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Crítica / Currentzis, el director caminante - por Jerónimo Marín

Madrid - 22/04/2021

Casi es inevitable el tener que empezar una crítica musical de un concierto del ciclo de Ibermúsica, ya saben, aquel que nos trae las mejores agrupaciones musicales y directores del mundo a la puerta de nuestra casa aquí en Madrid, con un sentimiento de alegría por volver a poder recuperar aquellas sensaciones de antaño de participar como público en un gran acontecimiento.

musicAeterna vuelve a pisar un escenario por primera vez desde finales de 2019, todo un año y medio en blanco, y, teniendo en cuenta que las orquestas y solistas, como los deportistas, pierden músculo si no están ejercitándose, una cierta curiosidad había por comprobar su estado de forma, admitiendo que difícilmente podrían estar en el estado de gracia mayúsculo de su anterior paso por Madrid con una Cuarta Sinfonía de Mahler inolvidable que tocaron en noviembre de 2018.

El programa, -excelentes notas de Teresa Cascudo, por cierto-, consistente en las dos últimas sinfonías de Mozart, es apostar a caballo ganador. La orquesta, con los vientos en su versión original, toca de pie, estando los violoncellos cada uno en un pequeño estradillo para que el sonido salga en paralelo a los del resto de la cuerda; y Teodor Currentzis, aún espigado y de andar rumboso, de atuendo elegante, pero nada formal con el pantalón ajustado, desdeña el pódium, que bien que lo podrían haber quitado. Se acerca al atril, abre la partitura de la Sinfonía 40, y desde el primer momento ese sonido muelle de equilibrio sin igual, esa paleta de colores te conquista y no te suelta hasta que sesenta y cinco minutos más tarde acaba el concierto con el público aplaudiendo agradecido.

Detalle curioso: no solamente no pasó una página de la partitura abierta, sino que más tarde la cerró y la dejó en el suelo abandonada, siendo los únicos momentos en que uso partitura el desarrollo del primer movimiento de la Sinfonía 41, y el último movimiento de esa misma sinfonía por su complejidad contrapuntística.

El estilo de dirección de Currentzis es único en su manera. El hecho de estar al ras con los músicos le permite estar en continuo movimiento, incluso adentrándose entre las filas de la cuerda cruzando más allá de los primeros atriles. La primera consecuencia es la complicidad entre director y músicos con este continuo deambular donde todo el cuerpo del director participa en la dirección, y la segundo el grado de compromiso del músico de atril; pocas veces hemos visto a una orquesta tocar con tal soltura de cuerpo como en el Minueto de la Sinfonía 40, donde toda la cuerda soltó amarras para casi estar bailando el menuet.

El contacto visual es continuo con los músicos, obligando a estos a estar muy pendiente de su gesto. Su figura desgarbada se transforma en un bailarín en el movimiento de sus manos, dirige sin batuta, sus manos son capaces de frasear sin desmayo, invitando continuamente a los instrumentistas que deben prevalecer en cada pasaje, y ayudando en las respiraciones de las frases. La repetición de un pasaje no equivale a la repetición de un gesto, pues siempre está pendiente auditivamente del conjunto y va recuperando y destacando pequeños detalles melódicos del acompañamiento que pone en relieve, en especial de violines segundos y violas.

musicAeterna es capaz de responder a la más mínima insinuación de sus gestos o su mirada, consiguiendo que un fuerte de un movimiento rápido suene distinto de un fuerte de un movimiento lento por tener distintos tipos de ataque del sonido. Escucharlos es una experiencia sensorial que deja huella.

¿Es preciso añadir algo más? No hubo frase por pequeña que fuera que no tuviera su presencia, y siempre la música o iba o venía, no había monotonía ni fraseos planos; los colores de los vientos restallaban, trompetas y timbales imponían en su justa fuerza su presencia cuando eran invocados en la Sinfonía 41, las trompas nos recordaban al motivo de la caza en el minueto de la Sinfonía 40, los tempi precisos para conseguir el fraseo elástico, sobre todo en los movimientos lentos donde la sensación de que la música caminaba era imperiosa o para conseguir la sensación de triunfo y euforia en los movimientos finales. Acabose el concierto y nos pareció un suspiro la hora allí transcurrida.              

Jerónimo Marín

musicAeterna Orquesta / Teodor Currentzis.

Obras de Mozart.

Auditorio Nacional, Madrid. 21-04-21.

Ciclo Ibermúsica.

Foto © Rafa Martín / Ibermúsica

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