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Crítica / Leonardo Vinci en la Scala - por Jorge Binaghi

Milán - 19/04/2023

En el programa de recuperación para el primer teatro lírico de Italia del repertorio barroco ha llegado el turno en la Scala de Milán a Leonardo Vinci y su ‘comedia en música’ Li zite ngalera (Los prometidos en barca) que se vio por primera vez en Nápoles en 1722 con enorme éxito que decretó su inmediata circulación y repetición.

Rescatada del olvido con la edición crítica de 2022 a cargo de Bernardo Ticci y Andrea Marcon, que se ha ocupado de la dirección, ha tenido un merecido éxito por la calidad de la música y la vivacidad del libreto en napolitano de Bernardo Saddumene, que algunos llaman el Goldoni de Nápoles (si el argumento –una típica comedia de enredos con disfraces y cambios de sexo y amores no correspondidos- puede convalidar esta afirmación, el simpático texto queda un tanto por debajo de las joyas que con los mismos mimbres nos ha dejado el veneciano).

Obviamente no hay papel para el coro aunque un grupo de figurantes animan ulteriormente la escena que cuenta con bellos decorados móviles de Federica Parolini, los adecuados trajes de Silvia Aymonino (respetuosos todos del momento histórico), y la óptima iluminación de Alessandro Verazzi. La dirección de la parte escénica, muy movimentada y muy ajustada a las situaciones es lo mejor que hasta ahora he visto de Muscato, y colaboró decisivamente al éxito de una velada en que el Teatro presentaba una muy buena y atenta asistencia que aplaudió prácticamente todas las arias y momentos concertantes (pocos: dos dúos y un trío, además de un conjunto en el tercer y último acto) y se mostró entusiasmado al final.

Aparte del conjunto La Cetra, especializado en el barroco, han actuado también profesores de la orquesta de la Scala pero con instrumentos de época con resultados ampliamente satisfactorios y lo mismo puede decirse del numeroso reparto que presenta dificultades equivalentes aunque con distinto énfasis. Inútil decir que Marcon estaba en su elemento y su dirección fue de veras relevante.

Aspromonte, buena soprano, es un doliente Carlo. Amarù presta su bello timbre de mezzo a Belluccia, su amante abandonada, que va en su busca disfrazada de Peppo. Ciomma, aparentemente la propietaria del local junto con la veterana Meneca (un Allegrezza, tenor, irresistible) y objeto de las atenciones de todos menos de Peppo que se harta de decirle que no puede corresponderle, es la bella y vocalmente perfecta Vitale que finalmente se rinde a la evidencia y acepta al melancólico Titta (un extraordinario Mineccia) que presenta un agudo contraste con el otro contratenor, Pe, asimismo óptimo, que es el cómico embrollón equivalente a Arlequín aunque aquí con el nombre de Ciccariello.

Como todo transcurre en la calle y en espacios abiertos, también interviene el propietario de la peluquería y amo del servidor liante, Col’Agnolo, un divertido Siragusa en un papel que le va a medida, lo mismo que al sensacional Rapisto cocinero del notable bufo Romano.

Completan el reparto un poco convincente Morace (bajo, padre de que es el cómico embrollón  equivalente a Arlequín aunque aquí adopta el nombre de Ciccariello la fugitiva Belluccia/Peppo) y dos jóvenes talentos de la Academia del Teatro, Matías Moncada (bajo, el turco Assan) y Fan Zhou (soprano, una esclava).

Jorge Binaghi

 

Francesca Aspromonte, Chiara Amarù, Francesca Pia Vitale, Filippo Morace, Alberto Allegrezza, Filippo Mineccia, Antonino Siragusa, Raffaele Pe, Marco Filippo Romano, y otros.

Orquesta del Teatro y La Cetra Barockorchester / Andrea Marcon.

Escena: Leo Muscato.

Li zite ngalera de L.Vinci.

Teatro alla Scala, Milán

 

Foto © Teatro alla Scala - Brescia e Amisano

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