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Crítica / Fabuloso José de Nebra, contra viento y marea - por Simón Andueza

Madrid - 01/04/2023

El estreno en tiempos modernos de una fantástica zarzuela barroca de José de Nebra (1702 – 1768) es siempre una excelente noticia.  Es que quedó patente una vez más en nuestro querido Teatro de la Zarzuela que la creación musical de Nebra es de una calidad, variedad e inventiva a la altura de cualquier compositor europeo coetáneo.

Bajo el título de La Violación de Lucrecia e incluyendo el título original de Donde hay violencia, no hay culpa como un segundo título, se presentó por primera vez en un escenario contemporáneo desde su estreno en 1744. La pista definitiva del espectáculo ofrecido estos días en Madrid nos la aclaraba añadiendo que era una versión de Rosa Montero, conocida escritora que se encargó de modificar los textos hablados originales para convertir la formidable idea original del libretista Nicolás González Martínez en un burdo y repetitivo panfleto político de los que inundan horas y horas de nuestros sesudos mítines de algunos de nuestros dirigentes.

Con la inclusión de un monólogo ideado para el alter ego de la protagonista absoluta, Lucrecia, o en palabras del propio personaje, el espíritu de la leyenda de Lucrecia, encargado a la actriz Manuela Velasco, y siempre en el tono irritado y de supremacía moral que debe enseñar las maldades de lo que significa una violación narrada desde una ideología del denominado patriarcado a un ignorante público, el extenso y reiterativo texto interrumpía constantemente la trama y música para manejar y encauzar a la incauta audiencia en período preelectoral.

Pero no solo parecía el más inspirado mitin de alguna de nuestras más populares y populistas políticas, sino que también se encargó de dinamitar desde dentro a la propia obra representada, dudando de la veracidad de los hechos narrados porque la pluma que escribió el texto pertenece al tan manoseado patriarcado, lo mismo que llegó a maniferstar su desprecio hacia la propia música de José de Nebra con frases tan desafortunadas como “esta alegre musiquilla nupcial”.

Incluso la actriz no dudó en numerosas ocasiones en insultar a la protagonista con un insistente “boba” por la consecución de los trágicos sucesos que terminan con su inevitable suicidio. Pero si fuera poco, los supuestos guiños cómicos cambiando el texto en el aria de Laureta Se ve uno y otro amante original de “Señores” por “Señoros”, palabro tan querido y festejado por algunos compañeros de sociedad. También Laureta en esta aria fue la encargada de realizar el elegante gesto de una peineta dedicada a todos estos Señores.

Pero como esta lacra actual de dirigir políticamente cualquier evento o manifestación cultural a un cada vez menos inteligente público en detrimento de sus ya sofisticados e inteligentísimos gadgets tecnológicos de última generación, debemos hacer justicia a la fantástica obra alegremente rescatada y a todos sus intérpretes.

La primera e impactante impresión que todo el abarrotado Teatro de la Zarzuela percibió fue la extrema juventud de los intérpretes historicistas del Ensemble los Elementos, no solo de su director, Alberto Miguélez Rouco, sino de la totalidad de los instrumentistas que poblaron el foso del teatro. Y es que el joven director gallego, que no llega a la treintena, ha demostrado ya en muchas ocasiones el excepcional talento musical de cada faceta suya, bien sea como contratenor, no se pierdan sus fenomenales vídeos en YouTube, así como clavecinista y director. Los Elementos es uno de los más importantes conjuntos historicistas actuales que se encarga de rescatar joyas como la que se está disfrutando estos días en Madrid en un total de cinco funciones, y ¡de qué modo! La juventud, en este caso, no es sinónimo de ingenuidad o de inexperiencia, sino de vitalidad, naturalidad y también de una sólida y madura interpretación musical.

En cada interpretación de la fastuosa música de Nebra se nata el sello que Miguélez Rouco sabe imprimir, con un fraseo conciso, claro, pero también sorpresivo y en constante búsqueda de los contrastes dinámicos y de una cuidada y trabajada forma musical.

Los instrumentistas brillaron en todas las secciones, pero donde más sobresalieron por el constante trabajo exigido es en la cuerda de violines y en el bajo continuo.  Con una formación que pareciera que no escatimó en medios, pues la cuerda, formada por 3-3-2-2-2, más los seis vientos obligados (2 traversos, 2 oboes y 2 trompas) que confieren de brillante timbre y compleja instrumentación a la partitura, más el fagot que acompañó al sólido, colorista e inventivo continuo, con dos violonchelos, dos contrabajos, más dos formidables cuerdas pulsadas (archilaúd/guitarra barroca y tiorba/guitarra barroca) y los dos claves sumados a la experimentada percusión de Pedro Estevan. Todo ello conformó un poderoso y seguro buque insignia sobre el que los cantantes abrillantaron en demasía su interpretación.

Quizás hubiéramos deseado una protagonista absoluta en más estado de gracia, puesto que Lucrecia fue encarnada por María Hinojosa Montenegro, rol que destaca por su complejidad y que necesita de una solista que domine el registro y las diabluras técnicas ideadas por Nebra. Así, escuchamos a una protagonista que se mostró no poseerlo, adoleciendo de un vibrato excesivo para su edad, lo que disminuyó el fraseo y naturalidad en el discurso musical.

Quizás la más sólida, natural y espléndida presencia actoral de la velada fue para Marina Monzó, quien se encargó de dar vida a una fantástica Tulia, con una naturalidad pasmosa y dando toda una lección de dominio técnico y expresivo en el aria Ya, afecto mío, ves a un ingrato, interpretada en gran parte tumbada en el suelo y desprovista de cualquier ayuda escénica, manteniendo un alto nivel musical  y un impactante momento teatral.

Colatino, interpretado por Carol García mostró en todo momento una férrea presencia escénica y un seguro control del fiato, fraseo y volumen sonoro, sin esconder un bello vibrato natural que no impidió comprender el texto en cada una de sus intervenciones.

El personaje cómico, la criada Laureta, encarnado a la mezzosoprano Judit Subirana, denotó una gran vis cómica y desparpajo escénico, asombrando al respetable con una espectacular entrada en escena, más propia de una artista que domina las acrobacias circenses, sin perder en sus intervenciones la seguridad que denota su buena forma física, ayudando en buen modo a una mejora sustancial del fiato y fraseo natural.

Los actores Manuela Velasco y Borja Luna Borja Luna consiguieron encarnar a unos creíbles Sexto y Espíritu de la leyenda de Lucrecia, confiriendo una creíble puesta en escena muy bien dirigida por Rafael R. Villalobos, también por parte de todos los cantantes.

En definitiva, una gran alegría para todos los amantes de nuestro maravilloso patrimonio musical que aún queda por descubrir, empañado por las cada vez más intrusivas y tóxicas presencias políticas en y para nuestra cultura. Un dato: en la pausa un buen número de espectadores abandonaron l sala, además del continuo malestar en las conversaciones de pasillo por estas injerencias políticas que nos toca aguantar. Sin embargo, el público fue muy amable dando un fuerte aplauso y acalorados vítores a todos los músicos, con unos pocos abucheos hacia la parte de la revisión del texto, del que sospechosamente ninguno de sus responsables acudió al escenario para saludar…

Simón Andueza

 

María Hinojosa Montenegro, soprano, Carol García, mezzosoprano, Marina Monzó, soprano, Judith Subirana, mezzosoprano, Borja Luna, actor, Manuela, Velasco, actriz.

Ensemble Los Elementos, Alberto Miguélez Rouco, clave y dirección musical.

Rafael, R. Villalobos, dirección de escena y vestuario, Rosa Montero, textos.

José de Nebra: Donde hay violencia, no hay culpa.

Teatro de la Zarzuela, Madrid. 26 de marzo de 2023, 18:00 h.

 

Foto © Elena del Real

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