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Crítica / El encanto de la música francesa - por Juan Carlos Moreno

Barcelona - 30/01/2023

El pasado 28 de enero, Ludovic Morlot trajo a L’Auditori de Barcelona un programa que era una auténtica fiesta para los oídos. Lo abría la cantata La damoiselle élue, una obra primeriza de Debussy cargada de simbolismo, decadentismo y wagnerismo, pero en la que ya apuntan algunos elementos armónicos y tímbricos que constituirán su estilo más característico.

Al frente de la Orquestra Simfònica de Barcelona i Nacional de Catalunya (OBC), Morlot acertó a evocar esa atmósfera llena de misterio y sensualidad, a la vez que estática y tendente a lo místico, que define esta partitura. Las dos solistas, la soprano Marta Mathéu y la mezzosoprano Anna Alàs i Jové, resolvieron con brillantez sus partes, lo mismo que el coro femenino, a pesar de un inicio titubeante que provocó algún que otro desajuste.

A pesar de ser posterior en el tiempo, La Muse et le Poète de Saint-Saëns es una obra de contornos más tradicionales que la de Debussy, y eso que formalmente se presenta como un extraño híbrido entre poema sinfónico y concierto, pues reclama un violín y un violoncelo solistas.

Esas partes corrieron a cargo del concertino y el violoncelista principal de la OBC, Vlad Stanculeasa y Charles-Antoine Archambault. Su interpretación fue impecable: bien compenetrados, supieron imprimir calor y pasión, vida, a una obra no exenta de pasajes para el lucimiento de los solistas.

Lo mejor, sin embargo, llegó en la segunda parte, toda ella acaparada por la presencia del pianista Bertrand Chamayou. La atmósfera francesa que hasta entonces había definido el concierto se mantuvo en Noches en los jardines de España de Falla, y no solo por la nacionalidad gala de batuta y solista, sino por la propia calidad impresionista de la partitura. Morlot jugó con los timbres y ritmos, pero sin cargar más de lo debido las tintas en los elementos más “españoles”. Chamayou, por su parte, hizo gala de una digitación límpida y elegante, impecable desde el punto de vista técnico, aunque por momentos diera la impresión de que no ha hecho suya aún esta peculiar partitura, más un poema sinfónico con piano obligado que un concierto.

La impresión fue la contraria en el Concierto para piano para la mano izquierda de Ravel. Ahí sí, Chamayou se soltó y regaló una versión arrebatadora y plena, en la que la mano izquierda (esta obra es de las que hay que ver, además de escuchar) se multiplicaba para llenar todo el teclado y, con la ayuda del pedal, hacer dudar al oído de si realmente tocaba una sola mano… Morlot no se anduvo a la zaga y, desde ese inicio oscuro y ominoso en los graves hasta el pletórico final, resaltó con maestría la inagotable fantasía tímbrica de Ravel. Y siempre, como es habitual en este director, con una sonrisa.

La OBC respondió por todo lo alto, con rotundidad y a la vez con claridad y brillo en todas sus secciones. Chamayou aún debía sentirse con fuerzas, pues como propina regaló una tan contenida como musical versión de la Pavane pour une infante défunte. Fue el broche de oro a un programa lo suficientemente atractivo como para que L'Auditori luciera una de las mejores entradas de la temporada.

 

Juan Carlos Moreno

 

Orquestra Simfònica de Barcelona i Nacional de Catalunya / Ludovic Morlot.

Bertrand Chamayou, piano; Vlad Stanculeasa, violín; Charles-Antoine Archambault, violoncelo; Marta Mathéu, soprano; Anna Alàs i Jové, mezzosoprano; Cor de noies de l’Orfeó Català.

Obras de Debussy, Saint-Saëns, Falla y Ravel.

L’Auditori, Barcelona.

 

Foto: El pianista francés Bertrand Chamayou / © Marco Borggreve

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