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Crítica / El placer perfecto - por Darío Fernández Ruiz

Santander - 15/08/2021

Después de un comienzo marcado por la grandiosidad de las jornadas sinfónicas y danzísticas, la presente edición del Festival Internacional de Santander se acerca a su ecuador dando paso al intimismo y recogimiento de la música de cámara y con ella, a figuras emergentes como los hermanos Isata y Sheku Kanneh-Mason.

Es éste un aspecto recurrente y característico de las últimas ediciones que conviene destacar en el trabajo del equipo que dirige Valentina Granados y al que asesora, desde la distancia, Jaime Martín: el de presentarnos músicos de indudable talento y personalidad que, por encontrarse al inicio de su carrera, son aún desconocidos no ya por el gran público, sino incluso por el aficionado medio.

A aquellos que sí conocían a los hermanos Kanneh-Mason, poco les sorprendería lo que ocurrió en la Sala Argenta, empezando por la cercanía y naturalidad que mostraron en escena y siguiendo por un programa muy bien concebido y compuesto por obras no particularmente fáciles si se trataba de una primera audición, pero muy queridas por ambos: las sonatas para violonchelo y piano (y otras pequeñas piezas) de Bridge y Britten y dos romanzas de Rachmaninov.

La inspiración melódica de la obra maestra de Bridge, tan próxima a Rachmaninov, tuvo en Sheku al intérprete ideal, abstraído de todo lo que no fuera la música. La emoción de su canto expansivo, la engañosa facilidad en su manejo del arco a veces distraían del soporte esencial que le ofrecía el piano de su hermana Isata, en un segundo plano más aparente que real. Fue una interpretación de una belleza absoluta, sin que pudiésemos advertir una sola nota apagada o muerta en los pasajes de cromatismo más tortuoso.

No menor sensación causaron en la Sonata que Britten, alumno de Bridge, compusiera para Mstislav Rostropovich en 1960: ya fuera el diálogo inicial y ese nocturno de corte bartokiano que lo concluye, el juego rítmico de Isata al piano en la elegía, la extrema precisión de los ataques sobre el puente de Sheku en la marcha o, de nuevo, el canto ligado de ambos que terminó por conquistar al respetable en las dos romanzas de Rachmaninov que completaban el programa, a falta de una tercera, ¡Qué bello es este lugar! op. 21, nº 7, ofrecida de propina. Aplausos sonoros y continuados y algún bravo despidieron a la pareja, que nos dejó con esa placentera sensación en que un cigarro sumía a Oscar Wilde: con ganas de más.

Darío Fernández Ruiz

Isata (piano) y Sheku (violonchelo) Kanneh-Mason

70º Festival Internacional de Santander

Foto © Festival de Santander - Pedro Puente Hoyos

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