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Crítica / Florilegium de lo desconocido (Real Orquesta Sinfónica de Sevilla)

Sevilla - 16/10/2020

Los tiempos que corren no permiten dejar escapar cualquier ocasión o manera para recuperar al público perdido, sobre todo ese que todavía no se atreve a asistir a actos que reúnan a una cantidad de público cuyo número resultara preocupante. Y para superar tan comprensible temor se necesita que se le ofrezca algo suficiente como para asumir ese “riesgo”.

El Teatro de la Maestranza de Sevilla ha puesto en marcha el protocolo máximo de seguridad para sus melófilos y en ese marco la orquesta nos está ofreciendo el llamado “Ciclo de otoño”, con programas sumamente sugestivos como este que comentamos. Se trataba de reunir una serie de obras poco conocidas de autores como Mozart, Rossini o Beethoven, de manera que no fuese lo de siempre, pero sí que con la “garantía” de compositores que no defrauden.

Añádase además el atractivo de una emergente y joven soprano, Lucía Martín-Cartón, a la que además ya hemos escuchado antes con la Orquesta Barroca de Sevilla y nos dejó un grato recuerdo. Y un último caramelo más: contar como primer violín y director con el actual concertino invitado de la orquesta, Paçalin Zef Pavaci.

Abríamos con la obertura de La clemenza di Tito, acaso la pieza más popular de la desconocida ópera, ejecutada con gran brillantez por la orquesta, si bien el violinista albano quiso imprimirle un tempo como por encima de la ensayado a base de anticiparse al resto de la orquesta, lo que fue creando un desajuste demasiado ostensible hacia el final. Volvió a recaer, menos enfáticamente, en el Beethoven final.

Sin embargo, en el resto del programa canalizó todo ese empuje con un acompañamiento exquisito, delicado y con ese “nervio” que subyace bajo tanta sutileza cuando se trató de seguir a la cantante. Porque la verdad es que en Deh vieni non tardar de Las bodas de Fígaro, la pieza más conocida del programa, la orquesta ofreció un aterciopelado manto para que pudiéramos oír a una inspirada Martín-Cartón, cuya voz tenía aún que calentarse progresivamente, pero que ya brillaba por su registro limpio, claro y de gran dulzura.

Todavía le faltaba un poco para la plenitud y ahí estaba Vorrei spiegarvi, oh Dio para conseguirlo, un aria que se añadió a la ópera de Pasquale Anfossi Il curioso indiscreto, y en la que su virtuosismo desmedido resulta tan grande (e incluso peligroso para la voz, si atendemos al salto de 18ª que la soprano debe dar de grave a agudo), como de enorme belleza.

Pero al aparente suicidio (u homicidio) vocal no se llega de pronto, sino que se incia en un Adagio para desembocar en un Allegro que va en un progresivo y medido ascenso hacia el agudo, hasta culminar en “non parlate” (un Re estratosférico), donde Clorinda exige a su amante infiel que no hable, que se vaya con su amada.

En su anterior aparición en Sevilla con la Barroca ya adivinábamos su dominio de esas regiones cenitales, así como de su control de la coloratura. Y ya con la voz más entonada nos introducía en una ópera prácticamente desconocida para el público, L'occasione fa il ladro (fue reestrenada en Pésaro en 1987 a las órdenes de Salvatore Accardo), cuya aria concentra todas las conocidas diabluras vocales en la cabaletta, que vuelve a alcanzar un inasible Re para cualquier soprano mortal.

Con la voz ya suficientemente entonada, el público en el bolsillo, debió pensar que no sólo de belleza puede triunfar una soprano y decidió regalar un Haendel esta vez bien conocido e igualmente difícil: Tornami a vagheggiar, donde un registro cálido, ayudada por fuego realmente amigo -habida cuenta de su querencia barroca-, nos ofreció un momento verdaderamente inspirado, con un registro ya pleno; si acaso, ya la articulación en las vertiginosas coloraturas finales se le escurrieron un poco, pero lo compensaba por esa plenitud alcanzada.

Y de las celebérrimas sinfonías de Beethoven quizá la menos conocida sea la Cuarta, así que era parecía la mejor elegida para finalizar este programa sobre las obras menos celebradas de compositores ilustres. Y aunque es verdad que se adelantó en algunas ocasiones -menos ostensiblemente que en la obertura mozartiana-, el concepto de Pavaci casaba maravillosamente con el espíritu de la sinfonía.

Puestos en una balanza, la importancia de los temas enérgicos, fibrosos, intensos domina sobre los líricos, no sólo en duración, sino en intenciones: el aparentemente oscuro Adagio con el que comienza contiene, cual caballo de Troya, el nervudo tema del primer movimiento pero diluido entre el conjunto textural, el que luego se haría omnipresente hasta en los temas más poéticos; de modo que ese concepto de Pavaci de tocarlo todo, incluso lo más poético, como si oyésemos de fondo el temblor de un cable de alta tensión, nos parecía más que acertado.

El equilibrio de las secciones instrumentales, el cuidado de los pasajes contrapuntísticos, el oleaje sonoro recorriendo la escena de un lado a otro otorgaba “naturalidad” a su lectura y sobre todo sinceridad.

Carlos Tarín

Lucía Martín-Cartón (soprano). Real Orquesta Sinfónica de Sevilla / Paçalin Zef Pavaci.

Obras de Mozart, Rossini y Beethoven.

Teatro de la Maestranza, Sevilla.

Foto © Gillermo Mendo

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