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Críticas seleccionadas de conciertos y otras actividades musicales

 

Crítica / Como director-solista, González-Monjas triunfa con la OSCyL - por José M. Morate Moyano

Valladolid - 13/01/2024

Séptimo Programa de abono de la Orquesta Sinfónica de Castilla y León (OSCyL) en su Temporada vallisoletana, con Roberto González-Monjas como Director-solista invitado, Titular de la Sinfónica de Galicia y, en la próxima, de la del Mozarteum de Salzburgo, del Musikkollegium Winterthur, de la Dalasinfoniettan, Principal invitado de la Nacional de Bélgica y Director artístico de Iberacademy en Colombia (importante proyecto educativo que creó junto con A. Posadas), además de Profesor en la Guildhall School londinense y su faceta como solista de violín a nivel europeo. El repertorio que planteó fue una especie de recorrido por aquellas  ciudades que le han forjado como músico, aparte de su ciudad natal Valladolid, Salamanca y la propia OSCyL que ha asistido y colaborado a su nacimiento como músico y su desarrollo artístico.

Así entre las dos primeras piezas de la Trilogía romana de Respighi, que recuerdan su estancia en Roma como Concertino de la Orquesta de la Academia Nacional Santa cecilia, aparecieron el Concierto para violín nº 4 en Re M., K 218 de Mozart, escrito en 1775 en Salzburgo, donde ha tocado y ejercerá de Director y la pieza del londinense Vaughan Williams de 1914, The Lark Ascending para violín y orquesta, cita de su labor didáctica en la Guidhall, sin perder interconexión entre las cuatro.

Comenzaremos por Mozart, para nosotros la estrella del concierto por la concepción y desarrollo de la pieza en manos de González-Monjas y su G. Guarneri "Filius Andreae" (h. 1710) y de una OSCyL que se entregó por completo a su versión ágil, articulada, juvenil  como su autor en ese año en que escribió sus 5 Conciertos para violín y orquesta, precisa y concentrada, como si las  30 cuerdas, 2 oboes  y 2 trompas fueran un auténtico grupo de cámara, con un solista que condujo lo justo y necesario para hacer su labor a pleno rendimiento. Aire y gozo en la casi fanfarria inicial con la orquesta unísono en el Allegro inicial cuyo tema principal  jugó después el violinista en su registro más agudo y paso al gracioso y  breve 2º tema en la tesitura más grave  (hermoso sonido ahí; la lucida cadenza condujo al brillante final.

El Andante cantábile lo fue, bello en su canto y reflexivo con aroma operístico en el solista muy presente en todo el movimiento, con los oboes replicando muy bien su 2º tema; la cadenza final muy cuidada y expresiva condujo al tranquilo final. El Rondó fue luminoso; lenta contradanza elegante inicial y graciosa la casi giga que le sigue, conciliando gusto y buen humor; González-Monjas cumplió con el virtuosismo escrito pero sin dejar de hacer música, aún en los silencios y hacer feliz y tranquilo el final con la coda en que se funden ambos temas. Fue una delicia la versión todos atentos y justos en la misma idea, y así lo reconoción el público que llenaba la Sala, obligando a repetidos saludos con sus ovaciones.

La doble tarea Director-solista se completaba con La alondra ascendiendo, romance musical de Vaughan Williams, que pone en música los 10 versos de las dos primeras estrofas y los 2 últimos con que concluye el poema de G. Meredith sobre la alondra común, aunque en realidad lo ideó viendo pasar barcos de guerra por el Canal durante la 1ª Mundial con anécdota, pues un muchacho que le vio tomar notas, pensó que era un espía y lo denunció a la Policía, que lo detuvo hasta aclararse esas notas. Sorprendente para bien el afinado pianísimo con que se inició la pieza, que reclamó atención y mostró a los vientos de la también reducida orquesta finos y unidos, mientras el Guarnerius, sabiamente manejado, nos hacía "ver" la salida del nido del ave, sus círculos y ondas ascendentes, su posado en un tejado para observar el pueblo y sus melodías populares y volver al vuelo para, llegado el ocaso, dirigirse subiendo hacia el Sol poniente. De nuevo el matiz y  detalle  excelentes y reacción de la Sala idéntica a la anterior.

Y principio y fin del programa, Fuentes de Roma (1916) y Pinos de Roma (1924) del boloñés Respighi. El gran orgánico preciso fue manejado por González-Monjas como un único instrumento que obedeció fielmente todas sus instrucciones, siempre acertadas, buscando musicalidad y efecto de manera compensada, dando valor a cada solista (muy bueno el trabajo de la concertino invitada G. Lester) sin salirse del conjunto; y dando unidad en ambas piezas al hacer sin interrupción los 4 números de cada una, que describen y homenajean otros tantos puntos de la capital romana. Un gusto oír a los metales, redondos, sin abrumar a la cuerda y al oyente, en sus momentos protagonistas, y a vientos y cuerdas compactos, con calidad y flexibilidad. Versiones  brillantes  e/o íntimas según lo descrito y la respuesta, clamorosa para todos.

Un éxito más de Roberto con su OSCyL, aunque no se le diera la titularidad en su momento. Se echó de menos el órgano que el Auditorio sigue sin tener.

José M. Morate Moyano

 

Orquesta Sinfónica de Castilla y León / Roberto González-Monjas, Director y solista de violín

Obras de O. Respighi, W. A. Mozart y R. Vaughan Williams

Sala sinfónica "J. López Cobos" del CCMD de Valladolid

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