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Crítica / Al encuentro de un Brahms trascendente - por José Antonio Cantón

Alicante - 20/05/2022

Con el título “El destino” se presentó la Orquesta Sinfónica de la Radio de Suecia en el Auditorio de la Diputación de Alicante (ADDA) con un programa monográfico Brahms en el que se han podido escuchar, por este orden, su tercera y primera sinfonías. Era el quinto concierto de su gira por España en la que ha ofrecido la totalidad del repertorio sinfónico del compositor hanseático bajo la batuta de su director titular, el inglés Daniel Harding, que lo es desde el año 2006.

Si hay una cualidad a destacar de este maestro oxoniense es su versatilidad para recrear todo tipo de repertorio con eficacia técnica y sentido artístico encomiables, cualidades heredadas de dos maestros que conformaron su personalidad musical de manera determinante; Simon Rattle y Claudio Abbado, de los que ha interiorizado lo mejor de cada uno, que ha sabido convertir en singulares e identificables características propias de conductor musical. Encontrándose en el inicio de la muy experimentada madurez artística de la que disfruta en este momento, se dispuso a transmitir el mensaje
“brahmsiano” de felicidad y libertad con el que se inicia la Tercera Sinfonía en Fa, Op. 90, haciendo que la orquesta presentara su mejor impronta sonora en toda su amplitud dramática, no exenta de elasticidad expresiva en el brioso allegro inicial, lo que hacía que el oyente estuviera ante un Brahms transparente, adjetivo difícil de imaginar en la suntuosidad y densidad sonoras que propone siempre este compositor que, en este sentido, Harding supo llegar a transfigurar en sus últimos compases.

En el Andante el maestro británico supo distinguir los episodios variados de su primera parte para hacer posteriormente que la madera, una de las mejores secciones instrumentales de la formación sueca, brillara en todo su esplendor antes de la conclusión del movimiento, donde se apreció ese siempre deseable entente de cordialidad musical que idealmente debe producirse entre el maestro y su instrumento, convertida en este caso en un afectuoso sentimiento melancólico.

Con delicada añoranza impulsó el restricto allegretto que ocupa el tercer tiempo de la sinfonía al que imprimió un aire de afabilidad que simultaneaba con la oculta tensión interna de su discurso, que pareció diluirse en el carácter introspectivo de su trío, donde Harding materializó su sentimentalidad en la cinética del hemisferio izquierdo de su cuerpo con el implemento en detalle de brazo y mano que dibujaban en el espacio la emocionalidad que encierra la conclusión de este movimiento. Tradujo con diáfana resolución el último allegro sabiendo desentrañar sus contrastados episodios, que orientó a su máxima expresividad al dejar fluir todas las posibilidades dinámicas de la orquesta antes de derivar hacia su extensa y a la vez solemne coda, uno de los momentos más singulares de su interpretación.

Los golpes de timbal del inicio de la Primer Sinfonía en Do, Op. 68 anunciaban un planteamiento de Harding que resultó ser un reflejo de las tensiones que hubo de padecer el autor ante el reto de inventar el sustancial carácter sónico de su primera experiencia sinfónica, escrita desde una definida férrea voluntad y una lógica interna que la convierte en una de las construcciones orquestales más impactantes del romanticismo musical alemán, que la sitúa muy cercana al legado beethoveniano en este género. La orquesta hizo piña con su director percibiéndose una organicidad de respuesta que trascendía los pentagramas y sus efectos sonoros, resultantes de una audaz lectura que reflejaba la riqueza y solidez del pensamiento musical de Brahms. La versatilidad de Harding adquiría su mayor sentido en el no siempre bien entendido Andante al que dio una coherencia mas allá de su función de transición, destacando sus momentos líricos con la definida necesidad que requiere su existencia dentro del conjunto de la obra, de modo especial en su conclusión.

Ese mismo espíritu reveló en el velado scherzo que significa la enmascarada gracia del tercer movimiento, descubierta en la jovilidad con la que impregnó su segunda idea sustentada en una muy equilibrada dialéctica entre la cuerda y la madera antes de su apuntada re-exposición, que trató como la causa necesaria del conclusivo Adagio subsiguiente, haciendo que su concentrado dramatismo se erigiera en la razón de ser de su discurso antes de la aparición de su tema principal, que supo definir como un episodio fundamental para entrar en la esencialidad de este complejo tiempo lleno de conflictiva y tensionada belleza.

Harding expuso su sincopado tempo como encadenado impulso hacia la monumentalidad con la que trató su grandiosa coda en la que la orquesta funcionó con absoluta entrega y esplendente respuesta al encuentro de un Brahms trascendente, justificando así su calidad y rango entre las orquestas escandinavas, valores que perviven en ella con destacado prestigio desde los años sesenta del pasado siglo cuando inició su andadura nada más y nada menos que con el maestro Sergiu Celibidache de titular musical y mentor artístico.

José Antonio Cantón

 

Sveriges Radios Symfoniorkester

Director: Daniel Harding

Obras de Johannes Brahms

Sala sinfónica del Auditorio de la Diputación de Alicante (ADDA)

13-V-2022

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