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Crítica / El esplendor del cornetto y Núria Rial, en el CNDM - por Simón Andueza

Madrid - 13/03/2023

Uno de los instrumentos que más fascinación me causaron cuando comencé a escuchar en mi adolescencia las vitales y revolucionarias interpretaciones historicistas de los músicos que se aventuraban a reconstruir y experimentar con sonoridades, instrumentos e interpretaciones perdidas o casi desconocidas, fue el cornetto. Aquellas joyas que de inmediato conectaban con mi sensibilidad y mi musicalidad parecían, muchas veces, sacadas de una película hollywoodense, como cuando visioné Jurassic Park por primera vez. Ese encantamiento por lo desconocido revivido siglos después, capaz de despertar en mí los más sublimes deleites, debo agradecérselo, en gran parte, al tristemente desaparecido David Munrrow y a Jeremy West, dos deslumbrantes genios que en aquella época con sus modélicas grabaciones me permitieron acercarme a las maravillas que encierra el cornetto y su universo musical.

Y es que el cornetto encierra una historia tan peculiar como embelesadora. Generalmente de cuerpo de madera, a veces de marfil, con embocadura como usan los instrumentos de metal, pero con una ágil digitación similar a las de la familia de las flautas de pico, este instrumento denominado en castellano corneta renacentista, pero también corneta curva, por su cóncava curvatura hacia el intérprete para facilitar su digitación, o corneta negra por su habitual revestimiento de cuero negro -de ahí el nombre del conjunto Les Cornets Noirs-, será siempre para mí conocido con su nombre italiano, cornetto, -permítanme la licencia- puesto que así fue tal como lo descubrí en las decenas de discos que devoré en su momento durante mi adolescencia a través de los fabulosos booklets de los cuasi extintos cedés.

El cornetto vive ahora un auge y un redescubrimiento de su extenso y fantástico repertorio que debemos tomar buena nota de ello. Fue uno de los instrumentos más versátiles y utilizados en Europa durante siglos, y cuando estuvo en vías de extinción, su nuevo redescubrimiento ha permitido que decenas, quizás cientos, de intérpretes conozcan ahora de nuevo todas sus bondades.

Desde esta pequeña ventana me gustaría llamar la atención sobre este hecho, ya que uno de nuestros instrumentos más queridos, interpretados y que mayor impacto y repercusión tuvo durante siglos, nuestra histórica arpa ibérica, se encuentra en estos momentos en un preocupante olvido, con unos escasísimos, aunque entusiastas y magníficos, estudiosos e intérpretes. Se pueden contar con los dedos de una mano. Este triste hecho creo que encuentra su perfecto reflejo en el actual auge del cornetto. Debemos buscar un remedio que palie este déficit de atención en uno de nuestros grandes tesoros musicales de todos los tiempos. Deberían nuestros responsables hacerse cargo de ello, buscando algún modo de volver a introducir al arpa ibérica en el sistema educativo, permitiendo así un nuevo impulso, difusión y auge de este fabuloso e inigualable instrumento.

Lo que disfrutamos en la magnífica velada que Les Cornets Noirs junto a Núria Rial nos ofreció en el Ciclo ‘Universo Barroco’ del CNDM, es una muestra formidable de las posibilidades musicales que los cornettos poseen, y nos permitió apreciar el porqué este instrumento fue tan afamado, difundido e interpretado por toda Europa desde el siglo XVI hasta bien entrado el siglo XVIII. Sus posibilidades de ágil articulación, unidas a su interpretación como instrumento de viento, unidas a su volumen contenido por el material de su fabricación, normalmente la madera, dan como resultado el instrumento perfecto para imitar y dar réplica a la voz humana, como bien explicó un simpático y cercano Frithjof Smith en su buen castellano.

Sea como fuere, el exquisito racimo de compositores minuciosamente elegido por Les Noirs nos permitió admirar todas estas bondades. Y lo que comenzó como un sospechoso espectáculo banal al comenzar el concierto con la repetición del bajo ostinato de la primera pieza de Orazio Tarditi, su Domine ad adiuvandum me festina, hasta la aparición estelar de la soprano, pronto se convirtió en toda una delicia de musicalidad, virtuosismo y delicias sonoras.

En un programa diseñado con mimo, dese las transiciones armónicas entre piezas hasta la elección de obras apropiadas para todos y cada uno de los intérpretes, su lucimiento y satisfacción, a la vez que una búsqueda de empatizar con el público desde el comienzo, el conjunto instrumental establecido en Basilea comenzó la Sonata 16 a trè, due canti e basso, de Giuseppe Scarini, como una sucesión natural de la obra introductoria de Tarditi, al encontrarse en su misma tonalidad, derrochando una musicalidad y un virtuosismo que iba a continuar durante toda la velada. Gerhard David y Frithjof Smith se mostraron como dos de los más seguros, compactos y ágiles cornetistas del momento, con una proyección plena y preciosista del sonido, sin menoscabar la complicidad y la búsqueda de la música de cámara en todo momento, sin derroches exhibicionistas de su excelencia musical, buscando además la correcta interpretación histórica de esta peculiar música, que intenta casi siempre la imitación de la voz humana mediante una escritura pareja a la música vocal.

Pero no solo la musicalidad y excelencia musical se limitó a David y a Smith, sino que el violonchelista encargado de dar vida a la misma articulación y virtuosismo que sus colegas cornetistas, Patrick Sepec, estuvo francamente a su altura derrochando buen gusto, seguridad y un dominio absoluto en todos ls registros del violonchelo. El tiorbista Josep María Martí derrochó. Además una buena inventiva en la realización del bajo continuo, quien se entendió a las mil maravillas tanto con los solistas instrumentales como con su colega del bajo continuo armónico, el clavecinista y organista Johannes Strobl.

Núria Rial volvió al Auditorio Nacional con un repertorio que le va como anillo al dedo a su voz, ya que la naturalidad exigida en las piezas, además de el virtuosismo en las coloraturas y de la dicción clara y expresiva del texto, son algunas de las claves del instrumento vocal de Núria Rial, dominando todos estos aspectos con su presencia siempre firme, natural, pero a la vez inspiradora y autoritaria. SU cristalina sutil y embriagadora voz fue como una bocanada de aire fresco para la abarrotada Sala de Cámara del Auditorio nacional, que colgó hace días el letrero de ‘Localidades Agotadas’.

Quizás la pieza de Giovanni Pierluigi da Palestrina arreglada por Francesco Rognoni, fue una de las obras en las que Rial demostró su dominio de este repertorio vituosístico a la par que natural, dominando unas agilísimas disminuciones en las que únicamente dialogaba con el órgano de un magistral Johannes Strobl, buscando el conjunto perfecto entre la interpretación vocal e instrumental con constantes imitaciones perfectas, acompañadas de seguros y milimétricos cambios de acordes organísticos.

Pero todos los instrumentistas tuvieron ocasión de lucirse. Así, Josep Maria Martí, siempre inventivo en la resolución del bajo continuo, atento a cada fraseo de los solistas y dominando la bella e inusual zona aguda de la tiorba -apenas usada por muchos colegas-, mostró una elegancia personal dominando el instrumento con una pulsación firme tanto en la precisa mano izquierda como en la derecha, en la Canzone Prima de Giovanni Girolamo Kapsberger.

Patrick Sepec por su parte demostró su dominio del violoncello en la Sonata à violoncello solo, con il basso continuo de Domenico gabrielli, compositor que nada tiene que ver con la familia Gabrieli -con una sola ele-. También fue conocido como Minghino del violoncello, Gabrielli fue un virtuoso violonchelista que conociendo a fondo su instrumento compuso joyas como esta sonata en tres movimientos que exigen un intérprete que posea todo el conocimiento cellístico posible. Sepec brilló tanto en los pasajes más veloces como en la aguda sección expresiva del movimiento central.

Después de piezas tan preciosas, y algunas célebres, como las ideadas por Francesco Cavalli, Maurizio Cazzati y la siempre brillante y luminosa presencia de Claudio Monteverdi, el concierto terminó con el broche de oro que supuso el motete O dilectissime Jesu de Giovanni Legrenzi, compositor más avanzado en el tiempo, con sus arias y recitativo, que permitió degustar de unas texturas más orquestales, en un modelo de cantata-motete más similar a los que encontraremos en el siglo dieciocho. Fue un momento muy especial, al encontrarnos la parte de lo que habitualmente estamos acostumbrados a escuchar actualmente por dos violines, encomendada aquí a los dos cornettos, magistralmente interpretados, confiriendo al conjunto una peculiar y simpar sonoridad. Se demostró de nuevo la perfecta sincronía de los cornetistas con la voz, tanto en volumen como en imitación, en cada ritornello imitativo. El espectacular y natural fraseo de Nùria Rial puso punto y final a esta magnífica velada.

Se añadieron dos propinas tras los cálidos aplausos y vítores del público, un virtuoso y colorista Laudate Pueri contemporáneo a Claudio Monteverdi y la preciosa aria Con le stelle in ciel de Biagio Marini.

Simón Andueza

 

Núria Rial, soprano. Les Cornets Noirs. Gerhard David y Frithjof Smith, cornetas, Patrick Sepec, violonchelo, Josep Maria Martí, tiorba, Johannes Strobl, órgano y clave.

Obras de Orazio Tarditi, Giuseppe Scarini, Alessandro Grandi, Domenico Gabrielli, Andrea Falconieri, Bernardo Storace, Giovanni Pierluigi da Palestrina, Giovanni Girolamo Kapsberger, Dario Castello, Francesco Cavalli, Maurizio Cazzati, Claudio Monteverdi, Benedetto Rè y Giovanni Legrenzi.

Ciclo ‘Universo Barroco’ del CNDM.

Sala de Cámara del Auditorio Nacional de Música, Madrid. 11 de marzo de 2023, 19:30 h.

 

Foto © Elvira Megías

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