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Crítica / El amor y una (tarde-)noche romántica - por Luis Mazorra Incera

Madrid - 30/03/2022

El bello interludio La noche y el amor de la "oda sinfónica" Ludus pro Patria de Augusta Holmès nos hizo entrar de lleno, de inicio y con brevedad en materia romántica donde las haya, en el concierto que interpretara la Orquesta Nacional de España dirigida con criterio y eficaz plasticidad por Nikolaj Szeps-Znaider en tarde-noche de viernes y temporada.

Un programa que se seguía con otro Nicolai de protagonista: Lugansky al piano; y en una pieza de repertorio romántico (¡donde las haya, también!): el Primer concierto para piano y orquesta de Fryderyk Chopin. Szeps-Znaider en la amplia introducción orquestal ya nos dio pistas del destacado dinamismo sinfónico que, a menudo, se le niega a una obra que merecería mejor trato, incluso desde este punto de vista meramente orquestal (sea o no esta faceta, del propio Chopin, cuestión que no viene al caso).

Lugansky planteó su rol con encomiable (inalcanzable para otros colegas suyos) continuidad con el tutti, presentando la nueva entrada de la orquesta con un crescendo de vital y estimulante energía, impulsado desde los graves del piano. Un piano intenso, que no rehuyó riesgos, de diáfana articulación y un espíritu heroico al que la celebérrima obra de Chopin se ajustó como un guante.

Un primer movimiento, perfectamente coordinado entre pianista y director, construido a partir de una potencia acórdica, melódica y los bajos armónicos de una poderosa mano izquierda.

Una difícil continuidad sinfónica del piano solista con el tutti, al alcance de muy pocos virtuosos como Lugansky. De resultas, los aplausos furtivos que premiaron este Allegro maestoso fueron, casi… obligados.

Pero donde más se sintió esta ejemplar compenetración de ambos, solista y podio, fue en una flexible Romanza. Todo un surtido de atmósferas y tempi que dieron nuevos enfoques y brillos a un Larghetto donde, habitualmente, se explota de principio a fin su, también presente, delicada y lánguida vena lírica.

Las incisivas tres primeras notas en octavas de la cuerda, del Rondo-Vivace mostraron que volvíamos a aquella energía primordial, con texto, eso sí, de raíz más folclórica como corresponde a un finale al uso.

Una brillantez, pues, al servicio de una página, no por recurrente y exitosa, menos genial, con muy variados matices y definidos climas en los que todos los atriles estuvieron involucrados, empezando, lógicamente, por su director y, sobre todo, por este inspirador solista.

En suma, una interpretación "brillante", pero en el mejor y cada vez más olvidado sentido de esta tan manida como postergada palabra.

A la postre, la ovación no se hizo esperar y, claro está, uno de los más populares valses de Chopin, el Segundo de su opus 64, presentado con similares mimbres, sonido y carácter, fue la forma que tomó el agradecimiento de Lugansky a esta natural reacción del público.

La Sinfonía fantástica de Héctor Berlioz fue la etapa final de este viaje tan romántico y extrovertido. Un viaje en todos los sentidos y para todos los sentidos que Berlioz hace pasar por su particular embudo musical. Un embudo, sin embargo, inteligente y generoso, que permite un amplio grado de dramatizacion. Un caudal expresivo que, en las manos de un Nikolaj Szeps-Znaider (sin partitura en ristre), recibió encaje similar a la dinámica que llevaba todo la velada.

Una dinámica con sus sorpresas en lo tímbrico que materializaron los atriles de una nutrida orquesta de aquellos no tan "lejanos" tiempos de pre-pandemia: como en los momentos más tradicionalmente electrizantes de adelantada orquestación, en el vertiginoso final en punta de un ágil baile (Un bal Allegro non troppo), los solos del viento madera de su Escena en los campos (Scène aux Champs, Adagio) o los conocidos pasajes, no menos electrizantes, del viento metal o la cuerda, en la Marcha al suplicio y el definitivo Sueño de una noche de Sabbat.

Luis Mazorra Incera

 

Nikolai Lugansky, piano.

Orquesta Nacional de España / Nikolaj Szeps-Znaider.

Obras de Berlioz, Chopin y Holmès.

OCNE. Auditorio Nacional de Música. Madrid.

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