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Crítica / ¿Ópera infantil? - por Enrique Bert

Bilbao - 06/01/2024

Junto a la muy conocida temporada operística bilbaína la ABAO propone lo que hacen llamar ABAO Txiki, es decir, un ciclo de títulos dirigidos expresamente al público infantil y en el que se intercalan obras supuestamente escritas para dicho público y otras que sin ser óperas en sentido estricto tienen más función pedagógica que otra cosa. Este ciclo se celebra en el hermoso Teatro Arriaga y las más de las veces se llena de un público infantil ávido de vivir una experiencia musical de este calibre y que, como es inevitable, la vive desde su inocencia y los inevitables ruidos, preguntas, lloros y movimientos.

El gato con botas es quizás, junto a las inevitables Cinco canciones negras y la Desintegración morfológica de la chacona de Bach, la obra más interpretada del compositor catalán. Es sabido que se basa, con bastante literalidad, en el cuento de Perrault y su duración, una hora exacta, es adecuada para un público de estas características. Sin embargo, permítaseme hacer una reflexión tras vivir esta experiencia, rodeado de decenas de infantes ilusionados: el texto de la ópera, su estilo y el uso de palabras concretas, no facilita el seguimiento de la misma. Pensar que la temática infantil convierte a una obra en adecuada para los niños es un error. Pondré un ejemplo concreto, cuando el gato traslada al rey la carta del supuesto marqués de Carabás para tratar de conquistar el corazón de la princesa. El texto es el siguiente, ante el que mi sobrina de siete años me imploraba traducción simultánea:

Cuando vuestra mano llegue hasta estos labios míos

En vuestros dedos fríos serán clavel sobre nieve

Así como el sol se atreve con la flor recién cortada

O a quemar la luna helada en sus jardines de invierno

Este corazón tan tierno está loco en su enramada.

Más allá de estas cuestiones apuntar el buen nivel artístico de la función. Todos los solistas resolvieron con acierto su parte, destacando la intención y actuación de Sandra Ferrández (gato), el volumen de Javier Povedano (rey), el lirismo de Pablo Rossi y la interpretación de Ricardo Llamas (ogro), todos ellos muy bien llevados desde el piano por Dean Grifford. Hay que apuntar la labor imprescindible del actor Aaron Martín como conejo y deus ex machina de la función; este actor tiene la virtud de convertirse en imprescindible en la ópera donde actúa.

La propuesta escénica de Rita Cosentino es tan sencilla como efectiva. Treinta dados nos presentan el inicio de la partitura de la ópera para luego, con la labor de los cantantes y del mencionado actor, ir transformándose ya en río, ya en casa del ogro ya en cualquier otro escenario, terminando por reconvertirse al final de la representación en la partitura inicial. Un acierto por sencillez y efectividad.

El teatro estaba casi lleno y ello es motivo de satisfacción. A la salida varios niños hacían preguntas tan sencillas como comprensibles, tratando de terminar de entender el desarrollo de la trama argumental. Y es que a los adultos en ocasiones se nos olvida lo excepcional –e infrecuente- del lenguaje operístico a estas edades. Y, sin embargo, benditas sean iniciativas así.

Enrique Bert

 

Teatro Arriaga.

Xavier Montsalvatge: El gato con botas.

Sonia de Munck (princesa), Sandra Ferrández (gato), Pablo Rossi (molinero), Javier Povedano (rey), Ricardo Llamas (ogro) y Aaron Martín (actor).

Dirección escénica: Rita Cosentino.

Piano y dirección musical: Duncan Gifford.

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