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Crítica / Bach, órgano & friends - por Luis Mazorra Incera

Madrid - 25/04/2024

De nuevo, un concierto del ciclo BACH-vermut (CNDM) tuvo su protagonismo compartido con Bach y con su majestad el gran órgano (Grenzing) de la Sala sinfónica del Auditorio Nacional de Música de Madrid.

Sobre las tablas, en primer lugar, un excelente solista al órgano, Peter Holder, que brilló por una perenne musicalidad, exigida técnicamente en algunas de las obras, y, lo que es más importante, tanto en las piezas a solo como en aquéllas (estreno incluido) cuyo protagonismo era, como he dicho, compartido; y en segundo lugar, un coro de nítidas voces femeninas, el Alaia Ensemble dirigido por Daniel de la Puente.

Como corresponde al nombre titular que sustenta, nutre y prestigia este ciclo, de Johann Sebastian Bach su Pieza para órgano asumió la responsabilidad de arrancar con este variado programa de concierto.

Un título bastante aséptico, es verdad (“Pieza para órgano”), que, sin embargo, esconde una obra fascinante que ha inspirado a muchos músicos posteriores (como, por citar uno al paso, el propio compositor de Vitoria-Gasteiz, Catedrático de órgano y Director del Real Conservatorio Superior de Música de Madrid: Jesús Guridi, en su célebre Tríptico del Buen Pastor… sin ir más lejos).

Saltaba a la vista desde un primer momento, con esta peculiar obra bachiana, que estábamos ante un músico. Un organista, Holder, que, ante todo, se preocupaba por la oportuna musicalidad de lo que versaba, de lo que interpretaba, sin aprovecharse de tempi fronterizos o desproporcionados, soluciones de carácter improvisatorio o de lecturas meramente técnicas.

Pero no sólo fueron los tempi escogidos en este Bach, o su clara articulación y fraseo, lo que nos empuja a hacer esta consideración, sino la forma coherente y progresiva con la que distribuyó las diversas combinaciones de registros del órgano.

Y es que la sección central de esta obra, una sección que a menudo resulta abultada, sosegada y plúmbea (!)... o , al contrario, extrañamente acelerada… tocada por otros, aquí gozó de una factura conforme y, a la par, estimulante. Un tempo fluido, pero, sobre todo, una inteligente (y virtuosa en su ejecución) distribución creciente de combinaciones de registros hasta el punto culminante de aquella magistral (genial) escala que recorre (de abajo a arriba) la práctica totalidad del pedalier.

Todo ello llevó, como bien decía ya Nadia Boulanger, a lucir lo que aquí nos convoca, una partitura, una obra bachiana, una “Pieza de órgano”, como ya dije, sorprendente y, por momentos, visionaria.

De los Cuatro motetes sobre temas gregorianos de Maurice Duruflé escuchamos el Tota pulchra es. Un bello contraste desde el repertorio coral (tardo) romántico del vecino país galo, presentado, con aquella oportuna “pulcritud” que cita su propio título, por el citado Alaia Ensemble dirigido por De la Puente.

El Voluntary para doble órgano en re menor de todo un Henry Purcell, una obra de naturaleza discursiva que siguió, me recordó de inmediato otras coetáneas del repertorio barroco español para órgano (de Correa et al.), con registración de mano derecha o de izquierda, alternados.

Así llegamos al gustoso estreno de esta multitudinaria matiné sabatina: ADN, suite para coro de mujeres y órgano de Eva Ugalde.

Un alarde de estilismo coral con piezas musicalmemte convincentes en atractiva factura y textura diferenciada.

A destacar sus movimientos, los números de esta suite titulados: Teresa, de entrada, o Monique, de resonancias “vintage” en un imaginario “antique” (bordón incluido), o Rosalía y Florbela, esta última sobre andas de habanera, que recibieron justos aplausos espontáneos intercalados del público.

La brillantez de Hubert Parry en La vieja centuria (The old hundredth) de sus Tres fantasías corales volvió a lucir aquellos cambios de registración, aquí de obscura y misteriosa, a brillante y espléndida para terminar: pretensión ya sinfónica y un final con magnificencia de época.

Las Letanías a la Virgen negra de Francis Poulenc plantearon una obra interesante desde todos los puntos de vista, especialmente en lo armónico, bien trenzada y versada.

Como remate ligero de equipaje formal y de aparentes ambiciones estéticas, el Carrillon de Westminster de las Piezas de fantasía para órgano de Louis Vierne, sirvió como un guante a este papel definitivo sobre el papel, tras aquella lucida variedad.

Una variedad a la que se uniera ya fuera de programa, un incombustible In Paradisum del Requiem de Gabriel Fauré, con todos sobre las tablas.

Luis Mazorra Incera

 

Peter Holder, órgano.

Alaia Ensemble / Daniel de la Puente.

Obras de Bach, Duruflé, Fauré, Parry, Poulenc, Purcell, Ugalde y Vierne.

BACH-VERMUT / CNDM. Auditorio Nacional de Música. Madrid.

 

Foto © Rafa Martín

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