Música clásica desde 1929

OPINIÓN #LasMusas / María Luisa Anido: La gran Dama de la Guitarra (por Silvia Nogales Barrios)

02/01/2021

Continuamos con la publicación de las distintas secciones de la revista RITMO disponibles hasta ahora solo en papel, continuando con “Las Musas”, donde las mujeres escriben sobre mujeres, una tribuna libre mensual donde rescatar la figura de compositoras, cantantes, instrumentistas, profesoras, musicólogas, directoras, etc. En esta ocasión publicamos la realizada para la revista de noviembre de 2020 por Silvia Nogales Barrios.

María Luisa Anido (1907-1996)
La gran Dama de la Guitarra

María Luisa Anido nació en la Argentina de principios de siglo XX, concretamente en Morón. Su valentía y tesón la convirtieron en la primera gran concertista de guitarra. Aunque hay que señalar la importancia de mujeres como Josefina Robledo, hasta la irrupción de Anido ninguna había tenido la repercusión mundial que ella cosechó.

En la trayectoria de Anido jugó un gran papel su padre, el editor Juan Carlos Anido, gran aficionado a la guitarra, que apoyó a su hija aun cuando el entorno familiar lo desaprobaba. Mimita, como también se conocía a la guitarrista, llegó a expresar que el mérito de su carrera lo tenía él, porque “la llevó adelante”. Podemos escuchar de su propia voz, en el documental dirigido por Jordi Pizarro, La Guitarra Hecha Mujer, que las opiniones de la gente con respecto a su profesión le generó “un gran complejo de inferioridad”.

Para ponernos en contexto, tendríamos que imaginarnos lo que suponía que una mujer a principios del siglo XX hiciera de la guitarra su forma de vida, un instrumento no muy bien visto, de “gauchos”, como ella llegó a expresar, solo apto para el acompañamiento vocal. Por tanto, en su camino lleno de obstáculos no solo tuvo que luchar con la condición de ser mujer en un mundo de hombres, sino que también tuvo que hacer frente a la mala prensa de la guitarra, que aún no se estudiaba en los conservatorios. Anido siempre la defendió, su versatilidad y capacidad para llegar directamente al corazón de los oyentes, ya que la consideraba “el instrumento que está más cerca del corazón humano, la prolongación del espíritu”. 

En cuanto a su etapa de formación, decir que, aunque también fue alumna de Domingo Prat, siempre tuvo más sintonía con el carácter de Miguel Llobet, al que consideraba su amigo, aparte de su maestro. Llobet, descendiente directo de la escuela de Tárrega, quedó impresionado por aquella niña tímida que tocaba la guitarra con una personalidad muy particular. Pronto formaron un dúo artístico, aunque al principio, sus conciertos quedaron circunscritos a lugares cercanos de Latinoamérica. Esto se produjo por el control que ejercía la madre de Anido, Betilda González Rigaud, en la carrera de su hija. Por tanto, fue después de la muerte de Betilda cuando empieza a viajar a países de distintos continentes y a extender mundialmente su arte. Es en ese momento cuando tiene que ganar otra batalla como mujer. En sus giras viaja sola, algo cuestionado, ya que estaba muy mal visto que una mujer recorriera el mundo con una guitarra “a cuestas”. Sin embargo, lo anterior no fue un impedimento para actuar en países como Japón, donde obtuvo el reconocimiento del parlamento.

María Luisa Anido se acostumbró a viajar sola y a vivir sola, aunque estuvo rodeada de alumnos y amigos hasta el final. Puede que su vida tuviera ese punto de “soledad” e “independencia” en analogía a su instrumento, al que definía como el “más solitario”. Sin embargo, vivió feliz y plena, sin importarle las opiniones que pudieran haberle brindado por ser mujer y no haberse casado ni tenido hijos, al dedicarse al cien por cien a su pasión, la guitarra.

Anido era muy celosa de su personalidad, aquella que le hacía interpretar la guitarra de manera tan singular y brillante, porque, ante todo, Mimita era música. Sabemos, gracias a sus alumnos, que tuvo que lidiar con envidias y críticas. Desarrolló su carrera como concertista compartiendo época con figuras como Andrés Segovia, pero eso no le hizo caer en imitaciones, ni renunciar a ser ella misma, nunca perdió su personalidad. El maestro Guillem Pérez-Quer, uno de sus alumnos destacados, cuenta una anécdota en la que Anido iba a ofrecer un concierto en Buenos Aires la misma semana que Andrés Segovia. En aquellos años, todo el mundo imitaba la forma de tocar de Segovia, sin embargo, ella decidió no hacerlo. Mimita era Mimita, e iba a ser ella hasta el final, pasase lo que pasase. Cuando llegó el concierto, fue ella más que nunca, y al tiempo, llegó a expresar que fue uno de los mejores de su vida.

María Luisa Anido es un ejemplo no solo para las mujeres guitarristas, sino para todos en general. A parte de su técnica, pulcra y limpia, que sorprendía a todos con sus pequeñas manos, Mimita era una intérprete sensible y musical. Sabía bien que el secreto de la guitarra no está en las grandes sonoridades, los fortes o la velocidad. Está en su tímbrica, en sus pianos mágicos, en su capacidad para recrear efectos y sonidos orquestales. La variedad de colores tímbricos de la guitarra, tan especiales, es lo que hace a la guitarra ser guitarra. Y esta filosofía, junto a su preocupación por transmitir la esencia del instrumento, la trasladó a composiciones como Misachico, en la que introdujo efectos nunca antes vistos.

Escuchar a Mimita era magia. Su especial ataque y enorme sensibilidad, hacían que cada nota acariciada con el alma y salida directamente desde su corazón llegara al público como un soplo de aire cálido, que erizaba hasta el último rincón del cuerpo.

 Mimita era música, y a ser músicos enseñó a sus discípulos. Una pedagoga incansable, que en sus últimos años reunía a sus pupilos en torno a una mesa, en las profundidades de la Barcelona de los 80 y 90, ciudad de tradición guitarrística, madre de Sor o Llobet, confidente de Segovia. El corazón de Anido, tan cálido como su música, siempre tuvo espacio para aquellos alumnos que quisieron aprender más de un instrumento tan delicado, como complejo. Le abrió las puertas de par en par a todos ellos, desbordando generosidad, sin preocuparse por haber dado de más. Y es que, según sus mismos alumnos, ella lo dio todo, porque era una mujer entregada a su instrumento y a la gente. Su profunda fe, acentuada con los años, hizo acercarla a los más pobres, en un ejercicio espiritual que transcendía la comprensión de algunos.

La Barcelona de su maestro arropó a esta gran mujer los últimos años de su vida, imposible de olvidar para los que la conocieron y merecedora de un gran homenaje. Mimita antes que guitarrista era persona, una gran persona y quizás su humildad haya hecho que no haya tenido un gran reconocimiento. Pero ahí va nuestro pequeño homenaje, a la gran Dama de la Guitarra.

Silvia Nogales Barrios
Guitarrista, fusiona el repertorio de la guitarra con nuevas formas de expresión, buscando con sus actuaciones “llegar al público y despertar su sensibilidad”.

www.silvianogales.com

Foto: María Luisa Anido: La gran Dama de la Guitarra.

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