Música clásica desde 1929

El Liceu presenta La flauta mágica de Mozart con dirección musical de Gustavo Dudamel

13/06/2022

El maestro Gustavo Dudamel, considerado uno de los directores más carismáticos del panorama actual, coge el timón del foso del Gran Teatre del Liceu para llevar la batuta de La flauta mágica de W.A. Mozart, que estará en cartel del 20 de junio al 2 de julio.

El director venezolano debuta mundialmente este título en el Liceu y dirige todas las funciones excepto las de los días 27 de junio y 1 de julio, en las que Paolo Bortolameolli, Director Musical Invitado en el Teatro Municipal de Santiago y Director Adjunto de LA Phil, se pondrá al frente de la partitura mozartiana.

Cuento infantil para algunos, profunda meditación sobre la vida y la muerte para otros, la ópera de Mozart es una obra referencial, pero también el espacio donde el compositor expresó sus profundas creencias espirituales. Mozart compuso La flauta mágica por encargo de su hermano masón Schikaneder con un doble objetivo: atraer a su teatro privado un público popular –tenía que ser por lo tanto cómico y en alemán–, y reflejar el ideal masónico sobre la razón y el bien en los juegos musicales.

En la superficie, es un cuento infantil: el príncipe Tamino, perdido en el bosque y asediado por una serpiente mortal, se salva de la muerte gracias a la acción de la Reina de la Noche, una madre dolorosa, la hija de la cual, Pamina, está retenida por un tal Sarastro. A cambio de salvarle la vida, Tamino tendría que ir al rescate de Pamina, y lo ayudará un torpe cazador de pájaros, Papageno, un hombre simple que solo aspira a encontrar una esposa.

En el palacio de Sarastro, Papageno encuentra a Pamina –descubren que los dos buscan lo mismo: el amor–, y Tamino se cruza con Sarastro, que le ilustra en la verdad: él representa la sabiduría, la inteligencia y el bien, mientras que la Reina de la Noche es el símbolo de la oscuridad, el miedo y la irracionalidad, y por tanto era importante que Pamina saliera de su influencia. Después de someter a Tamino y a Papageno a una serie de pruebas rituales, los dos superarán su formación y obtendrán lo que buscan: amor, felicidad y conocimiento.

La flauta mágica es, por lo tanto, una ópera en clave, donde el cuento de hadas –repleto de peligros, objetos mágicos e imprevistos giros de guion que nos llenan de sorpresa– se complementa con claves de difícil interpretación, como la persistente presencia del número tres y los juegos melódicos que contrastan con la ira y la serenidad –en las arias de la Reina de la Noche y las de Sarastro–, el ímpetu y la pausa, la venganza y el perdón.

Estrenada en septiembre de 1791, solo dos meses antes de morir, Die Zauberföte es una de las obras referenciales de Mozart. Un clásico que recoge melodías excepcionales y que estará magistralmente dirigido por Gustavo Dudamel y Paolo Bortolameolli.

Los directores se pondrán al frente del Coro y la Orquesta del Gran Teatre del Liceu para desgranar los misterios de esta icónica partitura que también contará con la participación de VEUS - Cor Infantil Amics de la Unió.

El mexicano Javier Camarena debuta en el papel de Tamino, un papel delicado dentro de la ópera pues, aunque no tiene grandes momentos virtuosos, debe ser cantado con serenidad, equilibrio y constancia –y además en alemán–. Tamino cuenta con el mayor número de minutos de la ópera, participa en arias, duetos y números corales: es una tarea delicada que merece atención y cuidado.

Junto a Camarena, esta Flauta mágica contará con varias voces de altísimo nivel, tanto veteranas como emergentes. El papel de Sarastro lo encarnará Stephen Milling, un bajo de larga trayectoria y mucho oficio. El rol de Papageno recaerá en el barítono holandés Thomas Oliemans –que está también versado en la comedia física– y en el barcelonés Joan Martín-Royo, uno de los jóvenes talentos surgidos de la cantera del Liceu.

Pamina será interpretada por las sopranos Lucy Crowe y Núria Rial, dos voces tan equilibradas como expertas, y los números de gran dificultad de la Reina de la Noche los defenderán la norteamericana Kathryn Lewek y la tarraconense Sara Blanch, dos sopranos jóvenes y valientes.

Esta producción también contará con la estrella de la anterior producción estrenada en el Liceu, el barítono alemán Matthias Goerne, que tras protagonizar las funciones de Wozzeck, se ocupará en esta nueva ópera del papel del Orador que recibe a Tamino en el palacio de Sarastro. Un elenco equilibrado y experto para que esta Flauta Mágica nos lleve, como debe ser, hacia la luz.

La producción

En su ya canónica producción de 2003 para la Royal Opera House de Londres, el director de escena David McVicar quiso volver a la esencia de la historia en todas sus ramificaciones: la simbólica y la lúdica. McVicar no quiere renunciar al cuento infantil y a los elementos simpáticos: aparecen como marionetas el primer pájaro que captura Papageno y la serpiente que amenaza a Tamino, y la Reina de la Noche surge de la oscuridad caracterizada como si fuera la malvada Madrastra de Blancanieves en el clásico de Disney. El director, sin embargo, busca a la vez que La flauta mágica brille con todos los elementos adultos que lo han convertido en una obra profunda por su visión optimista sobre el ser humano.

McVicar también expone la lucha ancestral entre la luz y la oscuridad, la inteligencia y la ignorancia, la ciencia y la superstición. Por eso, el palacio de Sarastro aparece recubierto de frases grabadas en las paredes –la escritura como vía de aprendizaje–, y las pruebas que tienen que superar Tamino y Papageno son el camino hacia la sabiduría, que siempre comporta una recompensa: en el caso de Tamino, ser el heredero de Sarastro como portador de la luz junto a Pamina, y en el de Papageno encontrar el amor.

Todos los personajes de La flauta mágica tienen un nivel de complejidad. Pamina, por ejemplo, tiene que superar el conflicto con su madre, a la cual quiere, aunque entiende que tiene que tomar el camino de la luz y la razón de Sarastro, a la vez que el mismo Sarastro tiene que gestionar el sufrimiento que causa a Tamino al mostrar el tortuoso camino que lleva a la iluminación, que sin embargo es el camino correcto. 

McVicar busca llevar el libreto de Schikaneder a su naturaleza teatral primigenia, y cada aspecto escénico –vestuario, luz, gestualidad, decorados– está dispuesto con orden y sentido, como si en ninguna parte de La flauta mágica estuviéramos viendo El rey Lear. Para que todo esto funcione, su última decisión fundamental fue la de ambientar la historia en el tiempo en el que nació, el siglo XVIII, lo cual le da a la producción un aire de drama de época con magia, capaz de transformar en creíble lo increíble. Que es lo mismo que transformar una historia fantástica –irracional, para niños o públicos en formación– en una profunda reflexión sobre la naturaleza humana, y todas las maravillas que se pueden conseguir con la inteligencia y la bondad del corazón.

Foto: La canónica producción de 2003 para la Royal Opera House de Londres de David McVicar / © Bill Cooper

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