Celebrar mil números de RITMO no es solo alcanzar una cifra redonda: es testimonio de una trayectoria construida con perseverancia, ilusión y un compromiso inalterable con nuestros lectores. Por ello, esta revista ha invitado a varias personalidades culturales y musicales de este país, para que “aprovechando que RITMO llega al número 1000...”, viertan sus confesiones en unas páginas especiales (publicadas en la edición impresa-PDF de Ritmo 1000 de diciembre 2025). Gracias a ellos por este gesto de generosidad. Mejor dicho, 1000 gracias.
Damos la palabra a EVA SANDOVAL, directora de Radio Clásica
REINVENTANDO LA ESENCIA
por Eva Sandoval *
El naturalista inglés Charles Darwin, en su paradigmático texto El origen de las especies (1859), fundamento de la teoría moderna de la biología evolutiva, afirmaba que “aquellos miembros con características mejor adaptadas sobrevivirán más probablemente”. Es decir, no resisten los más fuertes ni los más inteligentes, sino los que mejor consiguen adecuarse al medio. Si consideramos válido este planteamiento para todos los ámbitos de la actividad humana, podemos pensar que el futuro de los medios de divulgación musicales dependerá de cómo sepan adaptarse a la sociedad en la que tienen que operar.
Allá por 1929, cuando se funda la revista RITMO, las dinámicas vitales de los núcleos urbanos, lugares propicios para el desarrollo musical culto o académico, eran muy diferentes a lo que ahora conocemos. Sin embargo, la esencia del acto de comunicación artístico seguía siendo la misma. La recepción de una sesión de música en vivo lleva siglos proporcionando al ser humano una satisfacción personal e intransferible. Las obras maestras de la historia y las de nueva creación, unidas a una interpretación rigurosa y apasionada, nos remueven por dentro, tanto en la sala de conciertos como en los teatros de ópera: nuestro espíritu sufre una transformación. El propio concepto de “concierto en directo” lleva aparejados fenómenos como la concentración o la escucha colectiva que aumentan el placer derivado de dicha experiencia.
Un viejo amigo decía que hay tres maneras de “vivir” la música: componerla, interpretarla y divulgarla. Mientras haya “profesionales” entusiastas que sientan pasión por el arte de los sonidos y por compartir su disfrute emocional e intelectual, seguirán existiendo los medios de difusión musical. Ahora bien, el formato de esos “medios” deberá adecuarse al devenir de los tiempos para sobrevivir. Para ello, como se viene demostrando en las grandes crisis mundiales, como en la reciente pandemia de 2020, la tecnología se ha consagrado definitivamente como la principal herramienta de adaptación con la que cuenta el ser humano. Gracias a ella, y más que nunca durante la cuarentena, todas las capas de la población se percataron del valor real del arte, y, concretamente del arte de los sonidos. Nos dimos cuenta (¡por fin!) de que podemos prescindir de muchas cosas en el día a día, pero no de la música.
En el caso concreto de Radio Clásica, a partir de entonces tomó aún más relevancia la emoción de la escucha colectiva, el aprecio por “divulgar sin vulgarizar” y el sentido de pertenencia a una comunidad inconfundible y acogedora de oyentes, cualidades que siempre han caracterizado a nuestro querido público. Es más, esa fidelización se materializó en un aumento considerable de nuestra audiencia. La divulgación cultural, por tanto, cobró una importancia radical. Transmitir el mensaje “divino y humano” de nuestro patrimonio musical, como alimento espiritual del alma indispensable para una existencia rica y completa a todos los niveles, se convirtió en una tarea fundamental que cada vez es más valorada por músicos, programadores, gestores y todos los agentes del mercado.
Sin embargo, aunque la esencia se mantiene, hay que reinventar las formas. La creatividad ha dejado de ser una opción para convertirse en una condición sine qua non para la supervivencia. Las antiguas inercias ya no sirven, y cuando la IA esté más presente aún en nuestras vidas, mucho menos. El relevo generacional ya ha llegado. A día de hoy ya no es suficiente con contextualizar históricamente una composición, con facilitar las claves para su escucha o con programar la mejor versión posible. Ahora hay que hilar muy fino para añadir a nuestro relato el plus de la personalidad y el carisma de quien lo firma, o la componente audiovisual que enriquece el discurso con otras dimensiones o la proyección exponencial de nuestros contenidos a través de las redes sociales y su lenguaje propio. Estoy convencida de que, con estas estrategias, lideradas por la revolución digital, la difusión musical saldrá fortalecida y se democratizará aún más.
En una sociedad que rebosa información pero adolece de formación y de criterio, la necesidad de referencias históricas en el periodismo se hace mucho más evidente. RITMO, a poco más de tres años de cumplir el siglo de vida, no tiene ninguna competencia en este sentido. Su longevidad, su prestigio, su amplitud de miras y la calidad de sus firmas hoy y en las décadas precedentes, permanecerá más allá de su formato. El marchamo de la “marca RITMO” está presente no sólo en la revista impresa, sino también en su edición digital o en sus redes sociales.
Y es que la capacidad de adaptación es un signo de evolución y nos asegura la supervivencia. De manera natural, todos los profesionales del medio estamos asumiendo las nuevas realidades y contribuimos, en base a nuestras facultades potenciales y en función del lugar que ocupamos en la cadena de transmisión, a la presentación de proyectos lo suficientemente atractivos como para que la gran música siga llegando a todos los estratos de la población, sin olvidar la tan necesaria creación de nuevos públicos.
* Eva Sandoval es directora de Radio Clásica
Foto © Radio Clásica / RNE