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Críticas seleccionadas de conciertos y otras actividades musicales

 

Crítica / Brillante conclusión del Festival de Pascua de Perelada - por Simón Andueza

Perelada - 23/04/2025

El Festival Internacional “Castell de Perelada” que se desarrolla desde 1987 entre los meses de julio y agosto no necesita presentación alguna, puesto que se ha establecido, por méritos propios, en uno de los festivales de música de mayor prestigio internacional, dedicando su atención a recitales de grandes voces, conciertos sinfónico-corales, óperas, espectáculos interdisciplinares de música y teatro, danza, jazz, música pop, conciertos de cámara y espectáculos familiares. En sí misma esta extraordinaria actividad cultural no ha necesitado más que proseguir su rumbo incansable de programación, hasta que hace tres años su intensa ambición fue todavía más allá con el desarrollo y presentación de la Edición de Pascua del Festival de Perelada, que ofrece un ciclo de actividades culturales en torno a las fechas de la Semana Santa, que tan inagotable efervescencia musical irradia.

Oriol Aguilà, director artístico del festival, ha sabido conformar una edición del festival ofreciendo conciertos a través de grandes autores del pasado, pero también ofreciendo una mirada contemporánea a los creadores actuales, en ambos casos a través de la programación de intérpretes de la mayor excelencia musical posible.

RITMO tuvo la oportunidad de asistir a los tres últimos eventos de esta edición, encontrando en ella diversidad, calidad, singularidad y pasión por las cosas bien hechas.

Todos los conciertos se han desarrollado en la Iglesia del Carmen de Perelada, impresionante edificio gótico del siglo XIV que sorprende por su buena acústica natural como edificio no ideado como sala de conciertos. Las condiciones acústicas son especialmente favorables para la interpretación de música sacra vocal.

La primera cita que presenciamos tuvo como protagonistas a dos de los mejores exponentes de la música de cámara con que cuenta en la actualidad nuestro país, el violonchelista Pablo Ferrández y el pianista Luis del Valle. El programa de mano lo presenta con las interesantes notas introductorias del musicólogo Paulino Capdecón Verdú, definiéndolo como un viaje de ida y vuelta por la espiritualidad. Y es que tan solo comenzar a admirar la emotividad artística de estos dos grandes intérpretes en su recital fue una verdadera demostración de la más exquisita de las sensibilidades musicales que se adueñan de cualquier emoción presentes en las excelsas partituras programadas. De este modo, pudimos comprobar que la altura musical de estos dos músicos es capaz de transformar en experiencia trascendente las composiciones de Bruch, Beethoven o Brahms. Comenzó el concierto con la única pieza que podemos considerar como sacra, Kol Nidrei, de Max Bruch. Es una oración aramea inquietante y misteriosa que se canta un día fundamental del calendario judío. La oración es una negación de cualquier voto a Dios que se pueda hacer en el próximo año. Bruch utiliza las primeras frases de la canción tradicional adentrándose rápidamente en el mundo sonoro del siglo XX. Pablo Ferrández puso en sus dedos la singular melodía exprimiendo la emoción en ella contenida, mediante un sonido extraordinariamente bello de cada nota extraída en su violonchelo, a través de un fraseo exquisito, de ensoñación absoluta, demostrando que la maestría técnica permite alcanzar una expresividad como la que tuvimos el privilegio de admirar. Luis del Valle, por su parte, fue el compañero leal, siempre atento, a las frases del violonchelista, compartiendo una única visión musical, que se complementa y fortalece.

La primera de las dos grandes piezas programadas, la Sonata para violonchelo y piano número 3, de Ludwig van Beethoven, refrendó que la pieza introductoria no fue más que el resultado de dos extraordinarios músicos que aunándose logran extraer de un modo certero la intención musical del compositor, por muy alta que fuere la exigencia técnica que la música contenga. Aunque el papel protagónico del violonchelo es indiscutible en la pieza, debemos destacar los pasajes en donde el violonchelo se aleja del primer plano, ya que pudimos escuchar la sensibilidad espléndida de del Valle, de un fraseo asombroso y una pulsación de ejemplar limpieza, mientras Ferrández ejercía un sabio y musical papel de acompañante.

La pieza de Rachmàninov, Vocalise, volvió a las cualidades de belleza sonora y fraseo exquisito del violonchelo, en espera de la ejecución de la Sonata número 1 en mi menor para violonchelo de Johannes Brahms, pieza deliciosa donde las haya, que contiene memorables temas de belleza máxima. Sus movimientos, bien trabajados previamente por ambos intérpretes, fueron en todo momento una demostración de conjunción en la articulación y en la dinámica.

El público ovacionó a ambos músicos de un modo realmente fervoroso, con la mayor parte del aforo de la iglesia puesto en pie, obteniendo una pequeña propina como recompensa, un lied de Schumann arreglado para violonchelo y piano. 

En la misma jornada y en el mismo lugar, pero en horario nocturno, pudimos disfrutar del segundo de los conciertos programados, que correspondió al grupo Cantoría que dirige Jorge Losana. El núcleo originario del conjunto catalán está formado por un joven cuarteto vocal que ha ido evolucionando para llegar a convertirse en una formación mucho más numerosa y ambiciosa capaz de interpretar una obra como la ofrecida en Perelada. La pieza escogida fue Membra Jesu nostri, de Dietrich Buxtehude, seguramente la composición más querida y programada del compositor alemán. En esta ocasión Cantoría estuvo conformado por 17 personas, entre cantantes e instrumentistas.

Membra Jesu nostri pacienteis sanctissima, título completo del ciclo de cantatas, es una singular composición que consta de siete cantatas independientes, y que ensalza siete partes distintas del cuerpo de Jesucristo, en un ejercicio que invita a la reflexión, pero también a la contemplación. En un festival como el que nos encontramos, la elección como pieza de su programación es absolutamente acertada. Los miembros que se homenajean en la obra son los pies, las rodillas, las manos, el costado, el pecho, el corazón y la cara de Jesús. Cada cantata consta de una sonata introductoria, y tras un primer número introductorio, comienzan una serie de pequeñas arias solistas o grupales que admiran cada parte del cuerpo del Salvador. En el concierto, además, ser desarrolló un hermoso hecho teatral que ahondó en la profundidad expresiva y de oración del mismo, ya que se situó a l pie del escenario la escultura del Santo Cristo Negro de Perelada, una talla de gran tamaño, de especial y cariñosa devoción local que forma parte de la procesión de los Dolores de Semana Santa, que apareció en un primer momento tapada con un lienzo, para irse poco a poco descubriéndose y homenajeándose, mediante ofrendas de cirios encendidos realizas por los propios cantantes solistas mientras interpretaban sus respectivos versos. Fueron en total ocho cirios colocados a los lados de la imagen, a lo que siguieron otros simbólicos gestos cuando comenzaron los versos dedicados al pecho, corazón o rostro, mediante paños blancos y rojos estratégicamente situados en las extremidades alabadas.

La interpretación musical de Cantoría estuvo llena de refinamiento y pulcritud, a través de unas voces frescas, directas y afinadas, y que interpretaron de memoria cada aria solista situándose junto a la imagen de Cristo, ofreciendo así una experiencia personal, espiritual y de un carácter asombrosamente teatral. La hermosa y también sencilla escritura de Buxtehude acompasó a la perfección a esta escenificación confiriendo un conjunto estético de gran conjunción que invitaba a la reflexión y a seguir muy de cerca cada verso, que fue inteligible en todo momento gracias a la cristalina dicción de todos los cantantes del conjunto.

Individualmente, hay algunos cantantes a los que me gustaría nombrar, como a las dos voces agudas principales, las de las sopranos Inés Alonso y Victoria Cassano, que se adecuaron perfectamente tanto a sus registros, más agudo y más grave respectivamente en un ejercicio de sabia conjunción en los números de conjunto logrando hermosas sonoridades en la preciosa música ideada por Buxtehude. Asimismo, el bajo Lorenzo Tossi mostró su bella voz, timbrada y de gran expresividad y madurez, aportando riqueza tímbrica a sus intervenciones grupales. El contratenor Oriol Guimerá, por su parte, evidenció una voz de gran facilidad en el agudo y de gran luminosidad en sus intervenciones solistas.

Los instrumentistas presentes en el concierto demostraron un gran sentido de la música de cámara, conformando un grupo instrumental disciplinado, de compromiso con la música con una afinación individual fabulosa y una sonoridad transparente y bella que la música tan directa de las creaciones del compositor alemán agradece sobremanera, más teniendo en cuenta el carácter solístico de cada instrumentista, siendo uno por atril. Los dos violines de Ignacio Ramal y Pablo Albarracín destacaron en sus líneas con una calidad sobresaliente y con una búsqueda constante del correcto fraseo y del justo equilibrio sonoro.

Jorge Losana se mostró como un director atento y meticuloso a cada intervención de todas las líneas, mostrando una amable e inspiradora labor de trabajado estudio previo y de satisfactorios resultados, que contó siempre con una respuesta implicada y cuidadosa de cada uno de los componentes, tanto cantantes como instrumentistas, de Cantoría.

La iglesia mostró de nuevo su enfervorizada respuesta al término de la música de Dietrich Buxtehude, mediante una calurosa ovación, sincera y que pone en justo valor la interpretación de estos jóvenes intérpretes, de talentoso y halagüeño futuro.

El concierto de clausura del festival correspondió a una matinée. La velada, a las 11:30 de la mañana del Domingo de Resurrección, correspondió con la adecuada alegría a esta festividad religiosa tan fundamental e importante. En esta ocasión pudimos disfrutar de alguno de los nombres más afamados de la interpretación historicista. Por un lado, el concierto contaba con la presencia de las solistas vocales Mélissa Petit y Ann Hallenberg, mientras que el grupo instrumental fue Il Pomo d’Oro.

Asistimos a un ejercicio de la demostración de la sublimación de las virtudes vocales para voz solista dieciochescas en el ámbito sacro y en el profano, en la primera y en la segunda parte, respectivamente. Comenzó la velada matutina con dos Salve Regina, una compuesta para mezzosoprano y orquesta y otra, para soprano y orquesta. La primera, creada por Domenico Scarlatti, mostró la madurez y dominio del fraseo de la experimentada Ann Hallenberg, todo un referente entre las mezzosopranos que enfocan su interpretación hacia repertorios barrocos. Por su parte, la Salve Regina de Leonardo Leo en la voz de la soprano Mélissa Petit nos mostró una voz clara, luminosa, joven, de gran técnica y buen dominio del fiato.

La segunda parte supuso un cambio radical tanto de estilo como del dominio y seguridad mostrados tanto por instrumentistas como por cantantes, ya que degustamos algunas de las arias más espectaculares y conocidas del repertorio operístico de grandes autores como Georg Friedrich Händel, Nicola Porpora o Riccardo Broschi. Tanto Hallenberg como Petit dieron muestra de su gran trayectoria, profesionalidad, dominio técnico y expresividad, mientras que la orquesta encontró en Zefira Varlova, su concertino y directora a una poderodsa, segura e inspiradora líder, de gran carácter y fuerza, capaz de comandar con mano firme una orquesta mucho mayor de la que escuchamos en Perelada, reducida a un instrumentista por parte.

Los momentos más bellos y difícilmente olvidables de esta segunda parte fueron, sin duda, el bellísimo dúo Io t’abbraccio de la ópera Rodelinda de Handel, deliciosamente interpretado por ambas solistas, que evidenciaron un fraseo exquisito y una gran conjunción entre ambas, y el aria de bravura que cerró el concierto, Son qual nave ch’agitata, de la ópera Astaserse de Riccardo Broschi, espectacularmente interpretada por Ann Hallenberg, haciendo valer su descomunal técnica en el dominio de las coloraturas de vertiginosa velocidad para el deleite del público que sucumbió ante tal alarde técnico.

La audiencia congregada en la Iglesia de Perelada ovacionó encendidamente a todos los intérpretes que ofrecieron como propina un dueto operístico de Händel igualmente virtuosístico en el empleo de los pasajes más veloces, sin duda el colofón perfecto para comenzar un Domingo de Resurrección.

Simón Andueza

 

III Edición de Pascua del Festival de Perelada.

Iglesia del Carmen, Perelada.

Beethoven, Brahms.

Pablo Ferrández, violonchelo, Luis del Valle, piano.

Obras de Max Bruch, Ludwig van Beethoven, Serguei Rachmàninov y Johannes Brahms.

19 de abril de 2025, 18:00 h.

Membra Jesu Nostri. Dietrich Buxtehude (1637-1707).

Cantoría, Jorge Losana, dirección.

19 de abril, 22:30 h.

 

Salve Regina. Scarlatti, Leo.

Mélissa Petit, soprano, Ann Hallenberg, mezzosoprano. Il Pomo d’Oro, Zefira Varlova, violín y dirección.

Obras de Domenico Scarlatti, Leonardo Leo, Georg Friedrich Händel, Nicolà Porpora y Riccardo Broschi.

20 de abril, 11:30 h.       

 

Collage fotos © Toti Ferrer

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