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Críticas seleccionadas de conciertos y otras actividades musicales

 

Crítica / La esencia humana del alma de la música - por Abelardo Martín Ruiz

Madrid - 18/10/2023

Este pasado domingo, día 15 de octubre, tuvimos la oportunidad de escuchar nuevamente a la Joven Orquesta Nacional de España con motivo de la gira de conciertos perteneciente al reciente encuentro de su presente temporada, ofreciendo su siempre formidable trabajo, como suele ser costumbre desde hace bastantes años, en una nueva cita en su propia sede, formando parte de la programación del Auditorio Nacional de Música de Madrid.

En esta ocasión, la puesta en escena fue realmente especial, puesto que contó no únicamente con los habituales miembros integrantes de la formación, que se renuevan periódicamente en las citas anuales de los procesos selectivos convocados a tal efecto, sino también con una serie de músicos invitados procedentes de la agrupación BandArt, una orquesta concebida en su origen dentro del Festival de Música de Lucena del año 2005 y que se muestra como fomentadora de una iniciativa completamente novedosa desde hace tiempo en el ámbito internacional, al proponer sus interpretaciones de pie, percibiendo al combinado como un gran conjunto de música de cámara y, especialmente, sin la figura concreta de un director de orquesta a la manera tradicional.

Esta función se encuentra acometida desde hace años por el violinista Gordan Nikolic, quien, desde su preeminente posición experimentada de concertino durante varias temporadas en la Orquesta Sinfónica de Londres, se muestra como uno de los intérpretes e instrumentistas de mayor amplitud polifacética, ofreciendo siempre una incesante inquietud, profundidad y conocimiento artístico en sus propuestas. Como consecuencia de este planteamiento, la agrupación abordó la interpretación de tres grandes creaciones de la producción de compositores como Borodín, Beethoven y Berlioz sin director, bajo el liderazgo del propio Gordan como concertino-director desde el primer atril, y compartiendo con el público una experiencia que, aunque se comienza a observar en el panorama de manera cada vez mucho más frecuente, todavía se ha presenciado en pocas ocasiones con orquestas formativas.

Como observación respecto a otras críticas de similares características, es necesario poner de manifiesto en la persona que escribe estas palabras la profunda admiración hacia una agrupación como la Joven Orquesta Nacional de España y hacia la persona de un músico como Gordan Nikolic. Con permiso de nuestros lectores para compartir una apreciación directamente personal, tuve la oportunidad de conocerle como profesor en un encuentro de la Joven Orquesta Nacional de España durante el año 2010, en una institución a la que he visto crecer, avanzar y evolucionar desde entonces a partir tanto de la línea como del esquema que impulsó su anterior director artístico, José Luis Turina; y es que, al margen de los contratiempos o de las adversidades generadas por la pandemia, sigue fomentando su sublime proyecto pedagógico de formación orquestal para que las futuras generaciones de instrumentistas nacionales, que poco a poco se convierten más en un modelo presente, profundicen en su amor por la música, a partir de valores comunes y de una inquietud por expandir su crecimiento artístico como músicos.

En este sentido, a pesar de que la Joven Orquesta Nacional de España siempre ha contado con grandes directores y en general con un profesorado de reconocido prestigio, me agradaría encarecidamente compartir desde mi perspectiva personal la intensa y enriquecedora experiencia que hace bastantes años se nos ofreció a los por entonces miembros de la agrupación, cuando fue invitado Gordan Nikolic como profesor para la preparación de un encuentro dirigido posteriormente por un prometedor Pablo González.

En mi mente permanece el recuerdo de unas sesiones que trascendían lo aprendido en el conservatorio para experimentar una dimensión diferente de la música, a nivel colectivo, sensorial, sensitivo y humano, en la que la técnica se abría paso hacia este arte desde la aportación individual de cada uno de los miembros, en la que la sensación de grupo predominaba sobre cualquier otra cuestión puramente mecánica y en la que se ponía de manifiesto la auténtica expresión de afectos, emociones, pasiones y sentimientos, con independencia del repertorio a interpretar. Esa maravillosa oportunidad quedó por entonces como una preparación aislada, y, aunque el aprendizaje fue profundo, una buena parte de los presentes, por no decir todos, deseamos repetir lo que aquel hombre repleto de un incansable amor hacia la música, hacia la filosofía, hacia la vida y hacia el trabajo con las personas nos transmitió. Lamentablemente, aunque sin duda durante los años posteriores llegaron otras experiencias estupendas, nunca llegamos a tener la ocasión de abordar un proyecto de orquesta sin director, por lo que fuimos creciendo y dejando paso a nuevos miembros que tomarían nuestro relevo, sin que llegase finalmente en algún momento la posibilidad de generar un marco propicio para acometer lo que representaba sentir la orquesta como un gran ensemble de música de cámara. La iniciativa, no obstante, sí empezaría a cobrar forma, con algunas agrupaciones del ámbito internacional, lo cual ha llegado hasta el momento actual como una viva alternativa a este modelo tradicional de comprensión de la orquesta.

Probablemente tendrán que disculpar ustedes que hasta este momento todavía no se haya hecho mención expresa al concierto que centra nuestra atención, aunque en realidad es la presentación de todo lo que nos ofreció la Joven Orquesta Nacional de España en este día 15 de octubre, la culminación de un auténtico sueño, que únicamente pudo ser imaginado por mi generación, y que se ha podido hacer realidad definitivamente en un concierto que posiblemente quedará para la posteridad en la historia de la joven agrupación nacional.

Con seguridad, podríamos elaborar una reseña en la que destacar la compactada sonoridad y el extrovertido impulso de todo el bloque en la obra de Borodín, la majestosa fuerza de la dicotomía presente entre lo temperamental y lo sentimental en la obra de Beethoven o la fantasía colorista y sensorial de las ingeniosas escenas de la vida de un artista que nos describe Berlioz en la que seguramente podría ser su composición sinfónica más célebre; pero los términos que destacan por encima de todo lo vivido son especialmente la unidad, la energía, la entrega, la ilusión, la comunicación y el compromiso artístico con el hecho musical, dedicando una entrega absoluta hacia la proactividad individual y colectiva.

Las orquestas jóvenes muestran tradicionalmente una pasión absoluta en todos los atriles y en todas las secciones, seguramente como consecuencia de la manera de vivir cada momento presente entre la juventud, aunque se ha considerado que la falta de experiencia ha podido ser compensada con trabajo seccional para mostrar un resultado lo más cercano y parecido a lo profesional posible, lo que ciertamente constituye una labor notoria y necesaria para poder profundizar en objetivos mayores; pero lo que tanto Gordan como los miembros de BandArt presentes entre los jóvenes instrumentistas consiguieron fue el disfrute sobre el escenario para conformar ya no un buen concierto, sino una auténtica versión personal, configurada en el momento y vivenciada desde una absoluta sinergia, con los parámetros agógicos, dinámicos, texturales, tímbricos, emocionales y sentimentales al servicio de la partitura. Los conciertos de este tipo, por otro lado, plantean un cuestionamiento acerca de la contribución de las figuras de los directores tradicionales para evitar intermediarios y centrar la conectividad en una escucha activa que se percibe en cada instrumentista a la hora de dar lo mejor de sí mismo.

La pregunta a hacerse, por lo tanto, sería si este tipo de iniciativas resultarían mucho más favorables para el crecimiento de los músicos que las de los “maestros” que estructuran el discurso desde una tarima que, paradójicamente, cada vez va viendo rebajada progresivamente más y más su tamaño y su altura. Es posible que estemos adentrándonos en una época de cambios, todavía más que los que hemos vivido desde que nos sumergimos en el siglo XXI, no digamos ya en los años 20, y que realmente este modelo permanezca implementándose progresivamente en el ámbito sinfónico, con la entrega absoluta, la imponente presencia y la frescura de la libertad que genera el hecho de tocar de pie, como solistas, dentro de un colectivo que conecta constantemente con los acontecimientos. Por esto, quizás sea hora de constatar una apertura de miras y un cambio de modelos obsoletos para que, como sostienen los grandes directores, que eventualmente evitan “molestar” y ayudar con su gesto, la esencia de un buen equilibrio se encuentre en una palabra que hacía propia de su discurso en los ensayos la figura de Claudio Abbado: “Escúchense”.

Como conclusión, con un recuerdo y cariño especial en el corazón para todas las personas que compartieron conmigo la etapa de la querida JONDE, el final del concierto nos regaló dos propinas contrastantes de una naturaleza sublime, la Pavana para una infanta difunta de Ravel, con el embriagador aroma del impresionismo francés retrospectivo y moderno, tan elegantemente entendido por parte de los músicos, y un nostálgico detalle final con el guiño a la música nacional, el pasodoble Amparito Roca, con la espléndida orquestación de José Luis Turina que él mismo regaló y dedicó al joven combinado unos años antes de culminar su etapa como director artístico. Ante la estupenda acogida, sin duda, nos queda la imagen de una velada emocionante que permanecerá siempre en nuestros corazones.

Abelardo Martín Ruiz

 

Joven Orquesta Nacional de España & BandArt

Gordan Nikolic, concertino-director

15 de octubre de 2023, Auditorio Nacional de Música de Madrid, Sala Sinfónica

Obras de:

Alexander Borodín - Obertura del Príncipe Igor (completada y orquestada por Alexander Glazunov)

Ludwig van Beethoven - Gran fuga, opus 133 (arreglo para orquesta de cuerda de Felix Weingartner)

Hector Berlioz - Sinfonía fantástica, opus 14

 

Foto © JONDE - Rafael Martín

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