deleznables, si semi-escenificadas resultan mucho más gratificantes.

Il ritorno d’Ulisse es una obra tan perfecta, tan inspirada, tan bella que quizá no pueda ser asimilada en una primera audición, pero que una vez conocida te fascina, te atrapa y ya nunca más podrás escapar a su suprema belleza. Sobre un texto de Giacomo Badoaro, aquel noble veneciano cínico y libertino miembro de la Accademia degli Incogniti de la que formaba parte, entre otros con Busenello y Giulio Strozzi, Monteverdi recreó los cantos XII y XXIII de la Odisea homérica con un total acierto.

Se trata de una obra tan hermosa como difícil, ya que en ella predomina el recitativo aunque tenga ariosos tan conmovedores como “Torna il tranquillo al mare, torna il Zeffiro al prato” con el que concluye el primer monólogo de Penélope; “Di misera regina”, cuya melodía emociona por su suprema sencillez, por su profunda melancolía, por su exquisitez insuperable; dúos conmovedores como el del encuentro de Ulisse y Telémaco en el acto II, en el que el reconocimiento de ambos personajes es de una emotividad sin las estridencias y exageraciones a las que se vio arrastrado el género operístico más tarde. El texto de este momento, como el de toda la obra, es una maravilla sin mácula limitándose a un casi susurrado “O padre sospirato” de Telémaco, al que responde Ulisse con un igualmente contenido, “O filglio desiato”.

Para culminar la obra, escuchamos uno de los dúos quizá más hermosos jamás escritos, el de Penélope y Ulisse con la reiterada repetición de la afirmación “Sí”, dentro de una atmósfera musical de calma, de sosiego,  de infinita ternura y poesía. Sublime. Pero lo que hace al Ulisse una obra fuera de serie es su constante juego de contrastes, su mezcla de tragedia y comedia, la magistral capacidad mostrada por Monteverdi para mezclar la angustia y el dolor de Penélope con la sana alegría y el amor al sexo y a la vida mostrada por esos dos personajes solares, maravillosos, jóvenes que son Melanto y Eurimaco, que proclaman con alegría “Ché ad un focoso petto il rispetto è dispetto” (Que en un pecho fogoso, la contención es suplicio).

Por otro lado, tenemos en el terreno francamente bufo al glotón Iro que lleva a cabo el más jocoso suicidio de la historia de la ópera, porque prefiere suicidarse a morir de hambre, su más temida enemiga. A estos personajes añadamos los tan humanos Ericlea, la nodriza de Ulisse, y el pastor Eumete; los ambiguos y ambiciosos pretendientes de Penélope, Pisandro, Anfinomo y Antinoo; el mundo de los seres simbólicos como la Fragilidad humana,  el Tiempo, la Fortuna y el Amor, y los divinos como Júpiter, Neptuno, Juno y sobre todo Minerva, protectora de Ulisse.

En 2009 la escuchamos, en aquella ocasión representada, con dirección de musical de William Christie y teatral de Pier Luigi Pizzi, y los resultados, aun siendo apreciables,  no generaron mi entusiasmo, cosa que en esta ocasión si ha ocurrido con el grupo suizo de música antigua “I Gemelli” y una compañía de cantantes jóvenes entregados a sus papeles en cuerpo y alma.

Tanto el tenor y director de la compañía, Emiliano González Toro en el doble papel de Fragilidad Humana y Ulisse, bordó su papel, como lo hicieron el bajo Nicolas Brooymans como El Tiempo, papel generalmente encomendado a una soprano y el pretendiente Antinoo y la soprano Lysa Menu como La Fortuna y Juno. Sobresaliente la soprano Emoke Baráth como Amor y Minerva. Fleur Barroncon una voz de mezzo plena, profunda y poseedora de un notable talento dramático, hizo una Penelope conmovedora. En los jocosos y lucidos papeles de Melanto y Eurimaco, la mezzo Mathilde Etienne y el tenor Álvaro Zambrano consiguieron transmitirnos toda la vitalidad y optimismo de sus juveniles personajes.

Impecable el Telemaco del tenor Zachary Wilder, y en el estrepitosamente bufo papel del glotón Iro, generalmente encomendado a un contratenor, el tenor Fulvio Belttini nos ofreció un verdadero recital de los caleidoscópicos cambios  del personaje. No quiero olvidar ni al regio Neptuno del bajo Christian Immler, ni al Giove /Anfinomo del tenor Juan Sancho, ni a la Ericlea de la mezzo Alix Le Saux, ni al Eumete del tenor Nicholas Scott, ni al Pisandro del también tenor Anders Dahlin.

A señalar que el director Emiliano González Toro ha eliminado a los contratenores, que casi siempre interpretan en la actualidad los papeles de Iro y Giove.

Resumiendo, un fantástico festín artístico y musical.

Francisco Villalba

 

Il ritorno d’Ulisse en patria, de Claudio Monteverdi

I Gemelli / Emiliano González Toro

Emiliano González Toro, Nicolas Brooymans, Emoke Baráth, Alix Le Saux, Mathilde Etienne, Álvaro Zambrano, Nicolas Brooymans, Christian Immler, Juan Sancho, Anders Dahlin, Zachary Wilder, etc.

Teatro Real, Madrid

 

Foto © Javier del Real | Teatro Rea

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