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Crítica / Ardua escalada hacia la cima de David Afkham con la ONE - por Juan Manuel Ruiz

Madrid - 27/11/2024

En plena celebración del bicentenario del nacimiento de Anton Bruckner no dejamos de ver programadas muchas de las sinfonías del genio de Ansfelden. Este era el caso de la que nos congregó este pasado fin de semana en Madrid, teniendo como intérpretes a la Orquesta Nacional de España bajo la batuta de su director titular David Afkham. En programa, la Sinfonía núm. 5 en Sib mayor, WAB 105, edición de Leopold Nowak, del compositor austríaco.

No cabe duda del acierto y convicción mostrados por el maestro Afkham a la hora de elegir esta obra, una de las más singulares, constructivas y difíciles de Bruckner, y que desvela muchas de sus claves estéticas y compositivas como la presentación temática por bloques yuxtapuestos, forma expansiva basada en el desarrollo y el despliegue contrapuntístico, ecos de la polifonía renacentista, orquestación amplia en efectivos y registros, contrastes dinámicos y lirismo místico junto a cimas climáticas de poderosa energía dramática. El equilibrio de toda esta amalgama de particularidades, que conviven casi de forma holística, es el quid de la interpretación de estas monumentales obras para que exhiban la silueta formal y sentido expresivo adecuados.

Como todo reto desafiante, la versión de la ONE con Afkham tuvo aciertos y objeciones, si bien la “ardua escalada hacia la cima” fue ciertamente coronada con brillantez y elocuencia.

Los tres temas principales en la Introduction, Adagio-Allegro, en el primer movimiento, fueron expuestos con claridad por maestro y formación, logrando dar unidad y fluidez al discurso en el manejo de los cambiantes tempi y bloques temáticos de contrastante carácter. La cuerda, bien cohesionada, se mostró corpórea y lírica, resaltando el fraseo de los violonchelos, así como rotunda y bien balanceada la sección de metales en sus intervenciones. Un poco acelerado hacia la sección final, el movimiento tuvo una lectura convincente que auguraba empuje y continuidad en el posterior desarrollo de la sinfonía.  

Menos elocuente, pese a sus momentos álgidos, resultó la versión ofrecida por Afkham del Adagio, Sehr langsam, muy apresurada en metrónomo e intención musical respecto a lo indicado por Bruckner en su partitura: Adagio: Sehr langsam, es decir, Adagio: Muy lentamente. Si bien, el fraseo del oboe solista sobre los pizz. de la cuerda fue sumamente exquisito en el inicio, así como la exposición del tema de las cuerdas –más lírico que majestuoso en manos de Afkham–, la interpretación adoleció del tempo adecuado para que los temas respiraran con naturalidad y se expandieran sin premura, claves fundamentales para exhibir la belleza e intensidad expresiva de uno de los Adagios más inspirados del ciclo sinfónico brukneriano, que es, además, uno de los centros de gravedad, junto al Finale, de esta obra.

El Scherzo, Molto vivace resultó algo seco, plano en sus transiciones y falto de contraste en su primera mitad. A partir del segundo Bedeutend langsamer –el Ländler–, maestro y orquesta parecieron encontrar el punto idóneo en articulación, fraseo y gracilidad rítmica propios de esta danza popular austríaca, dando vitalidad a la versión y consumando con asertividad este tercer movimiento.

Fue en el Finale. Adagio-Allegro moderato donde todos los agentes musicales de la velada lograron dar la máxima respuesta. La orquesta brilló en todas sus secciones para mostrar el rico y variado entramado temático y polifónico desplegado en el Finale, y que dirige todo el discurso hacia la apoteosis conclusiva. Los temas de los anteriores movimientos se presentaron diáfanamente en el Adagio, conectados por el incisivo solo de clarinete para cerrar la forma cíclica que caracteriza a esta sinfonía. David Afkham se mostró muy lúcido en la exposición de la compleja estructura sonora del movimiento, una de las cumbres compositivas del género sinfónico. El maestro titular desveló cada trama de la compleja polifonía haciendo audible hasta el más mínimo detalle, siempre cuidando escrupulosamente el balance entre todas las secciones orquestales e imprimiendo el pulso apropiado a los distintos bloques temáticos yuxtapuestos, desgranando con total nitidez la doble fuga y exponiendo con plenitud el coral que corona el monumental Finale. La coda alcanzó el grandioso clímax resolutivo con todas las secciones instrumentales a pleno rendimiento en dinámicas de fff, remarcadas con contundencia por el viento metal, que tuvo un papel vital en el desenlace de la sinfonía.

Versión que llegó a buen fin gracias a una orquesta y director de plena solvencia, y que arrancaron vivos aplausos del público presente.

 

Juan Manuel Ruiz

 

Orquesta Nacional de España / David Afkham.

Quinta Sinfonía de Bruckner.

OCNE. Auditorio Nacional de Música. Madrid.

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