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Críticas seleccionadas de conciertos y otras actividades musicales

 

Crítica / 39 Festival de Música de Canarias: vuelta a la normalidad - por Juan F. Román Rodríguez

Las Palmas de Gran Canaria - 15/02/2023

El 39 Festival de Música de Canarias ha supuesto la vuelta a la normalidad, con aforos y escenarios sin limitaciones tras dos años con restricciones impuestas por la situación sanitaria, incluyendo  la presencia de orquestas sinfónicas invitadas de plantilla media y varias orquestas de cámara.

La apertura estuvo confiada a la Orquesta Filarmónica de la BBC, debutante en el Festival, de la mano de Juan José Mena, que articuló un hermoso programa compuesto por Las Danzas de Don Quijote de Roberto Gerard, expuestas con fino trazo sin perder de vista el componente racial, el Concierto para violín de Britten, extraordinaria Clara-Jumi Kang en la ardua parte solista junto a un Mena, de concentrada expresividad y Ravel: Pavana, La Valse y el Bolero, donde se pusieron de manifiesto las limitaciones de la muy profesional orquesta de la BBC, pese al buen trazo general de la batuta, adecuadamente melancólica en la Pavana con un solista de trompa incómodo, flexible y con sentido del color en La Valse sin alcanzar siempre la deseada claridad de planos, y de tensión certeramente incrementada en el Bolero, pese a una caja insegura y de volumen excesivo en los compases iniciales y un errático trombón solista.

El debut en Canarias de Daniil Trifonov no pudo ser más exitoso, con un vasto y variado programa: Chaikovsky, Album para la juventud; Schumann, Fantasía en Do mayor; Mozart, Fantasía en Do menor; Ravel, Garpard de la Nuit y Scriabin, Sonata nº 5, donde el joven pianista ruso exhibió una técnica impoluta siempre al servicio de una musicalidad exquisita, tendente a la introspección, que lo aleja de cualquier tentación exhibicionista, sin perder por ello pegada en los pasajes más explosivos. La gradación de intensidades y colores obtenidos en piezas endiabladas como Gaspard de la Nuit y la 5ª Sonata de Scriabin están al alcance de muy pocos.

Nos volvió a visitar Jacob Hrusa al frente de su orquesta Sinfónica de Bamberg, una de las batutas jóvenes más interesantes del panorama internacional, que brindó una Obertura Leonora III de Beethoven demoledora e inequivocamente bethoveniana, el Concierto para violín de Stravinsky junto a Patricia Kopatchinskaja, hiperactiva y sobradamente virtuosística, con un sonido más bien ácido que al antiromántico Stravinsky le sienta bien y la Novena Sinfonía de Dvorak, entusiasta pero sin renunciar a los matices más delicados, de fraseo enaltecido por un rubato imaginativo, plagada de pequeños matices de volumen y color, junto  a una Sinfónica de Bamberg que en sus manos suena cada vez mejor.

La Sinfónica de Tenerife recuperó el programa previsto para el festival del pasado año que canceló por la Covid19, compuesto por el Concierto para dos pianos de Poulenc, L,Ascención de Messiaen y la Sinfonía Matías el Pintor de Hindemit.

Michael Boder nos dejó lecturas monolíticas, de un solo trazo,  donde la orquesta sonó frecuentemente bronca y apelmazada, junto a dos buenos pianistas en Poulenc, Pallavi Mahidhara y Mario Marzo, de dedos ágiles y sonido un tanto monocromo.

La presentación en el Festival del prestigioso director Ingo Metzmacher al frente de la orquesta del Maggio Musicale Fiorentino no mantuvo un tono uniforme. Tras una Obertura del Fidelio bethoveniano atractivamente tormentosa, escuchamos unos penosos Rückert Lieder de Mahler con el gran Thomas Hampson, sombra de lo que fue y una batuta errática, para concluir con la Sinfonía nº 9 de Schubert, pulcra pero escasamente variada en la exposición de las sucesivas repeticiones, donde se apreciaron desencuentros entre Metzmacher y los músicos. que no siempre atendían suficientemente a las indicaciones del director alemán.

La participación de la Orquesta Filarmónica de Gran Canaria junto a Elina Garanca dejó unos Wesendonck Lieder para el recuerdo. La cantante letona, en plenitud de facultades, ha interiorizado este complejo y poco dado al lucimiento ciclo de canciones hasta hacerlo suyo, sumándose así a una limitada e ilustre nómina de cantantes históricos, junto a una orquesta que de la mano de Karel Marc Chichon fue pura filigrana.

La Obertura de Rienzi, vigorosa, con el tema de la oración de Rienzi admirablemente cantado había abierto la sesión que culminó con la Sinfonía nº 1 de Mahler impecable tanto en la exposición de los múltiples temas y atmósferas que la componen como en la respuesta instrumental, de la mano de su titular que conoce como nadie las posibilidades de sus músicos.

Andrés Orozco-Estrada al frente de la Chamber Orchestra of Europe protagonizó otra de las cumbres del festival con un programa extensísimo en torno al clasicismo centroeuropeo: Mozart: Sinfonías 38, 29 y Concierto para piano nº 24 y Beethoven, Sinfonía nº 4.  De expresividad arrolladora y rítmica implacable, pero a la vez dúctil para introducir variaciones de tempi y dinámica sin que la naturalidad del fraseo se resintiera, junto a una orquesta de virtuosos que respondió con inmediatez a sus más mínimas indicaciones.

Pierre Laurent Aimard, uno de los grandes en el piano del siglo XX, modélicos su Messiaen o Ligeti, ofreció un Mozart impoluto en la digitación, de hermosísimo sonido y distinguido en el fraseo, sin los rebuscamientos de un rococó de cliché.

La Orquesta de Cámara Escocesa con su titular Maxim Emelyanychev estrenó el Concierto para guitarra y orquesta “Luz, Amor y Éxtasis” de Laura Vega, encargo del Festival. La compositora grancanaria, con una importante y variada trayectoria a sus espaldas, presentó una pieza hermosísima, de talante fundamentalmente lírico, estructurada en tres movimientos, separados por dos interludios a cargo de la guitarra, excelentemente escrita tanto para la guitarra como para la orquesta, esta última frecuentemente en cometidos camerísticos con amplia participación de los atriles solistas, aunque esta primera audición me dejó la impresión de un tercer movimiento un tanto por debajo del resto de la pieza. Impecablemente interpretada por Pablo Sainz Villegas, tal vez el mejor guitarrista español de la actualidad, junto a los músicos escoceses y Emelyanychev, atentos e implicados como no siempre sucede en un estreno, obtuvo una fervorosa respuesta del público. El programa  incluyó la Sinfonía nº 20 de Mozart y la Sinfonía 101 de Haydn, en lecturas entusiastas y ampliamente contrastadas.

El cierre del Festival estuvo en manos de la Sinfónica de Kyiv junto a su titular Luigi Gaggero con un repertorio también ucraniano integrado por la Sinfonía nº 1 de Maksym Berezovsky, el Concierto para arpa y orquesta de Gliere junto a la solista de la Filarmónica de Gran Canaria, Catrin Mair Williams y la Sinfonía nº 3 de Liatoshinski.

Un concierto muy especial en apoyo al pueblo ucraniano, que trascendió lo puramente musical, en un ambiente enfervorizado donde se vitorearon ampliamente todas las intervenciones de los músicos.

Recordando el título de la 3ª Sinfonía de Liatoshinski “La paz vence a la guerra”, que así sea.

Juan Francisco Román Rodríguez

 

39 Festival de Música de Canarias

Auditorio Alfredo Kraus, Teatro Pérez Galdós. 

Las Palmas de Gran Canaria.

 

Foto: Daniil Trifonov fue uno de tantos grandes intérpretes que han pasado por el 39 Festival de Música de Canarias, con un increíble recital en el Teatro Pérez Galdós.

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