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Crítica / Liszt al rescate - por Juan Gómez Espinosa

Madrid - 18/03/2024

La temporada pasada, Seong-Jin Cho vino al mismo escenario del Círculo de Bellas artes de Madrid con Haendel, Brahms y Ravel y brindó una tarde emocionante, de esas que merecen recordarse gracias a su técnica perfecta y una sensibilidad que supone tanto abrazarse a la música que el pianista abraza como al propio intérprete. Este domingo ha vuelto al mismo escenario y el resultado no ha sido el mismo, ni de lejos, sino bastante irregular. Eso sí: al final, Liszt salió al rescate (spoiler).

Por supuesto, se mantuvo la técnica toda la velada, pero no puede decirse lo mismo del sonido ni de la actitud. Todo comenzó con Haydn y su Sonata para piano nº 34 en mi menor. El primer movimiento pareció asegurar la continuidad con la jornada pasada: allí estaba las manos que dominan el teclado y el gusto por sumergirse en el sonido, pero esto solo ocurrió en esa sección. El segundo movimiento resultó absolutamente plano, tanto de matices como de articulaciones como de frases, y es en realidad una parte llena de posibilidades dramáticas y texturales. Tampoco ayudó demasiado que alguien recorriera la zona de detrás del escenario como si se tratase de un buey sordo. El tercer movimiento, además de plano y falto de imaginación, fue dominado por un pianissimo casi de caja de música que caracterizaría el resto de la primera parte del concierto junto a las otras carencias.

Tras Haydn, le llegó el turno al homenaje que Ravel le dedicó al pope neoclásico: Menuet sur le nom de Haydn. La delectación con las armonías sugerentes del francés no fueron suficientes para defender esta miniatura, ya que la cajita de música despertó el bostezo y, lo peor de todo, no hubo ni un rastro rítmico que se le supone a una danza como el minuet. Tampoco se encontró pulso bailable en ninguna de las seis danzas que forman Le Tombeau de Couperin, una de las obras más chovinistas de la historia francesa (dedicada a compatriotas caídos durante la Primera Guerra Mundial y a los músicos nacionales del XVIII, que algo de danza sí que sabían). Monotonía, ningún riesgo y la cajita de música como motor. Eso sí: los últimos compases de la Tocatta fueron abordados de manera espectacular, provocando los bravos del respetable (ya se sabe que fusas más octavas dan como resultado muchos aplausos).

La primera parte era la “breve”, y eso, a uno, le hizo temer que la segunda, bastante más larga, lo condujese al sueño. Pero no. Liszt, como ya he adelantado, llegó al rescate. Années de pèlerinage podrían llamarse también Cuadernos de viaje, y en ellos el húngaro demostró no sólo que era una sensibilidad atenta a los estímulos artísticos de cualquier tierra que pisaba, sino uno de los músicos más grandes de su época (por muchas razones: experimentación exitosa con las armonías, juegos estructurales, sabiduría instrumental u óptica intelectual).

Este domingo, le tocó el turno al segundo año italiano, y Seong-Jin Chao, por fin, se reveló como lo que es: un intérprete que, bajo el manto del teclado, explora y disfruta de todas sus posibilidades con una técnica sobrehumana. En Sposalizio demostró una gradación de matices llena de emoción. Il Penseroso fue una lectura rotunda de lo que deben ser el drama y el misterio. La Canzonetta del Salvator Rosa bailó con gracia y elegancia. El Sonetto 47 del Petrarca (Benedetto sia ’l giorno), uno de los mejores testimonios de amor (tanto el poema como la partitura), fue cantado con cuidado sobre la densidad de texturas. El Sonetto 104 (Pace non trovo), una de las piezas más complicadas técnicamente, supuso el primer clímax del concierto, con su pluralidad de matices, colores y expresiones que el pianista hilvanó con toda coherencia. El Sonetto 123 (I’ vidi in terra angelici costumi) se convirtió en un ejemplo de sugerencia colorista. Y, finalmente, Après une lecture du Dante: Fantasia quasi sonata, se convirtió en el segundo y gran climax, con una interpretación magistral; su espectacularidad, en este caso, no tuvo nada de gratuito y sí mucho de ritual.

La propina volvió a Ravel, su Pavana por una infanta difunta; de nuevo, la cajita de música, pero, a estas alturas, después de su prodigioso Liszt, ya se le había perdonado todo.

Juan Gómez Espinosa

 

Seong-Jin Cho (piano)

Obras de Franz Joseph Haydn (Sonata para piano nº 34 en mi menor, Hob XVI:34), Maurice Ravel (Menuet sur le nom de Haydn, Le Tombeau de Couperin) y Franz Liszt (Années de pèlerinage, Deuxième année: Italie, S 161).

17 de marzo de 2024. Teatro Fernando de Rojas del Círculo de Bellas Artes de Madrid.

Círculo de Cámara. Temporada 2023/2024.

 

Foto © Antonio Moral (vía X: @amoral07)

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