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Crítica / El Mahler más moderno - por Juan Carlos Moreno

Barcelona - 29/01/2024

La de Matthias Pintscher es una de las batutas que mejor rendimiento ha sabido sacar a la Orquestra Simfònica de Barcelona i Nacional de Catalunya (OBC) en las últimas tres temporadas. El alemán es un director con un oficio indiscutible, acostumbrado a bregar, como titular del Ensemble InterContemporain durante toda una década, con la complejidad de las obras de la vanguardia clásica y actual. Y es también un compositor reconocido, labor que enriquece su aproximación a la partitura como intérprete, incentivándole a ir más allá de lo escrito en ella.

Por ello, su aproximación, el pasado 26 de enero, a la Sinfonía n. 7 de Mahler prometía ser de alto voltaje. Las expectativas se cumplieron, y no era tarea fácil, pues esta Séptima es una obra de una riqueza temática y expresiva avasalladora, tanta, que es fácil caer en ella en el exceso. Es también una página de una modernidad asombrosa, por algo era la favorita de Arnold Schöenberg.

Pintscher acertó a mostrar toda esa riqueza y modernidad con maestría, muy atento siempre a la arquitectura de la obra, a sus texturas, a las dinámicas y a esos detalles tímbricos que, lo mismo que las armonías, abruman a un oído que, por más veces que se haya escuchado esta sinfonía, no da abasto.

Mas el gran mérito de la versión es que no se quedó en lo puramente analítico, pues Pintscher le transmitió un pulso narrativo capaz de implicar también emocionalmente al auditorio. La música, y con ella la orquesta, se transmutó así en un organismo vivo que crecía, se encogía, se retorcía, respiraba…

Ese sentido orgánico se apreció de manera ejemplar en el Langsam-Allegro risoluto, ma non troppo inicial, todo él marcado por sus oposiciones entre lo fúnebre, lo heroico y lo grotesco. Las dos Nachtmusik fueron expuestas con especial delicadeza, aunque la primera de ellas Pintscher acertara también a darle un carácter de fantasía onírica y un tanto fantasmal. La batuta se recreó en la punzante modernidad del Scherzo, página que anuncia ya el universo del Wozzeck de Berg.

En cuanto al Rondó final, Pintscher lo atacó con brío, resaltando sus abrumadores y desconcertantes contrastes, pero sin perder nunca el control ni caer en el fácil efectismo.

La orquesta brilló a gran altura en todas sus secciones, con especial mención para violas y violoncelos, que mostraron un empaque y solidez que en otros conciertos se echa en falta. A nivel de solistas brilló el trompa Juan Manuel Gómez. Más ocultos quedaron la guitarra de Laura Fontanals y la mandolina de Sebastià Rosselló, dos instrumentos que dan a la segunda de las Nachtmusik el carácter de una serenata, pero que, por su propia naturaleza, quedan fácilmente ahogados por la orquesta.

Juan Carlos Moreno

 

Orquestra Simfònica de Barcelona i Nacional de Catalunya / Matthias Pintscher.

Sinfonía n. 7 de Mahler.

L’Auditori, Barcelona.

 

Foto © May Zircus

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