Música clásica desde 1929

OPINIÓN #LasMusas / ‘Josefina Robledo: El inicio’ (por Silvia Nogales Barrios)

15/08/2021

Continuamos con la publicación de las distintas secciones de la revista RITMO disponibles hasta ahora solo en papel, continuando con “Las Musas”, donde las mujeres escriben sobre mujeres, una tribuna libre mensual donde rescatar la figura de compositoras, cantantes, instrumentistas, profesoras, musicólogas, directoras, etc.

En esta ocasión publicamos la realizada para la revista de mayo de 2021 por Silvia Nogales Barrios.

JOSEFINA ROBLEDO
El inicio

Josefina Robledo (Valencia, 1897 - Godella, 1972) nació un día 10 del mes de mayo de 1897 en Valencia. Fue la primera guitarrista española que realizó una carrera internacional en España y América. Sus cualidades y cercanía al maestro Tárrega, la hicieron ser la discípula predilecta del maestro.

La guitarra aparece en la vida de Josefina tras un triste episodio familiar, la enfermedad de su hermano. Tal y como ella misma indica, en la conferencia sobre Tárrega que realizó en el Conservatorio de Valencia, toda la familia tuvo que trasladar su residencia de lugar. En el nuevo pueblo, la madre de Josefina pensó que a su hijo le podría ayudar aprender a tocar la guitarra con un profesor. El hermano de Josefina estuvo tocando y recibiendo clases de guitarra hasta que desgraciadamente falleció. En ese momento Robledo dice que “los instrumentos de aquella casa quedaron mudos”. Sin embargo, el profesor de su hermano instó al resto a formar un trío y así continuar con las clases. Josefina, que era la menor de todos, eligió la guitarra por su resonancia y en honor a su hermano. El trío de hermanos fue conocido en Valencia y ella pronto destacó por sus cualidades.

En una de las visitas de Tárrega a Valencia, el padre de Josefina fue a hablar con el maestro y le pidió que escuchase a su hija. Tárrega aceptó y la citó al día siguiente para que asistieran a un recital que iba a ofrecer. Entusiasmados fueron a escuchar al maestro, y al final del concierto, Tárrega animó a Josefina a subir al escenario e interpretar una pieza. Ella eligió el Capricho Árabe, sin ser consciente de que tenía al compositor de la pieza delante. Tárrega quedó tan maravillado que desde ese momento se autoproclamó maestro de aquella niña de excepcionales cualidades.

Cuando Josefina comenzó a ser discípula de Tárrega, él ya se encontraba enfermo, y, por tanto, la pequeña asimiló toda la técnica de la última etapa del maestro, aquella en la que tocaba con yema. Cuenta Robledo que Tárrega le pidió que olvidase todo lo aprendido hasta el momento. La niña estuvo recibiendo a diario lecciones del maestro en Valencia, hasta que éste se fue a Barcelona. Cuando Tárrega se marchó a su residencia en la Ciudad Condal, Josefina se desplazó también, para seguir tomando clases. Allí fue acogida por toda la familia con gran devoción.

Cuando Josefina regresó a Valencia, Tárrega tuvo que suspender las clases por un problema de salud (1905). Cuando estuvo recuperado, le escribió al padre de la niña para que le buscase un alojamiento y residir una temporada en Valencia. El padre de Josefina le ofreció quedarse en su casa, pues creía que era la mejor opción, dado el estado de salud del guitarrista. Tárrega aceptó y allí vivió una larga temporada. Dicha convivencia hizo que Josefina lo conociera mucho mejor, hasta el punto de que fue ella la que se encargó de realizarle los lavados oculares que necesitaba por su enfermedad.

Durante su estancia, Tárrega y ella tocaban la guitarra después de cenar; era la hora preferida del guitarrista para desarrollar su arte. Hacían ejercicios de digitación e interpretaban obras hasta altas horas. Robledo destaca el maravilloso sonido claro, preciso, donde todas las notas tenían su musicalidad. Era como el sonido de un arpa, muy dulce.

La admiración de Josefina y Tárrega era mutua, ella destacaba tanto sus cualidades artísticas como humanas; él siempre le mostró su cariño en sus cartas: “hijita mía en arte, recibe el cariño sincero de tu maestro que tanto te quiere, F. Tárrega”.

En 1907 la niña hizo su presentación en el Conservatorio de Valencia, causando sensación por la maravillosa interpretación de un programa complejo para una niña de 10 años. Tras la muerte de Tárrega ofreció, en mayo de 1910, un concierto en los salones de la marquesa de San Joaquín. Tal y como escribe Ramos Altamira en su Historia de la guitarra y de los guitarristas, la Correspondencia de Valencia ponía de relieve “…su ejecución pasmosa y sin igual, una precisión grande y limpia, un gusto extremado y una delicadeza de sentir que entusiasma y encanta”. Además, destacaba que “…sintió por ella su maestro una predilección como con nadie…”.

A la edad de 18 años (1914), Josefina viaja a Argentina. Allí obtuvo grandes éxitos por lo que alarga su estancia hasta 1916, momento en el que inicia una gira por Uruguay, Paraguay y Brasil. En este último lugar pasará cinco años, donde establecerá las enseñanzas de la escuela de la guitarra de Tárrega. Uno de sus alumnos, Oswaldo Soares, recoge en su método los ejercicios que le enseñó Robledo y que a la vez ella recibió de Tárrega.

En 1923 volvió a Argentina y se convirtió en profesora del Conservatorio Williams de la Plata. Debido a un problema de salud de su padre, tiene que regresar a Valencia en 1925, donde realiza numerosos conciertos, interpretando a López-Chávarri y es aclamada por figuras como Adolfo Salazar.

En 1927 contrae matrimonio con García de Vargas y abandona su carrera concertística. A partir de este momento, solo aparecerá públicamente en homenajes a su maestro Tárrega.

Se dice que siguió estudiando cada día tal y como le había enseñado, prueba de ello fueron sus magníficas interpretaciones en los conciertos homenajes a Tárrega. Domingo Prat llegó a lamentarse de la retirada de Josefina, ya que estaba “a la altura de los grandes instrumentistas que hemos conocido”.

Es importante destacar la importancia, por ejemplo, en la difusión e implantación de la escuela de Tárrega en Latinoamérica. Quizás sea aventurado pensar que su carrera profesional hubiese sido más larga de no haberse casado o que el impacto de su figura hubiera sido mayor si hubiese sido un hombre, realmente nunca lo sabremos. Los datos apuntan a que Josefina fue, de entre todos los discípulos del maestro, la más fiel y la que más se asemejó a Tárrega. Aun así, hay que matizar que ella siempre dijo que su retiro fue totalmente voluntario.

Para cerrar este artículo y reflexionar sobre la figura de Robledo, es importante conocer una anécdota con el dibujante Apeles Mestres (1854-1936), íntimo amigo de Tárrega, que ella mismo contó. Mestres los invitó a ella y a su marido a su casa. Tras conocer que era discípula del maestro le pidió que tocase la guitarra. Tras estar tocando largo tiempo, la última nota que pulsó quedó vibrando. Pasaron 10 minutos de silencio y en ese momento Mestres dijo: “no he querido romper el encanto de un recuerdo. En esa misma silla, en esta misma salita, Tárrega ha tocado infinidad de veces, siempre con el encanto que sabía poner a su música. En su elogio he de decir que es como si el mismo Tárrega hubiera estado con nosotros esta tarde”.

Silvia Nogales Barrios
Concertista de guitarra, creadora de proyectos interdisciplinares, investigadora.

www.silvianogales.com

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